Elecciones, Represión, Cambios
Más de un millón de cubanos desestiman las elecciones generales en Cuba
Parecería un dato insignificante si se compara con las elecciones en otros países pluripartidistas, pero es un porciento significativo para las condiciones de Cuba
Según las cifras publicadas en el Granma Internacional del martes 5 de febrero de 2013, del total de los 8 millones 868.597 inscritos como electores, acudieron a votar el 89,68 % del electorado. Por simple regla de tres, 1 millón 440.075 electores o no acudieron a votar, dejaron la boleta en blanco o la anularon.
Casi 1 millón no visitó las urnas, y 459.384, dejaron su boleta en blanco o la anularon.
En un país en el cual “el papel dirigente máximo de la sociedad” es del único partido, PCC, donde las comisiones de candidaturas nadie sabe cómo fueron elegidas y con qué criterios se seleccionan a los candidatos, porque el caso es que se proponen 612 candidatos y se eligen exactamente 612 escaños. Parecería que todos los propuestos son “perfectos” para los electores o no hay manera de sustituirlos, pero sobre todo que cada candidato elegido usted lo conoce por una pegatina que le cuenta sus “méritos revolucionarios” y como decía un comentarista, se entera usted del pasado del candidato pero nada de lo que se compromete como diputado una vez que haya sido elegido.
Con todas estas “amarras” que no responden a las demandas de los electores sino a la cúpula del Gobierno, es ya una buena noticia contar con más de un millón de cubanos que se desentienden de las elecciones.
Según los “optimistas” que se niegan a analizar la realidad del país al margen del filtro del discurso oficial, resultaría que el millón casi y medio se fue a la playa ese día o se encontraba enfrascado en el pequeño negocio que abrió recientemente o andaba en el extranjero de vacaciones.
Los 364.576 que dejaron la boleta en blanco tuvieron un breve ataque de alzhéimer y los 94.808 que anularon la boleta se confundieron al votar.
Demos por sentado todas estas explicaciones y el resultado es el mismo, para un millón casi y medio de cubanos, las elecciones no son ninguna prioridad. En todo caso esto es un síntoma, no de “despolitización” como lo quieren presentar, sino de rechazo a unas elecciones que no garantizan nada de sus demandas.
Casualmente el general/presidente Raúl Castro fue a votar por donde lo eligieron y dejó claro: “Vamos a dejar a Santiago nueva”. ¿Campaña personal?
Salvo esta promesa no tenemos claro a qué se comprometen con los electores. ¿Los Lineamientos “bajados” por la dirección del Partido? ¿O el resultado de las demandas de la población en el debate? Si analizamos las 12 demandas más repetidas por más de 10.000 cubanos en el debate de los Lineamientos, sólo tres demandas han sido parcialmente cumplidas con sus limitaciones: la venta de automóviles de uso, la venta de casas, y la disminución de las prohibiciones para salir de turistas.
Por lo escaso del resultado, podemos deducir que se proponen trabajar en los Lineamientos “bajados” por la dirección del Partido. ¿Y las demandas ciudadanas?, esas pueden seguir esperando.
Resulta muy simpático la declaración de Ricardo Alarcón sobre las elecciones en el Granma del domingo pasado: “Es el respaldo a un sistema que no es copiado de nadie y tiene sus raíces en la tradición mambisa” Habría que preguntarle a los vietnamitas y los chinos ¿Cómo tienen tan similar tradición de los mambises? ¿Tendrán asesores cubanos para sus elecciones y no nos hemos enterado? Hurgando más atrás, ¿Cómo eran las elecciones en el “ex socialismo real”? ¿Ellos también se lo copiaron a los mambises?
Esta manía de creernos “el ombligo del mundo” nos ha hecho mucho daño como cultura. Es cierto que cada cultura defiende una cierta excepcionalidad, pero en este caso el anhelo se vuelve disparate. En eso tienen razón las comisiones “misteriosas” de candidatura: para Ricardo Alarcón es hora de retirarse.
En realidad Ricardo Alarcón se permite sus disparates porque sabe que los suelta frente a una prensa amordazada. En cualquier otro lugar, los medios ya hubieron hecho el día descifrando las raíces “mambisas” del sistema electoral cubano y comparándolas con las enseñanzas de Elpidio Valdés.
Si analizamos los mecanismos de control social en Cuba, en el nivel micro —ya analizados por otros investigadores cubanos y extranjeros— los dispositivos de control ciudadano se componen de varias instancias que permiten maniobrar a los ciudadanos cubanos con márgenes muy restrictivos.
Una dependencia estatal mayoritaria (para el empleo y la subsistencia), un control por cuadras de los CDR, que se movilizan tanto para la firma del “socialismo irreversible”, como hicieron en 2002, como para ir a la puerta a tocarle para que vaya a votar en cada elección y también para cada campaña de vacunación masiva.
La percepción popular es “no marcarse” frente a lo que perciben inteligentemente como representantes del gobierno (CDR); luego está el dispositivo de la “difuminación del poder de represalias” (cualquiera es un “seguroso”) y todos los ciudadanos viven en la “ilegalidad” por las propias leyes cubanas, y por último y no menos importante un control sobre el léxico. Cada cubano está entrenado en lo que debe decir o no, en dependencia de los espacios en los cuales se manifiesta.
En este escenario de dependencia estatal y de control paraestatal a nivel micro (físico y discursivo) es que deben valorarse los esfuerzos de los opositores que abiertamente ya manifiestan su desconformidad y hacen campañas ciudadanas al precio de ser arrestados (6.602 en el año que recién finalizó). Si los opositores tienen que ser propuestos y elegidos “a mano alzada” en las elecciones de cada circunscripción electoral, es explicable porque no salen. La mitad más uno de cada asamblea de circunscripción tiene que desafiar abiertamente al poder, y en ese caso no pueden hablar de “los méritos revolucionarios” del “compañero disidente”, porque no es militante del PCC, algo que se considera uno de los méritos más relevantes de los candidatos.
Podemos demostrar como la inmensa mayoría de los viejos y nuevos candidatos a diputados pertenecen al PCC, salvo las “personalidades” escogidas a dedo y la discriminación positiva hacia los representantes de la Iglesia, católicos y protestantes a partir de 1992.
Las elecciones cubanas con el 97 % de participación, ya son reliquias del pasado.
Es también a la luz de todas estas restricciones y represalias que un millón casi y medio de cubanos que desestimaron las elecciones generales están enviando un mensaje claro a la dirección del país. ¿Nos vamos para la playa?
© cubaencuentro
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