Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Constitución, Referendo, Voto

El referendo constitucional: entre el NO y la pared

El 24 de febrero: mandar un mensaje a los inquilinos del Palacio de la Revolución que deje claro que el crédito se agota

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El próximo 24 de febrero, la población cubana estará expectante por los resultados de la votación. Quiero decir, de la votación de cada jurado en el Dolby para seleccionar los ganadores cinematográficos del año. Luego, a través del Granma, conocerán del resultado del referendo constitucional que tuvo lugar ese día. Pero esto último —a diferencia del duelo entre Glen Close y Yalitza Aparicio— será sin sobresaltos, pues de antemano todo el mundo sabe que ganará el SI.

Esta constitución es, sencillamente, como es la política en la Cuba postrevolucionaria: pastosa, predecible y pacata. Un proceso bien apparatchik. Primero el general Raúl Castro explicó que hacía falta una “actualización” constitucional, lo que fijaba su límite: asumir lo que se había hecho sin mirar mucho al futuro. Luego un proceso opaco mediado por una serie de asambleas barriales que terminó eliminando sus breves espacios innovadores, como la omisión del artículo 68 que abría puertas al matrimonio gay, entre otros. Siempre se dijo que no habría cambios contra lo que llaman socialismo, y que en realidad no es otra cosa que el poder incontestado de la élite postrevolucionaria en su proceso de conversión burguesa.

Existió debate real pero severamente limitado en sus impactos sociales. Probablemente hubo intercambios subidos en algunas asambleas localizadas, pero sin efectos comunicativos pues no existe una prensa independiente que dé cuenta de lo que realmente sucede, y no de lo que convenientemente sucede. También se produjo un debate interesante en algunas páginas webs por parte de círculos intelectuales, como son Cuba Posible, El Toque y La Joven Cuba. Pero para una población regularmente marginada del uso del internet, estos posicionamientos y sus justificaciones no tuvieron resonancia extendida. También se pronunciaron algunos grupos opositores, pero han sido duramente reprimidos. Al final, la gente común fue dotada de un tabloide impreso con el nuevo texto y una explicación oficial de los cambios introducidos, y fue bombardeada con una letánica convocatoria unilateral al SI.

Mi opinión es que hay que votar NO, lo cual he explicado en artículos anteriores. En primer lugar, porque esta constitución no da paso sustancial alguno para resolver el problema de la democracia, la participación y la representación. El segundo lugar, porque tampoco hace nada para resolver el problema nacional al mantener fuera de todo derecho a la comunidad emigrada. No dudo que algunos optimistas inveterados encuentren acá “un robustecimiento cualitativo en muchísimos aspectos” de la república tal y como confiesa la directiva de Cuba Posible que piensa la “generalidad” de sus partisanos (¡que lástima!). Pero nada de ello justifica la aprobación al mantenimiento de un orden político autoritario, que mantiene a la sociedad dividida, que impide el ejercicio de los derechos básicos y coloca a la isla en una red internacional francamente deplorable.

Hay que votar NO, aún sabiendo que ganará el SI. El Gobierno cubano nunca permitirá una derrota en las urnas, pero no requiere fraudes especiales porque el gran fraude ya se montó. La gente —exhausta, desinformada y temerosa— votará por el SI. Pero si el Gobierno recibe un mensaje de descontento elevado —un 30 % de NO es alto en las actuales circunstancias— ello constituirá un mensaje político para una élite en reciclaje cuyas figuras llamadas históricas frecuentan con asiduidad inquietante los parcos obituarios de Granma.

El referendo del 24 de febrero es una oportunidad que deben aprovechar aquellos que pueden votar. Mandar un mensaje a los inquilinos del Palacio de la Revolución que deje claro que el crédito se agota. Y que la república necesita un orden democrático pluralista, un cuerpo de derechos individuales inalienables y una política transnacional, como transnacional es la sociedad.

Pero yo no voto, aunque confieso que, por enfermedad profesional, estaré más atento a los números del referendo que a la linda sonrisa vencedora sea de Yalitza o de Glen, que ambas lo merecen.