Otra sinvergüencería del gobierno cubano. Me parece algo totalmente arbitrario, absurdo, surrealista, paradójico y traicionero que a estas alturas de la historia el pueblo cubano tenga que sufrir la afrenta de un cambio de moneda y que se le exija que para poder comprar en su propio país deba hacer uso de la moneda que llevó a tantos cubanos al presidio años atrás, lo que representa a mi juicio una verdadera humillación a la integridad de todos y cada uno de los habitantes de la isla del desencanto.

Y peor aún es que se haga a costa de los que fueron repudiados en un tiempo de frenesí revolucionaria de los que ahora piden, solicitan ruegan y hasta exigen de los mismos ex repudiados su dinero para tener el derecho y la posibilidad de comprar en las tiendas dolarizadas por el gobierno cubano.

Me urge, me obligo a preguntarme si es posible que los mismos habitantes de la isla no se den cuenta, no abran los ojos ante la maquiavélica estrategia de la urgencia del régimen totalitario que ahora ama lo que antes tanto odió so pena de morir en el intento de no hacerse realidad este insólito hecho. Porque es insólito, no hay otro apelativo para definirlo.

Cualquier situación en Cuba es totalmente anómala, máxime esto que pide al familiar que vive fuera de Cuba (los considerados desertores y desafectos al régimen en otro tiempo) el enviar y depositar en determinadas tarjetas electrónicas que funcionan en los bancos cubanos el monto de una cantidad determinada para que los familiares en la isla adquieran los productos necesarios para su sustento cotidiano ya que la moneda con que le pagan su trabajo al empleado cubano no tiene el valor requerido para ello, salvo lo que garantiza la exigua canasta básica aportada bajo la sujeción de la famosa libreta de racionamiento.

Tremenda desvergüenza, desparpajo, cara de guante, relajo, abuso, chantaje emocional, lo que pretenden con tal insulto infligido a la “dignidad plena del hombre” —como diría el Maestro—, y para colmo hay familiares fuera de Cuba que, por supuesto, lo apoyan. Cada cual con su condena. Ahora, además, cierran las agencias por las cuales se le mandaba el dinero a la familia cubana para, de esta forma, obligar al familiar que vive fuera a depositar en las tarjetas bancarias, el monto como un depósito directo a la indignidad.

En fin.

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