Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Los diálogos pendientes

Si La Habana todavía controla el aparato represivo y Estados Unidos no tiene a Cuba entre sus prioridades, ¿por qué el régimen dialogaría con el pueblo?

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Desde que Fidel Castro traspasara a su hermano menor, con carácter provisional, la responsabilidad de dirigir el país, el general Raúl Castro ha hecho dos declaraciones públicas dando a conocer su voluntad de iniciar un diálogo con el gobierno de Estados Unidos. La primera la hizo a la prensa oficial cubana antes de las elecciones legislativas estadounidenses y la segunda después de la victoria demócrata, que el pasado mes de noviembre puso fin al control que el partido del presidente George W. Bush ejercía sobre ambas cámaras.

La primera declaración, basada en un añejo documento oficial, fue correspondida con una declaración del subsecretario de Estado para América Latina, quien a su vez desempolvó un críptico mensaje de un discurso de George W. Bush en el que se daba a entender que ciertos pasos de parte de La Habana podrían permitir la consideración del levantamiento del embargo, aun si la Isla no había arribado a una democracia "certificable" según los criterios que exige la Ley Helms Burton.

La segunda declaración de Raúl Castro fue respondida por un vocero del gobierno de Estados Unidos, quien precisó, sin mayores consideraciones, que el diálogo que tenía que iniciar el gobierno cubano era con su pueblo.

Ahora, un grupo bipartidista de congresistas, con una clara trayectoria de oposición al embargo comercial, tomó la iniciativa de visitar la Isla para supuestamente explorar el alcance de las declaraciones del general Raúl Castro.

Las interrogantes que todo esto ha levantado merecen algunos comentarios. ¿Debe ser tomado seriamente el mensaje del general Castro a Estados Unidos?

Fidel y la retórica de paz

Las ofertas de diálogo de Raúl Castro, si bien se parecen a otras empleadas en el pasado por la retórica de su hermano, resultan relevantes y sería criminal pasarlas por alto sin darles el beneficio de la duda.

Fidel se encargó de complicar y finalmente sabotear cada oportunidad que se abrió para una normalización de relaciones con Estados Unidos después de la muerte de John F. Kennedy. Así sucedió con Nixon-Ford, Carter y Clinton. El caudillo cubano no sólo intentó impedir a cada instante que su retórica de paz llegara realmente a materializarse, sino torpedeó, en la medida en que le resultó posible, los procesos de distensión internacional entre Estados Unidos y la URSS.

Su estilo de gobierno se desenvolvía mejor en el clima de guerra fría que polarizaba al mundo, lo que le permitía entrar en alianzas geopolíticas con potencias y bloques de países que subvencionaran su armamentismo y sostuviesen con subsidios sus desastrosos experimentos económicos. Al terminar aquella guerra fría, se dedicó a buscar aliados con los que poder construir otro frente internacional de confrontación y polarización, y con quienes establecer nuevas alianzas geopolíticas que subvencionaran el inoperante modelo de desarrollo del socialismo de Estado cubano.

Raúl Castro y la nueva clase corporativa-militar que ha emergido en Cuba tienen otros intereses. Quieren estabilidad externa para obtener inversiones, mercados y tecnologías que le permitan un suave aterrizaje en el capitalismo autoritario de corte chino, que creen poder emular. Desean dirigir una economía de mercado desde el monopolio, exclusivo y excluyente, del poder político.


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