Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Política

En compás de espera

¿Podrán los sucesores del castrismo consensuar —sin fracturarse— las dificilísimas decisiones que tienen por delante?

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En Cuba, el año 2006 empezó antes de tiempo. Los meses previos a la proclama del 31 de julio, que le pasó el mando interino a Raúl Castro, ahora adquieren otro relieve. En noviembre de 2005, Fidel Castro pronunció un larguísimo discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana que quedaría como su testamento político.

La denominada "batalla de ideas", la ética revolucionaria y un socialismo construido con instrumentos propios son los móviles de su legado. Según Castro, "la revolución sólo sería reversible de cometer errores estratégicos; el imperialismo por sí solo jamás podrá destruirla". A fines de diciembre, Felipe Pérez Roque —titular de Relaciones Exteriores— se hizo eco de las palabras del Comandante.

A lo largo del primer semestre aparecieron señales de movimientos inusuales tras los telones del poder. En particular, la restauración del Secretariado del Partido Comunista, las repetidas afirmaciones sobre el Partido como el "verdadero sucesor" de Fidel y el despliegue mediático sin precedentes, honrando a Raúl por sus 75 años, llamaron la atención. Al menos Raúl y los tres Comandantes de la Revolución —Ramiro Valdés, Juan Almeida y Guillermo García— sabían que Fidel ya enfrentaba gravísimos problemas de salud y se preparaban para la sucesión.

La cúspide dirigente pasó con sobresaliente la prueba de los primeros cinco meses sin Fidel Castro. Raúl y Ramiro —enconados durante décadas— parecen haber hecho las paces sobre la base de un poder compartido, si bien Raúl, por ahora, es primus inter pares. Almeida y García son los mediadores.

El líder puente

En septiembre, La Habana auspició la Cumbre del Movimiento de los No Alineados, sin percance alguno. La Central de Trabajadores de Cuba y la Federación de Estudiantes Universitarios celebraron sus congresos. Dos veces Raúl alzó la bandera de un "diálogo respetuoso" con Estados Unidos. Se ha retomado la lucha contra la corrupción —recurrente desde los sesenta—, batalla que es vista con buenos ojos por la población.

Las perspectivas a mediano plazo de la sucesión son, no obstante, complejísimas. ¿Podrán los sucesores —los históricos, los intermedios y los jóvenes— consensuar las dificilísimas decisiones que tienen por delante sin fracturarse?

Urge una apertura económica que alivie la penosa cotidianidad de los cubanos, pero, ¿cómo ampararla dado el legado fidelista? Sin Fidel, ¿cómo quedarían Pérez Roque y sus contemporáneos que subieron por su obra y gracia? ¿Seguirán sobre ruedas las relaciones con Venezuela? ¿Flexibilizará Washington la exigencia de una democratización a priori antes de entablar un diálogo? ¿Qué hacer si la población deja de resignarse y se torna exigente?

Raúl —como el papa Benedicto XVI— es un líder puente. Hasta ahora, Benedicto XVI no ha sacudido a la Iglesia para bien. El Vaticano, sin embargo, cuenta con experiencias milenarias y puede, perfectamente, soportar un compás de espera interino. ¿Podrían darse ese lujo los sucesores del Comandante?