Más de lo mismo y poco de lo necesario
¿Por qué los países No Alineados siguen siendo la parte marginal y retrasada del planeta?
Acaba de concluir en La Habana la XIV Conferencia Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del Movimiento de Países No Alineados. Una entidad de concertación política y mecanismo de consulta y cooperación entre los países del Sur fundada hace 45 años y que hoy, en condiciones bien diferentes, sigue intentando —generalmente con poco éxito— encontrar soluciones viables a los enormes problemas y carencias que aquejan ese enorme y diverso conglomerado de naciones y culturas.
El Movimiento agrupa hoy a 118 países de los cinco continentes, dos tercios de los Estados miembros de la ONU, más de la mitad de la población mundial y más del 80% de la producción petrolera.
Está claro que con esos guarismos un movimiento organizado está en capacidad de pesar bastante en la definición de los destinos y equilibrios presentes y futuros del planeta. Sin embargo, esas enormes potencialidades no han podido convertirse en acciones y mecanismos concretos que coadyuven a impulsar los avances que demandan las enormes carencias y necesidades que comparten este centenar de naciones, que hasta ahora no han logrado pasar de la caracterización de sus problemas y la declarada intención de enfrentarlos.
El Movimiento fundado en Belgrado en 1961 —impulsado por grandes personalidades del llamado Tercer Mundo, entre los que destacan Josip Broz Tito (Yugoslavia), Gamal Abdel Nasser (Egipto), Jawaharlal Nehru (India), Sukarno (Indonesia) y Kwame Nkrumah (Ghana)—, en los marcos de la Guerra Fría, con el objetivo de validar y defender los intereses de las naciones emergentes frente al poder acumulado por las dos superpotencias, ha pasado por varias etapas.
Desde su fundación, prevaleció el criterio de asumir a Estados Unidos y sus aliados, y a la Unión Soviética, como dos poderes imperiales que aun con distinto signo ideológico amenazaban igualmente la autodeterminación y desarrollo armónico de los países atrasados y periféricos.
¿Un elemento influyente?
Durante la IV Conferencia Cumbre del Movimiento, celebrada en Argel en 1973, Fidel Castro —entonces en el cenit de su aureola política y el inicio de un nuevo período de relación privilegiada con la Unión Soviética— puso en tensión todo su "prestigio", influencia y poder de convencimiento para desmontar la teoría de los dos imperialismos e impulsar un apreciable alineamiento, al menos político, con las posiciones del bloque prosoviético.
Este enroque estratégico se vio reforzado por la conversión de La Habana en punta de lanza de Moscú en los conflictos bélicos del Tercer Mundo —ya fueran guerras de posiciones o escaramuzas guerrilleras—, y el respaldo que el entonces buque insignia del comunismo mundial prestó a varios movimientos de liberación y a los nuevos gobiernos que para entonces eran asumidos como la reserva nacional-progresista, especialmente en África y Asia.
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