cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

Opinión

Nuestro 68

Para los cubanos, el hito del Mayo Francés marcó la pérdida definitiva de un país que hasta entonces sobrevivía en la música de las vitrolas.

Comentarios Enviar Imprimir

'Pedagogía integral'

La otra pata del experimento es, desde luego, la educación, entendida como "pedagogía integral" para formar los valores de solidaridad y fraternidad propios del hombre nuevo. No por azar "se han escogido para dirigir esta escuela y para enseñar en esta escuela, jóvenes maestros y profesores formados enteramente en estos años de Revolución". Libres de las deformaciones del ancien régime, estos educadores pueden indicar a los niños el camino correcto. Y como este se pierde en "esas horas extraescolares donde se adquieren muchos malos hábitos, donde se adquieren muchos vicios, donde los muchachos se desvían", su tiempo ha de ser estrictamente reglamentado: una vez más Utopía remeda el orden monástico.

"Y la vida de todos los niños estará perfectamente organizada, estará perfectamente atendida. Irán a los círculos por la mañana —bien temprano— y regresarán a sus casas al atardecer. Y cuando ya tiene edad para ir al primer grado, entonces su vida entera estará organizada alrededor de la escuela. Allí tendrán los estudios, los campos deportivos, la alimentación. Irán los lunes y regresarán los viernes, y tal vez los sábados".

Los niños han de ser ocupados el mayor tiempo posible por el Estado, que, interesado en eliminar de una buena vez aquella pareja de la vagancia y del juego denostada por Saco, les inculcará el amor al trabajo, "no el trabajo como algo despreciable, no el trabajo como un sacrificio, sino el trabajo —incluso— como un placer, el trabajo como algo agradable, lo más agradable, lo más hermoso que el hombre puede y debe hacer; el concepto del trabajo ni siquiera como un deber, sino como una necesidad moral, como una forma de invertir el tiempo dignamente, útilmente".

He aquí, desde luego, la noción guevariana del "trabajo voluntario" como actividad no sólo productiva, sino también educativa, que comparte esa duplicidad con la guerra —la cual no sólo hizo la revolución, sino que también, según Guevara, revolucionó a los que en ella participaron—. Ambas celebraciones —la del trabajo voluntario y la de la guerra revolucionaria— apuntan, de cierta manera, a la utópica superación de la distinción del arte y la vida, la cual, como ha demostrado el pasado siglo, sólo se realiza distópicamente en el totalitarismo.

La concepción de la revolución como obra de arte total, donde se reintegrarían las esferas que en el mundo burgués permanecen autónomas o desagregadas, preside el kitsch totalitario. En el trabajo obligatorio y en el arte por decreto culmina el intento por cumplir la profecía del joven Marx sobre el fin de la oposición del trabajo y el arte propia de la sociedad de clases.

En la conclusión del discurso de Castro, una profesión de fe humanista muy propia de la izquierda radical: "Los reaccionarios desconfían del hombre, desconfían del ser humano; piensan que el ser humano es todavía algo así como una bestia, que solo se mueve azotado por el látigo; piensan que solo es capaz de hacer cosas nobles movido por un interés exclusivamente egoísta. El revolucionario tiene un concepto mucho más elevado del hombre, ve al hombre no como una bestia, considera al hombre capaz de formas superiores de vida, de formas superiores de conducta, formas superiores de estímulos; el revolucionario cree en el hombre, cree en los seres humanos. Y si no se cree en el ser humano no se es revolucionario".

En este punto, tantas veces repetido en artículos que en la prensa cubana apoyaban la "ofensiva revolucionaria" como paso crucial de la radicalización comunista, Castro estaba plenamente en sintonía con los intelectuales extranjeros que crearon el mito de la Revolución. En las entrevistas que concedió a su regreso a Francia, Simone de Beauvoir destacaba la experiencia cubana como una demostración de la perfectibilidad del hombre, que era como decir de una de las tesis centrales de El pensamiento político de la derecha, panfleto donde denunciaba el anticomunismo de pensadores liberales como Raymond Aron. Este, por cierto, también estuvo en Cuba en 1960, y sería interesante leer el artículo que a propósito escribió. Vacunado como estaba contra las tentaciones totalitarias, Aron se mostraba seguramente menos entusiasmado que sus compatriotas con los largos discursos que el Comandante, mussolinianamente, consideraba conversaciones suyas con el pueblo.

