Actualizado: 27/03/2024 22:30
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| Opinión

Una crisis y tres preguntas

«El liberalismo se enfrenta a un desafío interesante»

Jorge A. Sanguinetty, presidente de la consultora DevTech, y Oscar Espinosa Chepe, economista independiente, analizan la situación económica mundial.

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1. ¿Dónde está exactamente el origen de la crisis económica actual?

2. Fidel Castro y Hugo Chávez no han ocultado su "felicidad" por la crisis económica mundial. Predicen, otra vez, el fin del capitalismo. ¿Qué sucede con este sistema?

3. El "rescate financiero" de Washington supone una de las mayores intervenciones estatales de la historia. ¿Es una derrota del liberalismo o una refundación del sistema capitalista?

Jorge A. Sanguinetty:

La crisis se origina en una combinación de factores. Los más importantes son un exceso mundial de ahorros buscando dónde ser invertidos, en lugar de estar ociosos, y una caída inesperada de los precios de los bienes raíces, principalmente viviendas, en EE UU. Para poder invertir y absorber los ahorros, los bancos hipotecarios bajaron los requisitos de calificación para los solicitantes y acabaron dando préstamos a personas que más tarde no podían pagar las mensualidades. Esto comienza una reacción en cadena o caída de las fichas de dominó, porque las hipotecas que se daban se "empaquetaban" en acciones que se vendían a otros inversionistas en EE UU y otros países.

Esto afecta a muchos países porque los ahorros vienen de muchos de ellos, al igual que las inversiones que sus bancos, instituciones e individuos hicieron en instrumentos cuyo valor dependía de las hipotecas que ahora no se están pagando. Esta es una explicación muy escueta en función de la brevedad. El problema es complejo y merece más explicación.

Preguntar qué está pasando con el capitalismo por esta crisis financiera es cómo preguntar qué está pasando con la atmósfera cuando hay una tormenta, y vaticinar que la atmósfera va a desaparecer porque hay tormentas es una tontería.

La mera existencia del sector financiero es una muestra de avance de una economía basada en libertades individuales, pero esto no evita que haya ciclos económicos que son parte de la naturaleza de las sociedades dominadas por un Estado de derecho.

Lo que esta crisis financiera pone de manifiesto (todavía no ha contagiado a la economía real, sólo al sector financiero, aunque amenaza) es que, aunque la avaricia puede ser una especie de motor de progreso en una sociedad con un cierto grado de organización, es un arma de doble filo; en este caso hubo excesos que pasaron desapercibidos por los organismos reguladores, a pesar de que había indicios de los mismos (demasiado dinero prestado a personas que no podían pagar los plazos por sus viviendas).

Para no alegrarse tanto…

Castro y Chávez viven del capitalismo de otros, aunque ellos lo impiden para sus ciudadanos. La URSS se salvó en la Segunda Guerra Mundial gracias al capitalismo, que pudo armarla para enfrentarse a Hitler. Y China, Vietnam y otros han acudido al capitalismo, aunque sea de manera parcial, para salir de la miseria y el atraso crónico. El capitalismo, como lo conocemos, no es perfecto y está basado en el comportamiento humano, que tiene un componente de egoísmo.

Si la crisis financiera contagia a la economía real, todos los países sufrirán en diversos grados. Cuba, por ejemplo, tendrá menos remesas y turismo, y los precios del níquel y de los productos que exporta, caerán. Venezuela verá el precio del petróleo descender, al igual que sus exportaciones. De hecho, una crisis económica profunda puede poner en peligro a los gobiernos de Castro y Chávez. Si yo fuera ellos, no me alegraría tanto.

Sin duda que el rescate gubernamental sacude la noción de la capacidad auto-reguladora de los mercados, pero en este caso el gobierno de EE UU está tratando de funcionar como un prestamista de último recurso. Pero esto sólo lo puede hacer con el dinero de los contribuyentes, que a su vez tienen una capacidad generadora de ingresos gracias al sistema capitalista.

Al fin y al cabo, el dinero (si se acaba prestando o usando) se utilizaría bajo la expectativa de ser una inversión pública que se acabaría pagando con creces gracias al poder de la economía.

Como toda tormenta, la crisis actual es indeseable. Es obvio que en sus formas de expresión ideológica, dogmática o fundamentalista, el liberalismo clásico se enfrenta a un desafío interesante; pero no tanto si se analiza desde un punto de vista científico. Un estudio somero de la evidencia empírica disponible muestra que el modelo liberal clásico es el que más prosperidad y justicia social ha traído a los países que han logrado montarlo, aun con sus muchas imperfecciones.

Ni la prosperidad ni la justicia social han sido para todos, ni el sistema se ha librado del ciclo económico ni de crisis como esta. Queda mucho por progresar dentro de este "modelo". Si nos enfermamos, no hay por qué concluir que hay algo malo con nuestra anatomía y fisiología. Lo que hay que hacer es curarse. Ese es el desafío.

