Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Los diálogos pendientes

Si La Habana todavía controla el aparato represivo y Estados Unidos no tiene a Cuba entre sus prioridades, ¿por qué el régimen dialogaría con el pueblo?

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Lo que parece escapárseles, al menos por el momento, es que China es el segundo exportador e importador de mercancías a Estados Unidos, es la principal potencia de Asia, representa un mercado de miles de millones de personas, su sistema se apoya en una cultura milenaria de autoritarismo, mueven miles de millones de dólares en inversiones y comercio en todo el mundo, y tienen armas nucleares y cohetes de mediano y largo alcance.

La represión interna, la corrupción y los daños medioambientales que padecen están a mucha mayor distancia que las 90 millas que separan a Cuba de Estados Unidos, mientras que sus miles de productos inundan los Wal Mart y la vida cotidiana de cientos de millones de estadounidenses. Nada tienen en común China y Cuba, que no sea la vocación política totalitaria de parte de su élite de poder.

Eso no quiere decir que la nueva clase corporativa militar cubana descarte la posibilidad de alguna alianza geopolítica, si fracasaran en ese intento de ser definitivamente aceptados por Washington y la Unión Europea. Pero tendría que ser de una naturaleza tal que les ahorrase los sobresaltos del pasado.

La fantasía en este caso consiste en pensar la posibilidad de que China o Rusia, ahora operando sobre criterios de mercado y sin querer por ello provocar demasiado al vecino del Norte, estuviesen dispuestas a incorporar la Isla a sus grandes planes comerciales e inversionistas, y asumir sus ineficiencias y deudas como símbolo de internacionalismo proletario.

Acertada, pero insuficiente

Por otro lado, la nueva clase cubana no da muestra del mismo entusiasmo profesado hasta ahora por Fidel Castro a Chávez, a quien, al parecer, no se considera un aliado responsable. Es por ello probable que intenten continuar beneficiándose de los acuerdos petroleros con Venezuela, mientras eso no conlleve ser arrastrados a grandes aventuras globales, ni el malestar interno por la desproporcionada y permanente sangría de médicos cubanos contribuya a alentar alguna crisis de gobernabilidad.

Pero, desde su perspectiva, la mejor opción para ellos es llegar a un acomodo definitivo de las relaciones con Estados Unidos para dedicarse en paz a los negocios. A sus negocios. Tan interesados están en esa posibilidad que, pese a todas las condenas internacionales, nadie se ha preocupado por revocar la promesa formulada por Raúl Castro de atrapar a cualquier talibán descarriado que hubiese escapado de Guantánamo y devolverlo a sus atormentadores, mientras allí exista ese centro de detención arbitraria.

¿Es errada la respuesta del gobierno de Estados Unidos al reciente discurso de Raúl Castro?

La respuesta es acertada, pero insuficiente. Cuba tiene un conflicto —no un simple "diferendo"— con Estados Unidos, que llegó a poner al mundo entero al borde del cataclismo nuclear. Con México, por poner un ejemplo, tiene un diferendo respecto al voto de ese país en la ONU en lo que concierne a las violaciones de derechos humanos en la Isla, pero el resto de las relaciones bilaterales son más o menos normales. No podría decirse lo mismo de las relaciones entre La Habana y Washington, por lo que caracterizar como diferendo a ese conflicto que se ha generalizado a casi todo el espectro de la relación bilateral, siempre ha sido un error conceptual.

La legítima agenda bilateral de ese añejo conflicto incluye elementos que ambas partes desearían discutir. Entre ellos se destacan la solicitud de compensación por las empresas nacionalizadas a quienes eran ciudadanos estadounidenses en 1959-1961 y los reclamos cubanos por una indemnización que compense los daños causados al país por la política de Estados Unidos.

También se solicitarían garantías recíprocas y medidas de confianza para asegurar la seguridad nacional de ambos países, ya que EE UU teme el desarrollo o emplazamiento por segunda vez en Cuba de algún tipo de arma de destrucción masiva, sea nuclear, biológica o química.