Actualizado: 25/04/2024 19:17
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| Opinión

Una crisis y tres preguntas

«La crisis salvará al capitalismo»

Carlos Saladrigas, presidente de Cuba Study Group y de Premier American Bank, analiza la actual situación económica mundial.

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1. ¿Dónde está exactamente el origen de la crisis económica actual?

2. Fidel Castro y Hugo Chávez no han ocultado su "felicidad" por la crisis económica mundial. Predicen, otra vez, el fin del capitalismo. ¿Qué sucede con este sistema?

3. El "rescate financiero" de Washington supone una de las mayores intervenciones estatales de la historia. ¿Es una derrota del liberalismo o una refundación del sistema capitalista?

La crisis financiera que enfrenta EE UU se veía venir desde hace muchos meses. Sólo a los atontados les ha cogido de sorpresa. Esta crisis, que es primordialmente de los mercados crediticios, es producto de la acumulación de políticas económicas fallidas, principalmente de la abrumadora incompetencia de la administración Bush; pero sin exonerar del todo a los demócratas y al mismo presidente Clinton.

Diría que los problemas que nos han llevado a esta crisis son los siguientes:

Quizás la causa más importante del problema sea la carencia de una política energética sensata, que permitió que la economía norteamericana disfrutara de energía barata por muchos años, sin tener en cuenta la transferencia masiva de riquezas que ha fluido a los países productores de petróleo, causando el desplome del dólar, que hasta hace escasamente unos meses fue totalmente ignorada por el secretario del Tesoro y por la administración.

En este sentido, el crecimiento económico norteamericano de las últimas décadas se ha basado en un precio irreal de la energía, así como el drogadicto busca su próxima inyección. La subida de pronto de los precios de los energéticos causó una enorme distorsión en la economía norteamericana.

La irresponsable indisciplina fiscal de la administración Bush permitió que la deuda norteamericana llegara a límites no vistos desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Esta deuda, causada por actitudes neoconservadoras que desprecian los déficit fiscales (producto del seguimiento ciego del dogma de que hay que bajar los impuestos a toda costa), fue incrementada por una guerra que ha costado más de 557.000 millones de dólares (sin la honradez fundamental de decirle al pueblo norteamericano que las guerras hay que pagarlas).

Hoy día, la deuda redunda en $32,139 por norteamericano, sin contar los $3,300 adicionales que va a costar el salvavidas que se le va a tirar a los mercados financieros. Esta deuda, de más de $35,500 por norteamericano, es casi el 100% del ingreso promedio de un ciudadano en un año.

Ola de especulación

Desde hace varios años, producto de una ideología neoconservadora, se vienen reduciendo y limitando los esquemas regulatorios del país, siguiendo el dogma de que a los mercados se les deja la mayor libertad posible y que esto redunda en el mayor bien común.

A este entorno de deficiencia regulatoria, hay que añadirle una economía norteamericana que lleva muchos años apoyada casi exclusivamente en el consumo personal y con una decreciente inversión industrial (en términos porcentuales referente al PIB). Esto ha causado un descenso enorme en las tasas de ahorro del consumidor americano, y se ha creado toda una política monetaria enfocada a estimular el consumo, no el ahorro.

La ola de consumo se financió con crédito, llevando a los norteamericanos a niveles de endeudamiento peligrosamente altos, y en su gran mayoría basados en la plusvalía (ahora ilusa) generada por el alza (inflacionaria y especulativa) en los valores de las viviendas y otros inmuebles.

Exceso de liquidez y tasas de intereses bajísimas, por una política monetaria que buscaba a todo costo evitar tan siquiera una moderada recesión, que es al fin y al cabo el mecanismo natural de ajuste de los mercados. Estas políticas monetarias se mantuvieron por un tiempo imprudentemente largo, causando una ola de especulación en los mercados inmobiliarios, sin prestarle atención a los aspectos fundamentales de la economía personal de los que compraban.

