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Actualizado: 18/04/2024 23:36

Trejo, Insurrección, Batista

Primer exilio histórico poscolonial

La coyuntura de no poder ser revolucionario sin optar por la insurrección parió a Fidel Castro, quien pasaría a la historia como el único exiliado que regresó en son de guerra y tomó el poder

El 30 de septiembre de 1930 afloró algo que aún consta en la lista de espera del anticastrismo tardío: la víctima necesaria para atizar la resistencia contra la dictadura. El estudiante Rafael Trejo cumplió su propia profecía de tal necesidad sin que otro tuviera que dar pa´lante y pa´trá hasta publicar un rollo cobardemente titulado Muerte bajo sospecha (Anaya Multimedia, 2014).

Tras la expulsión temporal de Julio Antonio Mella —el 28 de septiembre de 1925— la regla de que “la universidad no es para los revolucionarios” se aplicó a rajatabla en los consejos disciplinarios de diciembre de 1927 y abril de 1928. Mella había eludido más represión saliendo el 18 de enero de 1926, con nombre falso, de Cienfuegos a Honduras. Casi al tercer año de exilio, ya en México, la mano larga de Machado se extendió para matarlo, según la historia oficial, aunque dice Pino Cacucci, biógrafo de Tina Modotti, que el asesino fue el militante estalinista Vittorio Vidali [1]. En contraste, Posada Carriles contó frente a las cámaras de AmericaTeVé, el 1ro de enero de 2014, que Castro había ordenado al oficial operativo Tony de la Guardia dejarlo con vida luego de tenerlo bien ubicado en Centroamérica [2].

En junio de 1932, el general expresidente conservador Mario García Menocal rompió el hielo de la Convención sobre Asilo (1928) para refugiarse en la legación de Brasil. Del mismo palo se agarrarían muchos otros, como el intelectual comunista Juan Marinello, quien se asiló en la legación de México, salió de Cuba y regresaría dizque con las cenizas de Mella en septiembre de 1933. Opositores ya en chirona, como Pablo de la Torriente Brau [3], aceptaron exiliarse a cambio de ser liberados, tal como sucedió con muchos reos de la Causa de los 75. No faltaron boat people [4], pero no tantos como hoy, incluso después de abrogarse la regla pies secos-pies mojados por la administración Obama con el visto bueno del equipo de transición de Trump.

Tal como —mutatis mutandi— el artista gráfico Danilo El Sexto Maldonado y la jurista Laritza Diversent hace poco, Conrado Massaguer y Fernando Ortiz marcharon a EEUU. Ortiz abordó el ferry a Cayo Hueso el 10 de diciembre de 1930 y dejó a su secretaria, Conchita Fernández, encargada de publicar el manifiesto antimachadista Bases para una efectiva solución cubana [5]. En octubre de 1931 se fue Massaguer, tras el aviso de que estaban preparando su celda en el Castillo del Morro [6].

En su paréntesis exiliar Ortiz se declaró ajeno a todo grupo opositor y dispuesto a colaborar con todos. Hoy en día semejante tesitura habría incitado a combatientes verticales de distintos grupos anti-Castro a tachar a Ortiz de agentón de la dictadura por no afiliarse al grupo de ellos. Este primer exilio político de aquella república armó enseguida la expedición del yate Ilse Volmauer, que tomó Gibara —agosto 17 de 1931— pero se desbandó en dos días. Hoy en día no hay expediciones, sino regreso a la Isla luego de viajar a Miami o Washington para perorar y cabildear contra el régimen tardocastrista. Ortiz pudo volver —igual que Massaguer— ya sólo después de venirse abajo el macaísmo [7].

Metamorfosis

Al perder el apoyo del ejército en medio de una huelga casi general, Machado tuvo que salir volando hacia Bahamas el 12 agosto de 1933. Su hidroplano Sikorski aterrizaría también en el sur de la Florida (Dinner Key Marina, Coconut Grove), pero los cubanos exiliados de antes por su culpa pusieron el grito en el cielo y tuvo que seguir andando. Castro murió de viejo en su cama y de contra marcó su presencia en la historia de Cuba con un seboruco cerquita del mausoleo de Martí.

Machado entraría por fin a EEUU desde Canadá, a fines de noviembre de 1937, para someterse a cirugía en el hospital Murray Hill (Nueva York). Allí mismo quedó bajo custodia de los alguaciles federales, pues desde 1934 el Gobierno de Cuba había solicitado su extradición por asesinato y malversación [8]. Sin embargo, su abogado alegó con éxito que las muertes atribuidas al expresidente traían su causa del “ejercicio del poder policial”. Machado se fue a vivir a una casona, por entonces campestre, que todavía se alza en la intersección de la Avenida 15 y la Calle 26 en Allapattah (Miami). Fallecería hospitalizado en Miami Beach el 29 de marzo de 1939. Sus restos yacen en el Cementerio Norte Woodlawn Park, donde también está enterrado otro expresidente cubiche: Carlos Prío Socarrás.

Tal como sucedería con Batista, muchos exiliados recurvaron al caer Machado, mientras exfuncionarios del régimen derrocado iban saliendo con el cartelito de exilio y formarían grupos de revancha. Orestes Ferrara, exsecretario de Estado del macaísmo (machadato), montó una Junta Reivindicadora de los Derechos del Pueblo de Cuba con marcada intención de que el Gobierno provisional Grau-Guiteras no pasara de cien días [9]. Así fue. Por el contrario, el Gobierno provisional de Castro duró tanto que el exilio perdió la noción de provisionalidad con la cantaleta ya sexagenaria de que el año que viene Cuba será libre.