En todo caso, el curso del proceso castrista demuestra sus señalamientos, en El opio de los intelectuales, sobre las paradojas del utopismo comunista; y asimismo, el mito de la Revolución Cubana, notablemente erosionado pero aún sorprendentemente vivaz, no viene sino a reafirmar la idea de que el "comunismo, cuya fascinación procede de la idea de un sentido de la historia, es la religión por excelencia de los intelectuales". Si la Unión Soviética era, al decir de Aron, una "superstición", la Cuba de Castro no ha sido sino una superstición al cuadrado, o mejor, una "superstición dentro de la superstición".

Ciegos ante la represión

La idea de la Cuba original, auténticamente revolucionaria frente a la contrarrevolución estalinista, es el cansino ritornello del turismo revolucionario que tuvo su punto culminante en la gran peregrinación de enero del 68. Al apoyar la lucha armada como método revolucionario, ¿no reciclaba de cierto modo la Declaración del Congreso, la tesis trotskista sobre la revolución permanente?

En su testimonio sobre aquellos días, Max Aub ha escrito que Cuba era la esperanza que "los liberales pudimos tener al fin del XX Congreso del PCUS y que no ha cristalizado como supusimos; fue la esperanza de las Cien Flores, es la de las personas que soñamos todavía que pueden aunarse justicia y libertad". Lo mismo pensaban escritores surrealistas presentes en el Congreso, como André Pierre de Mandiargues, Michel Leiris y Joyce Mansour, quienes, cuatro años atrás, habían firmado junto a Breton un manifiesto sobre "El ejemplo de Cuba y su revolución".

Allí destacan la oposición al dogmatismo y la libertad de pensamiento en Cuba, pues "Una revolución con un arte libre puede ser una revolución sin termidor". "Una verdadera revolución ha de englobar al hombre en su totalidad social e individual. No basta con derribar las estructuras económicas capitalistas e instalar en el poder a otra clase que en el privilegio del poder ejerza su dominio con preceptos que en definitiva no serán más que un reflejo de los de la anterior sociedad: santidad del trabajo, amor sacrificado a la multiplicación de la especie, culto a la personalidad, funcionarismo del artista reducido al papel de propaganda, etc., etc.", proclamaban, aludiendo obviamente al estalinismo, que había sido, como se sabe, la causa de la escisión del grupo surrealista en los años treinta.

La paradoja es que todo ello que, en ese manifiesto publicado en la revista La Breche en 1964, los surrealistas querían ver lejos de la revolución cubana, se vislumbraba ya entonces y alcanzaría su apogeo en 1968, cuando la vida toda se organizaba en torno al trabajo productivo, y "vagancia" y "extravagancia" eran anatematizadas por un código de buenas costumbres que reproducía en no poca medida la moral pequeñoburguesa.


Los comentarios son responsabilidad de quienes los envían. Con el fin de garantizar la calidad de los debates, Cubaencuentro se reserva el derecho a rechazar o eliminar la publicación de comentarios:

  • Que contengan llamados a la violencia.
  • Difamatorios, irrespetuosos, insultantes u obscenos.
  • Referentes a la vida privada de las personas.
  • Discriminatorios hacia cualquier creencia religiosa, raza u orientación sexual.
  • Excesivamente largos.
  • Ajenos al tema de discusión.
  • Que impliquen un intento de suplantación de identidad.
  • Que contengan material escrito por terceros sin el consentimiento de éstos.
  • Que contengan publicidad.

Cubaencuentro no puede mantener correspondencia sobre comentarios rechazados o eliminados debido a lo limitado de su personal.

Los comentarios de usuarios que validen su cuenta de Disqus o que usen una cuenta de Facebook, Twitter o Google para autenticarse, no serán pre-moderados.

Aquí (https://help.disqus.com/customer/portal/articles/960202-verifying-your-disqus-account) puede ver instrucciones para validar su cuenta de Disqus y aquí (https://disqus.com/forgot/) puede recuperar su cuenta de un registro anterior.