El sistema de libre mercado resuelve muchos problemas y evita que una sociedad caiga en la indigencia, como lo ha hecho Cuba. Pero esto no quiere decir que sea perfecto. El sistema nunca será mejor que los seres humanos que lo sostienen y lo hacen funcionar. Me atrevería a decir que, en este caso, hubo una falla ética de dimensiones epidémicas, un fenómeno social importante que, por su parte, puede afectar el funcionamiento de las economías y las sociedades en general.

Oscar Espinosa Chepe:

El surgimiento de esta crisis se debe fundamentalmente a concepciones económicas erradas, que han promovido la desregulación de los procesos económicos, en especial en el aspecto financiero. Desde hace tiempo, muchos economistas han señalado los peligros de esta política, implantada con mucha fuerza desde los años de la administración de Ronald Reagan como fórmula maravillosa para promover el desarrollo.

Así, se han otorgado descontroladamente créditos, sin tener en cuenta las debidas garantías para su recuperación. Paralelamente, en años recientes, los déficit fiscal y comercial de Estados Unidos crecen incesantemente sin medidas para controlarlo. Se pensó que el mercado por sí mismo se regularía automáticamente, bajo el concepto de una especie de darwinismo económico. Ello ha dado por resultado la actual crisis y la paradoja de que los sustentadores de esta doctrina sean salvados ahora por el Estado con los fondos de los contribuyentes.

Esta crisis, que repite muchos de los efectos presentes en situaciones similares anteriores, tiene también sus características propias, pues se desarrolla en un mundo muy interconectado, por lo cual sus efectos nocivos se reproducen en todo el planeta, y no se puede hablar sólo de una crisis norteamericana, sino de una crisis global.

Hay que recordar que el concepto de que el mercado todo lo resolvía no sólo triunfó en Estados Unidos, que hoy genera el 25,5% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial a precios de mercado, sino también fue implantado, con variantes, en la mayoría de los países.

Es de esperar que las rectificaciones a esta fallida política no sólo se ejecuten en Estados Unidos. Resulta indispensable que de esta negra experiencia salgan concertaciones globales, que permitan un control y una supervisión más efectiva de los flujos económicos, financieros y comerciales.

Como demuestran las cifras macroeconómicas, el movimiento de las bolsas y los precios de las materias primas, entre otros elementos, esta crisis afectará a todos los países. Los daños serán especialmente severos para aquellos con economías más endebles y sin reservas, entre ellos Cuba. Por ello es absurda la complacencia de algunos líderes como Fidel Castro y Hugo Chávez.

Venezuela, Cuba y el precio del petróleo

En el caso de Cuba, con una crisis profunda de 20 años, que ha arrasado toda la sociedad, ahora complicada por el azote de dos fortísimos huracanes, la crisis internacional constituye un factor negativo adicional. En términos prácticos, ya se aprecia la caída de los precios del níquel, principal producto de exportación, cerca del 60% de las ventas totales al exterior en 2007. Pero podría añadirse la abrupta disminución del turismo, debido al deterioro de los mercados emisores de visitantes, así como un radical descenso de las remesas, lo cual ya se observa en otros países latinoamericanos.

Sin embargo, podría producirse otro fenómeno más terrible que el deterioro de los ingresos anteriormente mencionados. Sería la caída en picado del precio del petróleo a causa de la ralentización de la economía mundial, que afectaría sensiblemente la colaboración económica con Venezuela, país esencialmente dependiente de los ingresos por ese concepto. Si la cooperación venezolana cesara o disminuyera, sería desastroso y produciría un cataclismo aún mayor que la pérdida de las "ayudas" del bloque soviético a finales de los años ochenta.

El rescate financiero de Washington es una tremenda derrota de una doctrina basada en que el mercado resolvía todo, y que pugnaba por reducir el Estado a la mínima expresión. Esta derrota equivale a la sufrida por las concepciones estatistas, caídas con el Muro de Berlín. Ambas doctrinas extremistas han demostrado ser inviables y contrarias al desarrollo sustentable. En modo alguno esto significa que el mercado y la competencia deban proscribirse. Son herramientas indispensables para el avance económico, que con un manejo racional, alejado de concepciones fundamentalistas, brindan resultados excelentes.

Sin embargo, como la experiencia indica y muchos especialistas han demostrado, esas categorías económicas necesitan control y supervisión en marcos legales adecuados. Hoy, con las complejidades de la globalización, es más cierto que nunca, por lo que la tarea de refundar el sistema económico internacional tiene que verse integralmente a escala planetaria. Se requieren políticas del tipo New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt, pero adaptadas a las nuevas condiciones.

Importantes organizaciones internacionales como Naciones Unidas y entidades especializadas como el FMI, el Banco Mundial, entre otras, son más necesarias hoy, pero con una visión más amplia de acuerdo con las condiciones del siglo XXI. Por supuesto, esto no puede limitarse a las cuestiones meramente económicas, sino resulta indispensable una visión más integradora sobre los problemas medioambientales; el hambre y la miseria que afectan extensas regiones; la corrupción, la inestabilidad social y el terrorismo, fenómenos todos muy relacionados con la problemática económica.


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