Ferrara había musitado que “Cuba era una república de chicharrones y café con leche” al explicarle el mediador americano Summer Wells cómo el Dr. Carlos Manuel de Céspedes, hijo del Padre de la Patria, sucedería a Machado en la presidencia. Enseguida escapó de la Isla en hidroplano, que abordó bajo tremenda balacera, y volvería en barco tras ser elegido delegado a la Asamblea Constituyente (1939). Al pisar tierra dio vivas a Machado y esa gracia dio pie a otra balacera, en la esquina de Infanta y San Miguel, de la cual salió malherido.

Tras el golpe de Estado blando —enero 15 de 1934— con que un coronel llamado Batista y el embajador americano Jefferson Caffery desbancaron al Gobierno Grau-Guiteras, la represión batistiana hizo valer la regla de que segundas partes no son buenas sofocando la huelga general del 6-15 de marzo de 1935. El anticastrismo tardío todavía no ha estrenado este ademán opositor.

Sobrevino entonces otra metamorfosis exiliar, que incluyó el reenganche de quienes, como Pablo de la Torriente Brau, habían pasado ya por la experiencia del exilio anti-machadista. PDLTB arribó en avión a Miami el 16 de marzo de 1935 y siguió a Nueva York, donde había estado exiliado con su esposa Teté Casuso entre mayo y agosto de 1933. Dio testimonio de la represión, largó discursos, gestionó apoyos y escribió Batista, radiografía de un dictador [10], pero como buen inmigrante tuvo que morder el cordobán y trabajar part-time de camarero en el club El Toreador. Al cabo se fue a la guerra en España y caería el 19 de diciembre de 1936 en la defensa de Madrid.

Coda

Para esa fecha, las amnistías decretadas por el Gobierno constitucional de Miguel Mariano Gómez habían puesto fin al primer exilio histórico —con sus metamorfosis— de la república poscolonial y estampado sentido vital a la cubichería “el próximo año en La Habana”, que hasta los exiliados históricos del anticastrismo se cansarían de repetir como promesa o compromiso de regreso y los inmigrantes históricos del anticastrismo acabarían por reducir a mero trámite migratorio de visita para fiestear.

Sólo que, tras aquel golpe de Estado blando, Ramón Grau San Martín y Antonio Guiteras fundaron las organizaciones opositoras Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) y Joven Cuba, que en su devenir calimbarían la política cubiche con politiquería y gansterismo, respectivamente. Al apearse con otro golpe de Estado casi incruento, el 10 de marzo de 1952, un general llamado Batista proclamó que venía a liquidar al uno y a la otra. Sin embargo, el exilio político se reanimó y la coyuntura de no poder ser revolucionario sin optar por la insurrección parió a Fidel Castro, quien pasaría a la historia como el único exiliado que regresó en son de guerra y tomó el poder para dar paso a la experiencia exiliar más profusa, traumática y prolongada de la nación cubana.

Notas

[1] Tina, Interno Giallo, 1991, 128. En “¡Julio Antonio! Hasta después de muerto…” (Rebelión, 16 de enero de 2001), Celia Hart sacó a Modotti el sable de “que teniendo la fina sensibilidad de una artista y habiendo sido amada por el hombre más bello, inteligente y revolucionario de su tiempo, se hubiese ligado al oscuro Vidali”.

[2] Un agente del FBI explicó clarito a la periodista Ann Louise Bardach (New York Times) el porqué: They’ll never get better propaganda than Luis Posada.

[3] Tras salir del Presidio Modelo, Pablo escribió a Fernando Ortiz el 20 de mayo de 1933: “Fue a un grupo de 17 a los que nos propusieron el embarque. Todos aceptamos con la idea de que del extranjero, en un momento dado, se puede regresar a Cuba, pero no desde el Presidio”. Esta y otras muchas cartas para y también de Fernando Ortiz están disponibles, sin permiso previo del Consejo de Estado, pero quizás con carta institucional de solicitud, salvo que se tenga un(a) socio(a) dentro, en la Sección Correspondencia del fondo homónimo que atesora la Biblioteca Nacional José Martí (BNJM).

[4] El 20 de abril de 1933, el periodiquito cubano-americano La Gaceta [Tampa] reportó ya el arribo en lancha a Key West de “cubanos fugitivos”.

[5] Prada, Pedro: “La secretaria de la República”, Temas, No. 22-23, Julio-Diciembre 2000, 149 s

[6] Vid.: Massaguer. Su vida y su obra, Úcar y García, S.A., 1957

[7] Término acuñado por Ortiz en carta a Massaguer, de 28 de junio de 1933, para referirse a la dictadura machadista (Fondo Fernando Ortiz - BNJM)

[8] “Gen. Machado Arrested in Hospital Here; Cuba Plans to Press for His Extradition”, The New York Times, 27 de noviembre de 1937.

[9] Vid.: De la Torriente-Brau, Pablo: Los títeres de Ferrara, Izquierda Revolucionaria, 1935. Otro camino tomó el exsecretario de la Presidencia, Ramiro Guerra, quien se atuvo a la sociología ocupacional de corte marxiano y espíritu de mamajuana que descarta un suburbio desolado del Sur de la Florida como escenario para las buenas ideas. Tras breve estancia en Nueva York, Guerra bajó nada más que hasta Gainesville, al norte de la Florida, para escribir de un tirón La expansión territorial de los Estados Unidos a expensas de España y de los países hispanoamericanos (Cultural, 1935).

[10] PDLTB mostraría ese afán onírico de ubicuidad, que la socio-psicología de corte marxiano y espíritu de mamajuana descifra en cambiar de nombre al publicar ideas, con dos artículos para Bohemia firmados por Carlos Rojas y otro más con su nombre de pila. Para detalles sobre su segundo exilio neoyorquino, véase Suárez Díaz, Ana: Escapé de Cuba, Ciencias Sociales, 2008.

© cubaencuentro

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