Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Las virtudes del coro

La Unión Europea y Estados Unidos frente al tema cubano.

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La política europea fortalece el poder de los cubanos para decidir el tipo de democracia y economía de mercado que les convenga, mientras divulga y fortalece posiciones favorables a los estándares universales de derechos humanos.

La relación europea con Cuba procura concesiones concretas y graduales, más que metas altisonantes. Sus temas son la liberación de los presos de la primavera de 2003, mejores condiciones para la inversión extranjera, el desarrollo de la pequeña y mediana empresa privada, un mercado inmobiliario más abierto, ampliación de las libertades de religión, la eliminación de la pena de muerte, el mejoramiento de las condiciones en las prisiones con acceso a la Cruz Roja Internacional y el acceso de la población cubana a Internet.

Progresos en esas áreas, que pondrían las relaciones cubanas con Europa en carriles de cooperación, son de importancia mínima para los requerimientos de la Ley Helms-Burton.

Sus secciones 205, 206 y 207 definen como "condición esencial" para cualquier normalización de relaciones las devoluciones o compensaciones por las propiedades nacionalizadas y la exclusión de Fidel y Raúl Castro del gobierno. ¿Suena bonito, verdad? Un golpe militar pide el analista Ernesto Betancourt. Soñar no cuesta dinero. Sólo los especialistas en insurrecciones verbales, que ensucian la prosa martiana de cara a la sombra, pueden aferrarse a tal disparate.

Es sencillamente imposible pensar que Europa pueda apoyar el embargo. ¿Para qué avalaría Europa una política desastrosa que va en retirada? Una Cuba con violencia, atada por las compensaciones por propiedades nacionalizadas, sería una pesadilla fatal para los intereses europeos.

Espacio para mejoría

Las preocupaciones europeas de seguridad son evitar que Cuba se convierta en un emporio de crimen, terrorismo, corrupción, lavado de dinero y tráfico de drogas en el Caribe. Esos son también los intereses nacionales estadounidenses, que cada día toman mayor voz frente a la politiquería floridana.

Al comparar la sociedad cubana actual con la de 1989, es irrefutable que la apertura al mundo democrático es mucho mayor, que más cubanos han viajado o interactuado con ciudadanos de países capitalistas, y que el efecto demostrativo de la inversión y el turismo fortalece convicciones favorables a una reforma económica y democracia multipartidista.

Los líderes europeos fueron de los pocos actores internacionales que tuvieron un papel constructivo y emplearon recursos para que Cuba esté mejor preparada para el mercado y el pluralismo hoy.

Europa puede mejorar su relación con Cuba, pero sólo si lo hace desde la lógica de su política de compromiso y diálogo crítico.

¿Cómo coordinar las políticas hacia La Habana de los Estados miembros y de la Unión para influir más en los gobiernos cubano y norteamericano? ¿Cómo fortalecer en Cuba y el exilio los grupos que favorecen una salida pactada? ¿Cómo fortalecer una clase media de profesionales e intelectuales con vocación democrática? ¿Cómo promover entre los cubanos de todas las tendencias diálogos críticos sobre el futuro de Cuba y su relación con el mundo?

Robert Kagan, autor del libro De paraíso y poder, sobre relaciones transatlánticas, ha comparado la participación europea en los asuntos mundiales con el coro de las tragedias griegas. El coro critica o alaba a los protagonistas, dialoga con ellos, lamenta sus acciones, pero no juega un papel central.

Criticar a Europa por el carácter secundario que tiene Cuba en sus intereses es señalar una realidad que no va a cambiar. La mayor crítica que se puede hacer a la política europea hacia Cuba es su carácter reactivo. Un coro mejor afinado podría llevar más lejos su melodía de mercado, libertad y diálogo.


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