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Bill Richardson, EEUU, Alan Gross

El agua tibia y el fracaso de Bill Richardson en Cuba

Un desproporcionado desaire para las gestiones de un negociador muy respetado

El exgobernador de Nuevo México, Bill Richardson, estuvo en Cuba durante una semana invitado por el Gobierno cubano. El régimen alega que fue invitado para conversar sobre las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, aunque por la otra parte se dice que el señor Richardson había hecho patente su interés en “discutir el caso” del contratista norteamericano Alan Gross, condenado en La Habana a quince años de prisión. Un funcionario del Departamento de Estado declaró que “nunca hubo ninguna garantía, pero cuando hicieron la oferta hubo grandes esperanzas. Se le dijo (a Richardson) que podría ver a Gross”.

El exgobernador es un negociador oficioso —no siempre habla a nombre del Gobierno de Estados Unidos, y esta vez tampoco lo hacía— ampliamente reconocido y respetado en todo el mundo. En su experiencia diplomática y ejecutiva incluye haber sido embajador de Estados Unidos ante la ONU, además de secretario de Energía del gobierno federal y, naturalmente, gobernador de un estado de la Unión americana. Tan reconocidos son su talento para estos menesteres diplomáticos y de negociación, y su comportamiento impecable, que hasta el Gobierno de Corea del Norte ha solicitado directamente que el señor Richardson actuara como contraparte por Estados Unidos para negociaciones nucleares con el régimen norcoreano.

Esta no era la primera vez que Richardson visitaba la Isla en plan de negociaciones políticas. El exgobernador conoce a diversos funcionarios cubanos de alto nivel. Y aunque el régimen alegue que nunca se le prometió la liberación de Gross, lo cual debe ser cierto, no parece demasiado exacta la afirmación de Josefina Vidal, jefa de la sección de asuntos norteamericanos del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano, que dijo a Associated Press que no se le había permitido ni siquiera ver a Alan Gross “debido a las declaraciones difamatorias que el político manifestó a los medios”.

Yo tuve la oportunidad de conocer personalmente a Bill Richardson en una ocasión y escucharlo hablar en privado ante una audiencia, y me pareció una persona calificada y honesta, a la vez que prudente y comedida en sus comentarios; capaz de abordar los temas más complejos sin apartarse de la ecuanimidad y sin necesidad de recurrir a palabras altisonantes, tanto en lo referente a la política nacional e internacional de Estados Unidos como al caso Cuba.

El exgobernador no es persona de comentarios a la ligera, mucho menos ante la prensa internacional. Su reunión de tres horas con el canciller cubano fue de las primeras actividades que realizó en la Isla, y fue entonces cuando se le comunicó que no podría visitar a Gross. Es decir, la decisión de impedirle la visita al prisionero se basaría en declaraciones anteriores, y no en lo que dijo con posterioridad a conocer que no podría visitarlo.

Antes de la reunión, Richardson había sido bastante hermético en La Habana con los comentarios sobre sus expectativas y posibilidades, aunque nunca escondió sus intenciones de hacer todo lo posible ante el gobierno cubano para lograr la excarcelación del norteamericano.

Antes había dicho, en otras ocasiones, en Estados Unidos, que Gross estaba detenido injustamente y que debía ser liberado sin demora, en última instancia por razones humanitarias. Si esas declaraciones se pueden considerar “difamatorias”, ¿qué podría decirse de las continuas declaraciones de los funcionarios del régimen cubano en todo el mundo sobre los espías convictos de la Red Avispa, que cumplen condenas en Estados Unidos, y que son conocidos en Cuba con el angelical nombre de “los cinco héroes antiterroristas”?

La represalia del régimen es desproporcionada: no era nada fácil que el norteamericano fuera excarcelado de inmediato, pero parece excesivo haberle impedido a Richardson que lo visitara, mucho más cuando la mencionada funcionaria señaló que la salud de Gross es “normal” y que ha estado recibiendo atención médica integral. Como señaló una portavoz del Departamento de Estado, la situación creada con la negativa “sin duda ponía de relieve la difícil situación del señor Gross”.

No es para nada sólido ni acertado señalar que la prohibición de la visita “refleja una seria división dentro de la clase dirigente del país”, por una razón demasiado sencilla: el tema Gross en las prisiones cubanas no lo decide “la clase dirigente del país”, sino directamente Raúl Castro.

Algunos señalaron, al conocer del fracaso de la gestión, y en evidente burla, que Bill Richardson había descubierto el agua tibia cuando declaró: “Tal vez el gobierno cubano ha decidido que no quiere mejorar las relaciones con Estados Unido. Tal vez ese es el mensaje que está enviando”. Sin embargo, es algo muy evidente que el señor Richardson debe conocer todos los tipos, temperaturas y variedades de agua tibia en todas partes del mundo, desde hace muchos años, para tener que ir a descubrirla ahora en La Habana.

El mensaje de Bill Richardson al régimen en su queja en la conferencia de prensa antes de partir de Cuba es mucho más sutil: olvídense de ningún tipo de mejoría de relaciones con Estados Unidos mientras el caso de Alan Gross esté pendiente. Sin que esto se resuelva, no tienen mucho más que esperar.

Y tal vez eso, eso sí, pueda ayudar al régimen de La Habana a descubrir el agua tibia que les corresponde, al menos la que existe en el Estrecho de la Florida y que separa Cuba de Estados Unidos.

© cubaencuentro

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