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Actualizado: 28/03/2024 20:07

EEUU, Comercio, Venezuela

«Catch-22»

Es una situación Catch-22, y no es la primera con la cual se enfrenta la plutocracia cubana

No nos referiremos aquí a la miniserie recién estrenada y que quizás por estar más apegada al libro satírico de Joseph Heller no supera la versión cinematográfica de 1970[1], que en mi herética opinión sobresale al libro original en cuanto a la ironía y humor negro que conlleva a lo que se ha convertido, en inglés, en una frase que identifica una situación sin salida debido a que su única solución esta negada por una circunstancia inherente al mismo problema.

Y esta es la circunstancia en la que al parecer se está enfrentando el régimen cubano en la medida en que la administración Trump la está presionando a que corte sus vínculos y termine con el apoyo que le da al “guaguero en jefe” venezolano.

Es una situación Catch-22, y no es la primera con la cual se enfrenta la plutocracia cubana, entre ellas por solo mencionar una está la que ellos mismos se infringieron cuando crearon esa moneda ficticia, fantasiosa, llamada peso convertible, que en nada se convierte si descontamos los dolores de cabeza que ha generado en la economía interna.

El asunto es que, con esa tendencia de generar padrinazgos, o dependencias, el comercio internacional de Cuba está sorprendentemente atado a su peor e irreconciliable enemigo: Estados Unidos, lo cual se hace aún más evidente en cuanto a la adquisición de alimentos. Ese comercio que en 1992 no superaba los $1,3 millones ha llegado a sumar en los últimos 17 años la impensable cantidad de $6.105 millones, ¡quién lo iba a decir!

Con ello ya no se trata, como habitualmente la propaganda castrista pretende, un problema de dignidad, de soberanía, de independencia, simples paparruchas en que se defecaron al entregar nuestra “sagrada soberanía” a los “bolos” y a mandar carne de cañón a donde esa falacia conceptual llamada internacionalismo proletario lo requiriese.

Ahora a la “sagrada soberanía” se le presenta la siguiente ecuación: si podemos comprar pollos no podemos tener electricidad o “luz brillante” para cocinarlo y si nos siguen regalando el petróleo no vamos a tener pollos para comer.

Sospecho que la única esperanza el régimen la deposite en el lobby de la Coalición Agrícola Estados Unidos para Cuba que podría parafrasear al Milo Minderbinde, de la obra, representante a ultranza del libre comercio —capaz de bombardear su propia base aérea en aras de facilitar un buen negocio con los alemanes— cuando le dijo a su amigo y personaje central Yossarian, que sería como la personificación del pueblo cubano:

Milo: —¡De esta guerra vamos a salir ricos!

Yossarian: —Tú vas a salir rico. Nosotros vamos a salir muertos.


[1] Aunque la versión actual tiene una breve presencia de George Clooney, la de 1970 contaba con actores como Orson Welles, Jon Voight, Martin Sheen, Anthony Perkins, y Alan Arkin, entre otros.

© cubaencuentro

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