Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Sociedad

¿Homenaje o rechifla?

Hoy, 45 años después, nadie puede escamotearle a los CDR una vitrina de honor en el museo de los monstruos del totalitarismo.

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No hace falta que el régimen, cardíaco de las cifras y los datos, haya ordenado plasmarlo en estadísticas. A ojo de buen cubero se aprecia que hoy por hoy la edad promedio de los dirigentes de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), al nivel de cuadra, sobrepasa frescamente los 60 años.

Tampoco sería necesaria la realización de una encuesta oficial para sacar a flote otros detalles, digamos, reveladores, que desde hace mucho tiempo se presentan ante la vista de todo el que esté dispuesto a mirar con ojos propios.

Por ejemplo, la inmensa mayoría de los jóvenes que viven en la Isla no sólo evaden ocupar cargos de responsabilidad en los CDR, sino que de hecho ni siquiera asumen en la práctica sus funciones como simples miembros, por más que no dejen de ser inscriptos en la organización apenas cumplen la edad de rigor. No vigilan, no denuncian, no hostigan, no escarban en las intimidades ajenas, no son colaboradores gratuitos de la policía, ni se aprovechan de la impunidad que oficialmente se les otorga para ponerle zancadillas al prójimo.

Aún más, bien se trate de jóvenes o viejos, es raro hallar aquí a un solo integrante (o responsable de base) de esta organización que no compre productos alimenticios robados, no hable mal del gobierno, no realice negocios oscuros, no participe en marañas menores o mayores, o, en general, no incurra en violaciones que supuestamente debiera prevenir y combatir.

En la periferia habanera, donde aún disfruta de un cierto apogeo el sistema ilegal de cables para ver la televisión de Miami, las casas de muchos responsables del CDR tienen acceso a este canal gratuitamente, por cortesía pícara de los dueños del negocio, quienes evitan así ser denunciados.


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