Actualizado: 25/04/2024 19:17
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

Opinión

Sucesión, carisma y realidad

Tras el nefasto gobierno de Fidel Castro, ¿sería una opción menos desastrosa la de alguien como su hermano Raúl?

Enviar Imprimir

¿Cuál sería el desarrollo alcanzado por Cuba y cuál el bienestar de sus ciudadanos, si en vez de implantar un sistema socialista de corte soviético, Castro, apoyado por todas las clases sociales del país, después de ganar unas elecciones libres y limpias en 1960, hubiera emprendido un programa de desarrollo basado en la economía de mercado, como hicieron por la misma época los llamados "pequeños dragones" asiáticos: Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán, con la ventaja de estar a solamente 90 millas del socio comercial más próspero del mundo?

¿Cuánto dolor y sufrimiento inútil le habría ahorrado a la familia cubana, si en vez de empeñarse en liderar una revolución mundial contra Estados Unidos para realizar su recién descubierto destino mesiánico, se hubiera dedicado a llevar a cabo un gobierno de unidad y reconciliación nacional, para restañar las heridas de la guerra civil y perfeccionar las instituciones democráticas?

Las fallas de la democracia representativa y el constitucionalismo liberal en Cuba no se debían a la inviabilidad intrínseca de dichos mecanismos de gobierno, sino a que el país, en apenas 57 años de República independiente, no había tenido tiempo de desarrollar una cultura cívica de masas lo suficientemente sólida para contrarrestar el ethos revolucionario imperante y otros lastres heredados de la colonia.

Cuba, en 1959, no necesitaba una revolución socialista que al final no pudo resolver problemas fundamentales como el subdesarrollo, la dependencia económica, la corrupción administrativa, la prostitución, la desigualdad social, la falta de garantía para las libertades individuales, el irrespeto a las leyes y las instituciones, y el mantenimiento de la alternancia en el poder; sino perfeccionar la democracia representativa, sanear las instituciones políticas de funcionarios venales y continuar fomentando el despegue económico que se venía gestando en la década de los años cincuenta, con una mayor dosis de justicia social —ideales por los que lucharon la mayoría de los que combatieron a Batista.

¿A quién se le podía ocurrir entonces que el camino idóneo para la realización de dichos ideales de desarrollo, justicia social, paz y prosperidad, eran un sistema económico fracasado y una dictadura totalitaria marxista leninista, como no fuera a un ignorante político, a un aspirante a dictador vitalicio, o a un narcisista indiferente al destino de sus semejantes?

La patria como pedestal

¿De qué vale a los cubanos, por ejemplo, que Fidel haya sobrevivido a los planes de atentados de la CIA, si ellos, para sobrevivir, tienen que colocarse al margen de las leyes draconianas del país y muchos terminan sus vidas ahogados en el Estrecho de la Florida buscando un futuro mejor?

¿Qué importa que haya derrocado a la dictadura autoritaria de Fulgencio Batista el 31 de diciembre de 1958, si el 1 de enero de 1959 comenzó a imponer su propia tiranía totalitaria?

¿Qué relevancia tiene que tenga una memoria fotográfica perfecta, o que sea "incapaz de concebir una idea que no sea descomunal", cuando la sociedad tiene que pagar a diario el precio de sus desatinos y vivir de acuerdo a su concepción particular del mundo, porque él es el único que puede pensar y actuar libremente bajo su régimen?

¿Para qué sirve la llamada educación "gratuita" que ofrece la revolución, si después de graduarse, tras haber trabajado desde niño en el campo, el cubano de hoy no tiene derecho a establecer un negocio, o a comprarse una casa, o un automóvil, u hospedarse en un hotel de lujo, o siquiera comer en un restaurante de primera, porque son "privilegios" reservados para los extranjeros y para los miembros de la nomenclatura?

Líderes carismáticos o con arraigo popular ha habido muchos que llevaron a sus pueblos al desastre, como Lenin, Mussolini, Hitler, Stalin, cuyos "éxitos" pueden contarse en millones de víctimas.

Si Castro no los superó a todos al llevar al mundo a un holocausto atómico, es porque Jrushov optó por continuar negociando con John F. Kennedy en los momentos más difíciles de la Crisis de los Misiles de 1962, en vez de mantenerse inflexible y lanzar un ataque nuclear contra Estados Unidos en caso de una invasión a Cuba, como le había sugerido Fidel en una misiva el 25 de octubre de ese año.

Del mito al hecho…

El análisis de su trayectoria indica que Fidel maximizó siempre dos variables, primero la de llegar al poder y después la de mantener el poder a toda costa, aunque para ello tuviera que engañar a la opinión pública, traicionar la causa democrática por la que dijo luchar, sacrificar al pueblo cubano en aras de su agenda política personal y llevar a la muerte hasta a sus propios compañeros de lucha. ¿Cómo conciliar entonces su mito de líder extraordinaire con la realidad?

En su alegato La historia me absolverá, Castro dijo luchar para restablecer la Constitución de 1940 y basó su derecho a rebelarse en las libertades garantizadas por el constitucionalismo liberal que decía defender, mientras que en sus cartas de presidio recomendaba a sus seguidores: "Mucha mano izquierda y sonrisa con todo el mundo. Seguir la misma táctica que se siguió en el juicio: defender nuestros puntos de vista sin levantar roncha. Habrá después tiempo de sobra para aplastar a todas las cucarachas juntas".

En la Sierra Maestra, y después del triunfo contra Batista, repitió una y otra vez que no era comunista, para declarar más tarde el "carácter socialista" de la revolución, el 16 de abril de 1961, y decir en diciembre de ese año que siempre había sido marxista leninista y que lo seguiría siendo hasta el último día de su vida.

Como resultado de ese patrón de actuación, cientos de miembros del 26 de julio y del Ejército Rebelde, como el recién fallecido Mario Chanes de Armas, asaltante del Moncada y veterano del Granma que cumplió treinta años de prisión por oponerse al giro totalitario que tomaba la revolución, y muchos otros que habían luchado contra Batista para restablecer el ritmo constitucional de la República, se vieron traicionados por Castro y comenzaron a combatirlo.

Mientras, los cuadros del viejo Partido Socialista Popular —que denunció el asalto al Moncada en julio de 1953 y sobre el que pesa la duda sobre la responsabilidad histórica por el asesinato de los asaltantes a Palacio ultimados en Humboldt 7— ocupaban los mandos militares y se infiltraban en el poder.