Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Cuba: ¿la pobreza irradiante?

La escasez no genera creatividad ni solidaridad, sino violencia y frustración.

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Resulta francamente lamentable, pero la persistencia de la fascinación por la revolución cubana puede aún sorprendernos. El haberme topado últimamente, por un curioso azar, con varias pruebas de ello en algunos programas de las televisiones españolas me ha hecho volver sobre este tema, que merece siempre un par de reflexiones.

No me ha extrañado, desde luego, que Diego Armando Maradona, invitado por una cadena privada para comentar el Mundial de Fútbol, sacara a relucir, para perplejidad de sus entrevistadores, su fanática admiración por Fidel Castro. Cuando le preguntaron que, aparte del Comandante, con qué otra figura mundial de las que ha conocido se quedaba, ha dicho que ¡Gadafi! El Pelusa, no puede negarse, deja bien claro por dónde van sus simpatías políticas.

Sorprende, sin embargo, que alguien tan lúcido como el ex vicepresidente español Alfonso Guerra, interrogado por el escritor Fernando Sánchez Dragó sobre si el régimen cubano era un "fascismo de izquierdas", respondiera que Castro es muy inteligente y respetuoso del criterio de los demás, sólo que el hecho de estar siempre rodeado de una claque de mediocres aduladores lo ha perjudicado al privarlo de la necesaria confrontación de ideas. Cómo si no hubiera sido el mismo Comandante en Jefe quien se ha ocupado, a lo largo de más de cuatro décadas, de eliminar toda oposición.

Igual de inesperado ha sido oír, en un interesante programa de entrevistas de la Televisión Española, a Roby Graco Rosa, autor de algunos de los éxitos de Ricky Martin como Living la vida loca y La copa de la vida, decir que Cuba, a donde viajó recientemente, será el país del futuro; que nunca vio una juventud tan creativa, capaz de hacer cosas con las manos; que no tienen Wallmart pero mejor…

Sabido es el proceso de captación de músicos más o menos "antisistema" que viene realizando La Habana desde hace algunos años: medios oficialistas como La Jiribilla han cubierto ampliamente los conciertos ofrecidos en la Tribuna Antiimperialista por grupos de rock de segunda categoría o venidos a menos. Que artistas de tendencias contraculturales se sientan a gusto con un régimen que ha sido tan represivo de las libertades individuales como el cubano, sigue siendo tan chocante como poco novedoso.

El mito del buen salvaje

Es un hecho: el radical rechazo a una democracia liberal considerada como prosaica y enajenante puede llevar a artistas e intelectuales "progres" a identificarse con los totalitarismos de izquierda. Recordemos el idilio de los surrealistas con la revolución en los primeros años: André Pierre de Mandiargues, Michel Leiris, el propio Breton.

El caso Padilla sirvió para que muchos abrieran los ojos y retiraran su apoyo; antes, otro sonado incidente como la expulsión de Allen Ginsberg de Cuba por sus comentarios homosexuales sobre el Che Guevara y su elogio de las drogas, había dejado bien claro que el sistema instalado en la Isla, en muchos aspectos más represivo que el orden burgués que decía superar, poco tenía que ver con el hippismo y mucho con el estalinismo.

Pero el mito del buen salvaje, uno de los más arraigados del Occidente moderno, ha seguido alimentando el discurso apologético de la Cuba castrista de intelectuales cómodamente instalados en el bienestar material y las libertades individuales que asegura en sus países la democracia capitalista.


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