Ante la ola especulativa y el alza de precios de los bienes inmobiliarios, fenómeno que atravesó el Atlántico y hasta el Pacífico, los bancos prestaban de forma indisciplinada y ligera, por lo que hoy han terminando con carteras con valores superiores al valor actual de los activos que los avalan. Esta parte de la crisis aún no ha llegado a los titulares de las noticias, pero no cabe duda que pronto lo hará.

En toda esta efervescencia entra la avaricia tradicional de Wall Street, que tomó todo este papel sobrevaluado de hipotecas y comenzó a "empaquetarlo" en vehículos financieros que estaban aún más apalancados con deuda barata y abundante. Lo anterior creó una serie de paquetes de poca transparencia, donde era imposible determinar el verdadero valor de los mismos, que fueron vendidos y revendidos —múltiples veces— en "pedazos" a pequeños inversores.

Es precisamente aquí donde se convierte en un problema crediticio un problema especulativo y excesivo del mercado. La falta de transparencia causó la imposibilidad de determinar el verdadero precio de estos valores, y los mercados, para que funcionen, necesitan de mecanismos que faciliten la determinación de los precios. Esto causó la debacle o, como se dice, "fue la última carta de la baraja".

Mal para Cuba y Venezuela

Es obvio que los problemas de la economía norteamericana trascendieron sus fronteras. En primer lugar, porque hoy día los mercados son verdaderamente transnacionales; en segundo lugar, por el tamaño, alcance e importancia de la economía norteamericana, que causa que sus problemas y éxitos se reflejen en todas partes del mundo.

La alegría de Fidel Castro y Hugo Chávez ante los problemas de la economía norteamericana, no será duradera. Estos problemas no tardarán en reflejarse en la ya devastada economía cubana y en la locura y el despilfarro económico venezolanos.

Para Cuba, la caída en el turismo, las alzas en los precios de los alimentos y la caída en los precios de las materias primas, ya está teniendo un impacto devastador en la economía nacional, agravada de forma espectacular por los huracanes que recientemente la azotaron. Para Chávez, el inevitable descenso en el precio del petróleo sacará a relucir los excesos y la indisciplina fiscal de su propio gobierno.

Les aconsejo a ellos que no gasten mucho celebrando el fin del capitalismo. La crisis que estamos viendo es precisamente su salvación. El capitalismo, al estar fundamentado en los mercados, cuenta con mecanismos altamente eficientes (aunque dolorosos) de corregir errores y castigar excesos.

Estos mecanismos de ajuste son precisamente los que dan al sistema la flexibilidad de cambiar rápidamente y de ajustarse a nuevas condiciones; mecanismos que no existen en el sistema económico cubano, que lleva décadas estancado en la ineficiencia, la rigidez y la carencia de productividad, lo que ha llevado al país hacia el abismo de la pobreza y la desesperanza.

Los gobernantes cubanos, lejos de reírse y alegrarse del problema económico norteamericano, deberían tomar nota de su eficiente funcionamiento. Garantizo que la economía norteamericana, a pesar de la profundidad de esta crisis, se recuperará mucho más rápido que la cubana tras la catástrofe climática recientemente sufrida.

Extremaunción para el neoliberalismo

A quien sí se le puede dar la extremaunción es al neoliberalismo del movimiento conservador republicano de EE UU. Este quedará totalmente muerto, o al menos moribundo. EE UU regresará a un papel más injerencista del gobierno central en la economía del país, principalmente a través de una mayor regulación de los mecanismos de los mercados.

Estados Unidos regresará a una mayor disciplina fiscal y un aumento inevitable de los impuestos. Pero, quizás, la lección más importante es entender mejor el papel de los mercados.

Para aquellos problemas que tienen solución en los mercados, estos sin duda ofrecen la mejor solución. Pero también hay que entender que no todos los problemas sociales o económicos tienen solución en este campo. Caso ejemplar, la política energética, donde la búsqueda del costo más bajo ha creado grandes problemas de cara al futuro. Este es un ejemplo claro, donde la intervención fuerte y decisiva del gobierno central, en los mecanismos del mercado, hubiera sido altamente beneficiosa.


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