Aire Frío, Cuba, Virgilio
«Aire Frío»… ¿el año que viene?
Aire Frío, de Vírgilio Piñera, pudiera ser hoy una premonición
La maldita circunstancia del agua por todas partes
me obliga a sentarme en la mesa del café.
Virgilio Piñera.
Aire Frío, considerada por algunos críticos como la mejor pieza del teatro cubano contemporáneo, parece perpetuarse en la vida real de los cubanos. Quizás por esa evocación del pasado que se hace presente, y el mantra de “¡qué calor!”, lleno de significados y significantes para quienes nacimos en la Isla, es que Aire Frío, de Virgilio Piñera, pudiera ser hoy una premonición, el anuncio de que una Nueva Era está pariendo otra “revolución”. La máxima aspiración de la familia Romaguera de tener un ventilador para escapar del ambiente tórrido y enajenante donde mal viven dura más de veinte años… y no pasa nada. Toda la esperanza de la familia, alter ego del autor, está en “el año que viene”.
Sabemos por contemporáneos y amigos, que Virgilio fue un temprano entusiasta del proceso que se inició en 1959, como la mayoría de los intelectuales que sufrieron exilio, invisibilidad y prisión durante el Batistato. Lo atestiguan los artículos y colaboraciones para el suplemento Lunes de Revolución. Pero es la frase en la Biblioteca Nacional en la llamadas Palabras a los Intelectuales frente al ex Máximo Líder, “yo no sé ustedes pero yo tengo miedo, tengo mucho miedo” la que ha quedado para la historia cultural y política cubana como profética y de un valor personal inestimable.
Quizás Virgilio lo presentía. La doble condición de homosexual y liberal, a la que sumaría la imagen de poeta críptico, y dramaturgo enigmático con humor mordaz, lo hizo víctima apetecida ante los ojos de los heraldos del Realismo Socialista. Silenciado por el poder omnímodo, extensivo por naturaleza al medio cultural, las obras dejaron de representarse, los poemas se leían en círculos de amigos —cuentan que los incineraba en público en un acto cuasi neroniano. Según el crítico Rine Leal: “el injusto silencio que rodeó sus últimos años, especialmente la década del 70, se fue diluyendo en la medida que sus obras se difundieron …su teatro se reducía a la lectura marginal y que hasta su mismo nombre era para algunos una anatema satánico…”.[i]
Piñera toma el símil del calor y el tedio, la frustración y la enajenación cotidiana de la Republica para mostrarnos desencanto y al mismo tiempo esperanza de que “el año que viene” todo será mejor. La exclamación del personaje de Luz Marina “¡que ganas tengo de comer carne con papas!” es, al decir del citado crítico, una de las expresiones más vibrantes y cubanísimas del teatro nacional de todos los tiempos.
El autor sitúa el inicio de la obra alrededor de 1940, justamente en la época de la Constituyente, tal vez el hecho más democrático acontecido en Cuba en toda la historia. Antes han pasado siete años inconsistentes, políticamente hablando, y la economía cubana, con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, comienza a mejorar. Paradójicamente, los Romaguera, como la mayoría de los cubanos, no ven luz al final del túnel. Virgilio recorre casi cuatro lustros y nos sitúa después en 1958, justamente cuando la agitación y la inestabilidad política vaticinan un nuevo cambio en Cuba.
Lo simbólico en Aire Frío no es solo la presencia del calor asfixiante, sino y más significativo, la ausencia de un ventilador, de aire fresco para huir del fastidio que se antoja eterno. Los Romaguera, como la mayoría de las familias cubanas, parecían atrapadas entre desear-necesitar y temer-rechazar el cambio; un paréntesis que se abre, insondable, entre pasado y futuro, y por lo cual es más cómodo, “seguro”, quedarse “resistiendo” —hoy dirían creativamente— la canícula a perpetuidad antes de intentar otra cosa. Quieran o no, los Romaguera estaban obligados al cambio. El epilogo así lo infiere: el cambio no depende de ellos solos, sino del entorno que muy a pesar de la frustración, el tedio y la desesperanza en la que viven, el reloj del Universo es implacable; detrás el día viene la noche, y regresará el Sol, al desaparecer la Luna.
De tal modo, la ausencia de enfriamiento en Cuba pudiera ser el fin de la inmutabilidad, del no-cambio. ¿Cómo saberlo? Muy fácil. La Isla experimenta un “cambio climático social”. El ambiente nacional enrarecido e improductivo y la ausencia de una “capa de ozono parasitaria” que permita seguir viviendo de la caridad internacional, han hecho que la vida resulte insoportable. Quienes viven en ese bochorno infernal tienen el convencimiento generalizado de que mientras allí estén jamás podrán enfriar sus vidas. No son los tiempos de los ventiladores “Orbita” derretidos tras una larga jornada, ni de los motores de las lavadoras “Áurica”, convertidos en ventiladores que caminaban hacia el dueño a Paso de Ganso inanimado.
El pueblo cubano ha sobrevivido a la canícula del 2023. Pero el régimen informa de mayores temperaturas para el 2024 sin que se vislumbren abanicos por ningún lado. Aires calientes, muy calientes por todas partes. Y miedo, rodeados de mucho miedo. Vivir en el absurdo, como en una obra piñeriana, hace que lo irracional un día se torne subversivamente racional. Así lo dejo dicho Virgilio: “…en Aire Frío me ha bastado presentar la historia de una familia cubana, por sí misma una historia tan absurda que de haber recurrido al absurdo habría convertido a sus personajes en gente razonable…”..[ii]
[i] Leal, R. Prólogo: Piñera Inconcluso, en: Teatro Inconcluso. Ediciones Unión, La Habana, 1990. 8-9.
[ii] Piñera, V. Nota Introductoria. Aire Frío. Escena Cubana. Año 1, No 3. Editorial “La Milagrosa”. Noviembre 1959, La Habana.
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