Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Sucesión, carisma y realidad

Tras el nefasto gobierno de Fidel Castro, ¿sería una opción menos desastrosa la de alguien como su hermano Raúl?

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Vistos los hechos desde esta perspectiva, Castro se revela entonces como la antítesis de lo que dice ser, porque después de liberar a la nación de una dictadura autoritaria, la encadenó a una tiranía totalitaria; en vez de impulsar el progreso y el desarrollo del país, lo condenó al fracaso económico, la escasez y el empobrecimiento, al implantar la economía centralizada y coartar la libertad de empresa; lejos de salvaguardar la soberanía nacional, se apropió de ella y convirtió a Cuba en su coto privado, en una punta de lanza soviética, y ahora en una dependencia económica de Venezuela; en vez de proteger la seguridad y la integridad territorial del país, lo mantiene siempre en pie de guerra para una virtual confrontación con Estados Unidos; lejos de garantizar la paz ciudadana y el orden social, moviliza a la población constantemente para avivar "el fervor revolucionario de las masas"; y es el principal instigador de la discordia civil al crear todo un mecanismo represivo callejero, que va desde las Brigadas de Respuesta Rápida hasta los mítines de repudio, para hostigar a los opositores pacíficos y mantener el terror psicológico sobre la población.

Pero si todo lo anterior no fuera suficiente para descalificarlo como gobernante, Fidel Castro es, además, el principal enemigo de su propio régimen, porque impide que evolucione de manera racional y civilizada hacia formas más eficientes de manejar la cosa pública, fomentar el progreso y conducir la sociedad. Pero como dice el proverbio indio: "Tanto va el tigre a comerse las ofrendas en el altar, hasta que se convierte en parte de la ceremonia".

Tanto ha repetido la propaganda castrista las virtudes del presidente y fundador de la patria socialista, que muchos llegan a creerse que estamos hablando de un presidente, y no de un déspota ilustrado.

Tanto han elogiado la "oratoria extraordinaria" de Fidel sus apologistas, que pasamos por alto sus interminables monólogos ante la televisión nacional sobre las virtudes de las "ollas arroceras" y otras sandeces, y olvidamos que el discurso de Abraham Lincoln en la Dedicación del Cementerio Nacional de Gettysburg, el 19 de noviembre de 1863, en el que definió magistralmente las razones por las que luchaba la Unión, contenía menos de 300 palabras agrupadas en diez oraciones, y duró poco más de dos minutos.

Tanto nos han hablado de la revolución, en fin, que perdemos de vista que las revoluciones constituyen un momento de cambio drástico en las estructuras de la sociedad, y que después se convierten en el nuevo statu quo, como la cubana, que desde hace décadas no es otra cosa que un eufemismo para designar el ancien régime castrista, con su "monarca", "estamentos" y "siervos" incluidos.

La realidad con nombre y apellido

Si después de 48 años, en Cuba no hay suficientes alimentos, transporte, medicinas, electricidad, agua corriente, o papel sanitario, la culpa no la tiene el embargo comercial de Estados Unidos, sino el bloqueo de las libertades individuales implantado por Fidel Castro a partir de 1959 y la economía centralizada, que fracasó no solamente en la Isla, sino en la antigua URSS y en todo el bloque socialista.

Si después de casi cinco décadas de adoctrinamiento político, al hombre nuevo no le queda otro remedio que escapar del paraíso socialista porque en su país no existen perspectivas de progreso para él y su familia, la culpa no es del imperialismo yanqui que obstaculiza la obra de la revolución, sino de Fidel Castro, que obstaculiza la vida de todos los cubanos al imponerles una visión equivocada del mundo, disfrazada ahora de socialismo del siglo XXI.

Si después de décadas de paz, en las que la oposición le ha propuesto al gobierno una y otra vez establecer un diálogo nacional para resolver entre cubanos los problemas del país, en Cuba se condena a opositores pacíficos a largas sentencias de prisión en medio de un clima de histeria política propio de la Guerra Fría, no es porque los opositores estén conspirando para atacar cuarteles o poner bombas en los cines y en la vía pública, sino porque Fidel Castro necesita mantener un clima de crisis permanente para poder gobernar de manera arbitraria.

Si los reformistas dentro del gobierno no pueden hacer cambios para mejorar las condiciones de vida de la población, no es porque la "hostilidad" de Estados Unidos (que le vende millones de dólares en alimentos a Cuba todos los años) les impida hacer reformas, sino porque Fidel Castro, mientras esté en posesión de sus facultades, no permitirá que en el país se hagan dichos cambios, aunque para ello tenga que fusilar a sus mejores generales, o defenestrar a todos sus ministros.

Más allá de la propaganda, el mito o el carisma, Fidel Castro ha sido tan nefasto para los cubanos como gobernante, que incluso un personaje tan gris y tristemente célebre como su hermano Raúl, si emprende los cambios que necesita el país, sería una opción menos desastrosa que el retorno del comandante.


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