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Actualizado: 25/04/2024 19:17

EEUU, Trump, Presidencia

Memorias de un pillo

De los alardes de un embaucador presidencial y la reverencia de los inútiles tontos, los aspirantes a timadores o los deslumbrados por el poder y la envidia

A veces producen risa. Otras, asombro. Las más, una pregunta. ¿Hacia donde marcha Estados Unidos? Los detalles de los escamoteos fiscales del presidente Donald Trump recuerdan a Groucho Marx y a ciertos personajes de La Comedia Humana. Solo que sin el humor judío o el talento francés. Pero también intimidan, dan miedo. Qué poderoso, ajeno a las leyes, astuto sin limites debe haberse sentido Trump en las noches en la Casa Blanca. Ese hombre que durante sus primeros dos años en la presidencia pago apenas unos miserables $750 al fisco, mientras sus antecesores gastaron al menos $100.000. Qué estúpidos ellos, debió haber pensado. Y posiblemente todavía lo piense.

Por su parte, sus partidarios —los fanáticos— han salido pronto a elogiarlo. Qué habilidad para escamotear el dinero mientras ellos, pobres tontos, pagan y pagan. Cabe pensar que lo dicen no con ironía sino con obediencia disfrazada de desparpajo. Sumisión hacia el líder de la tribu. Admiración y envidia. Desprecio hacia los otros porque no les está permitido mirar hacia arriba. ¿Pobres diablos o tacañería de criterio propio?

Repetición y memoria

La historia se ha repetido una y otra vez. Y una y otra vez la prensa lo ha informado. Pero a Trump y a sus fanáticos seguidores (¿o seguidores fanáticos?) parece no importarle.

“Los medios de noticias falsos, al igual que la época de las elecciones de 2016, están sacando a relucir mis impuestos y todo tipo de tonterías con información obtenida ilegalmente y solo con malas intenciones. Pagué muchos millones de dólares en impuestos, pero tenía derecho, como todos los demás, a la depreciación y los créditos fiscales”, afirmó Trump.

El presidente aparentemente se refería a otra información de The New York Times sobre sus impuestos, publicado en octubre de 2016, que reveló que éste declaró una pérdida de casi mil millones de dólares en sus declaraciones de impuestos de 1995, para así evitar pagar impuestos federales sobre la renta durante casi dos décadas.

Un mes antes, durante un debate televisado con la entonces candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, en septiembre de 2016, Trump comentó de manera memorable que no pagar impuestos federales sobre la renta demuestra que “soy hábil”.

El Times también publicó una investigación en octubre de 2018, en la que informó que Trump llevó a cabo artimañas fiscales dudosas y un verdadero fraude durante la década de 1990 para reforzar la herencia que recibió de sus padres, el equivalente actual de al menos $413 millones.

El Times presentó el domingo un relato igualmente condenatorio de las finanzas del presidente, informando que no había pagado impuestos sobre la renta en 10 de los últimos 15 años porque declaró que había perdido mucho más dinero del que había ganado.

Según el Times, Trump es responsable de los préstamos y otras deudas por un total de $421 millones, y la mayor parte de esa cantidad sería pagadera en los próximos cuatro años.

Pero Trump tuiteó el lunes que estaba en posesión de “activos extraordinarios” y añadió: “Tengo muy poca deuda en comparación con el valor de los activos”.

El presidente continuó escribiendo que “puede publicar” estados financieros personales “que muestren todas las propiedades, activos y deudas. Es una declaración muy IMPRESIONANTE, y también muestra que soy el único presidente registrado que renunció a mis $400,000 anuales más el salario presidencial”.

Este tipo de declaración solo sirve para complacer a tontos y mal intencionados. Los negocios inmobiliarios de Trump se han beneficiado con su llegada a la Casa Blanca. Pero además es falsa.

De hecho, Herbert Hoover fue el primer presidente en rechazar un salario. John F. Kennedy tampoco aceptó un salario presidencial, pero mantuvo la cuenta de gastos de $50.000 de la oficina para el “entretenimiento público” que se le exigía al presidente.

Tanto Hoover como Kennedy donaron sus salarios a instituciones caritativas.

Por su parte, Trump, que una y otra vez se ha jactado de renunciar a su salario presidencial, ha obtenido considerables beneficios financieros de su tiempo en la Casa Blanca: promocionando sus propiedades y destinando millones de dólares de los contribuyentes a sus negocios en todo el mundo.

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