Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Juan Carlos I, Raúl Castro, Cambios

De abdicaciones y cumpleaños

Juan Carlos I abdica, Raúl Castro cumple años

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España, madre patria, —aunque en tiempos de la Unión Soviética algunos la situaban en Moscú, al menos los militantes desmadrados— ha dado una lección a los cubanos con la abdicación del Rey Juan Carlos I.

Reconocido por los españoles y el mundo en general por sus contribuciones al establecimiento y consolidación de la democracia en España, a lo largo de 39 años de reinado de Don Juan Carlos I el prestigio de la monarquía española se fue desgastando, entre otras cosas por escándalos de corrupción y comportamientos en la familia real nada edificantes.

Quien fuera designado para el cargo por un caudillo soberbio, tiránico y autoritario, ganó credenciales democráticas con su actuación, pero cuando se encontraba en la cima de su popularidad, su imagen comenzó a declinar entre escándalos e investigaciones judiciales a familiares cercanos, desde una desatinada cacería de elefantes o una demasiado cercana “amiga” del monarca hasta posibles imputaciones y acusaciones a su yerno y dos de las “infantas” por manejos turbios de dinero.

Por el contrario, hay casos a la inversa en eso que llaman “Nuestra América”, y muy específicamente en Cuba. Quienes llegaron al poder como resultado de un movimiento con masivo apoyo popular, prometiendo democracia, libertad y respeto a la Constitución, implantaron un gobierno totalitario, negados a someterse a la voluntad de las urnas en elecciones verdaderamente libres, y han destruido la nación cubana, su sociedad y su economía. Sin embargo, tampoco han sido capaces de librarse del placer de las mieles del poder, y se conoce bastante, aunque todavía no todo, de su corrupción, privilegios, cinismo e inmoralidades.

En España, sabiendo que cualquier momento posterior pudiera ser menos adecuado que el actual debido a una serie de eventuales vaivenes políticos en la península, Juan Carlos de Borbón tomó la decisión. El hasta ahora Rey de España, con 76 años cumplidos, consideró que “una nueva generación reclama con justa causa el papel protagonista, el mismo que correspondió en una coyuntura crucial de nuestra historia a la generación a la que yo pertenezco… Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana”.

Podría servir de modelo para octogenarios en el poder en Cuba y caudillos aspirantes a gobernantes vitalicios en otros países latinoamericanos, ninguno de los cuales parece tener planes inmediatos de retiro, aunque a veces anuncien supuestos proyectos de un eventual alejamiento del poder en algún tiempo.

El traspaso de la dinastía de Castro I a Castro II no fue por voluntad o desprendimiento y desapego del poder, sino por imperativos de la biología. Los apologistas de siempre dirán que la sucesión en Cuba está muy bien definida, y que Raúl Castro, que acaba de cumplir 83 años (los tracatranes oficiales lo destacaron en las redes sociales), ha anunciado públicamente que el actual sería su último mandato. ¿Habría que creer a Castro II? Porque también dijo anteriormente, entre otras cosas, que todos los cubanos deberían poder tomarse un vaso de leche al día, que el país tenía que reducir las importaciones de alimentos, o que Santiago de Cuba sería reconstruido después del paso devastador del huracán Sandy, y seguimos a la espera de que alguna de esas promesas se cumpla.

Aun si cumpliera lo prometido, habría que ver a quién traspasa el poder, porque aparentemente designó un primer vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros que debería ser hoy el “segundo al mando”, pero sucede que la Constitución cubana señala que la fuerza dirigente y superior de la sociedad cubana es el partido comunista, y el segundo secretario del partido, también de 83 años de edad, no es precisamente el primer vicepresidente designado.

Por otra parte, se multiplican en la isla y en Miami rumores de que la pretensión de Raúl Castro sería una sucesión de padre a hijo, a Alejandro, personaje no solamente tenebroso sino también incompetente, quien quedaría a cargo del poder tras su partida. Yo no creo que sea muy fácil, aunque reconozco que sería una opción que se estuviera manejando. El futuro, en este campo, es oscuro y huele a queso, aunque apologistas y canchanchanes lo vean más luminoso que nunca.

A los cubanos podría decirse, como Juan Carlos en Madrid hace unos días, que “una nueva generación reclama con justa causa el papel protagonista, el mismo que correspondió en una coyuntura crucial de nuestra historia a la generación” que el Rey de España representa en su país, y la generación de los “históricos” en Cuba.

Y también podría decirse, de nuevo como el Rey de España, que “Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana”.

¿Hasta cuando deberán esperar los cubanos para que se materialice algo que no es antojo de nadie, sino necesidad histórica de la evolución social de las naciones?

¿Qué veremos primero, abdicación o nuevos cumpleaños en La Habana?


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