Ir al menú | Ir al contenido

Actualizado: 18/04/2024 23:36

Cuba, Raúl, Cambios

Raúl Castro no renuncia a morir como un turista

Se equivocaron quienes se “entusiasmaron” con la prórroga del período legislativo en Cuba hasta abril, lo que importa es el Pleno del Partido Comunista en marzo

La Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó extender hasta el 19 de abril de 2018 la actual legislatura, que debía concluir el próximo 24 de febrero después de la celebración de unas elecciones generales. Por pocas horas, la noticia ocupó titulares en la prensa internacional, y desató comentarios y especulaciones sobre si ello constituía una especie de preanuncio de que Raúl Castro no se retiraría del poder administrativo el próximo año, como se esperaba y él mismo había dicho.

Por breves horas.

Porque durante el discurso de clausura del período legislativo, el propio gobernante ratificó su partida.

“Finalmente, compañeras y compañeros, deseo ratificar lo ya expresado por mí en el Sexto y Séptimo congresos del Partido acerca de la conveniencia de limitar a dos términos de cinco años el ejercicio de los principales cargos de la nación. En consecuencia, cuando la Asamblea Nacional del Poder Popular se constituya el 19 de abril del próximo año, habrá concluido mi segundo y último mandato al frente del Estado y el Gobierno y Cuba tendrá un nuevo presidente”, dijo Raúl.

Una vez más, la pesadilla de adelantarse a los acontecimientos, y lanzar como información lo establecido por fuentes parcializadas y datos incompletos, volvió a jugarle una mala pasada a ciertos periodistas. Algo común en la época de internet y de las bien y mal llamadas fake news.

Cierto que existían ciertas claves para dicha especulación, a partir de la extensión del cronograma de las elecciones generales. Cierto también que la ocasión se vio propicia para retomar distintos análisis —sin importar si eran bien fundamentados sino por el simple hecho de que habían encontrado eco en la prensa fuera de la Isla—, así como los ocasionales comentarios de figuras cercanas al Gobierno cubano, y que iban desde una declaración de Mariela Castro en junio, en que afirmó que “hay mucha gente que no quiere que mi padre deje el poder, mucha gente que está presionando para que no lo haga”, o incluso unas palabras lanzadas recientemente por el propio Castro durante una visita a Santiago de Cuba: “El 26 de julio les hablo”; donde cabía suponer que la promesa de un discurso durante la celebración de la fecha más importante del calendario revolucionario cubano era todo lo contrario a un anuncio de retirada de la dirección del Gobierno.

Sin embargo, a favor del argumento de que todo seguía por el camino pautado estaba el hecho de que las elecciones municipales, fijadas originalmente para octubre, ya habían sido pospuestas por un mes y celebradas en nuevas fechas, primera y segunda vuelta, por las mismas razones —pretexto, dirán otros— que ahora: “la situación excepcional” provocada por el paso del huracán Irma en septiembre de este año.

Bastó un anuncio de prórroga de casi dos meses para darle fuerza a esa especie de euforia a la inversa, de que realmente “Raúl no se iba”. En Miami, una ciudad tan apegada al castrismo, ello se entiende (“Raúl Castro no se va en febrero, Cuba pospone las elecciones”, fue el título desacertado e incompleto del Nuevo Herald).

En España no tanto.

“La tan esperada transición de poder en la cúpula de Cuba se demora. El general Raúl Castro seguirá en el poder al menos dos meses más después de que el Parlamento aprobara este jueves en La Habana una extensión del periodo legislativo en curso, que debía concluir el 24 de febrero de 2018, hasta el 19 de abril. El suspense en torno a la sucesión cubana crece”. Con este párrafo encabezó la noticia el diario español El País.

Sin embargo, la fecha importante anunciada ayer no fue tanto la extensión del actual período legislativo como la celebración de un Pleno del Partido Comunista de Cuba en marzo del año que viene. Lo llamativo de esta próxima reunión —algo que puede resultar paradójico y difícil de entender fuera de la Isla— es su propio anuncio.

Esta segunda notica se produjo en un encuentro (el IV Pleno), del que solo se supo su realización por lo aparecido en el diario Granma. Lo que vale destacar es que la breve nota del periódico partidista especifica que el objetivo de la siguiente cita es “la proyección estratégica para los años venideros”.

Lo que pasaron por alto algunos periodistas, más allá de titulares y en el ángulo que le dieron a lo que reportaron, fue la personalidad de Raúl Castro, que se caracteriza por los pasos pautados y las decisiones de acuerdo al procedimiento establecido.

El dicho repetido hasta la saciedad, de la preocupación de Raúl Castro por dejarlo todo amarrado antes de su partida —parcial o total, física o del poder— vuelve a cobrar vigencia.

Lo que ocurre en estos momentos no es tanto que Raúl “no quiere irse”, sino la forma en que se irá, y aquí el lector pude agregar comillas a su gusto.

“Yo me voy a retirar, pero claro, siempre con un pie en el estribo”, dice el escritor Norberto Fuentes que en una ocasión le comentó Raúl Castro.

Esa tendencia o manía de controlarlo todo —“a mí no me gusta eso del figurado de Fidel. A mí lo que me gusta es controlar los hilos”— es lo que sustenta esa salida anunciada[1] y puesta en duda por algunos.

En los últimos meses se ha susurrado en ciertos círculos cercanos al poder en Cuba, o entre exfuncionarios de alto rango, de que la salida de Raúl era absoluta, que incluso se retiraría de su cargo como primer secretario del Partido, y curiosamente la fecha que se mencionaba era marzo. Hoy cabe preguntarse cuánto hay de cierto en ese rumor limitado, demasiado limitado para que llegara a la calle e incluso para comentarlo en un escrito hasta ahora. Continúa siendo improbable que abandone el cargo partidista el próximo año, pero su retirada de la presidencia en abril es el primer capítulo de una salida en dos fases, si le queda tiempo. 

Un artículo de Rui Ferreira en CUBAENCUENTRO ya había hecho referencia a una posible reunión del Partido el próximo año: “El plan parece ser que antes del verano, en una fecha no definida —por lo menos no ha sido anunciada— se convoque una conferencia del partido gobernante, no necesariamente un congreso, pero que está previsto en los estatutos de la organización política, para nombrar un sustituto. Quien será es una de las incógnitas más profundas de la sociedad cubana actual. Al menos a nivel popular la única seguridad es que la vieja generación pasará a ‘retiro’”.

Pese a la existencia de factores externos —Trump, Venezuela, Rusia— que pudieran estar influyendo en cualquier decisión sobre la formación del próximo gobierno cubano —incluso más allá del puesto de mandatario—, lo que parece fundamental es esa especie de “cuadre de caja”: que Raúl considere garantizado el que su elegido no será cuestionado luego de un traspaso de poder —aunque solo sea en el ámbito administrativo del país— y garantizar a sus aliados más cercanos —Venezuela y Rusia— que hay que impulsar las reformas parciales internas para que todo continúe siendo lo mismo, algo que, por otra parte, tampoco es ajeno a ellos.

Esta debe ser la cuestión para alguien que no toma decisiones desojando margaritas o bajo la duda hamletiana, sino de acuerdo a su esencia de conspirador nato, que ha desarrollado durante toda su vida.

Y aquí brota esa diferencia fundamental entre los hermanos, donde Fidel Castro terminó aferrado a lo que consideraba su ejemplo —“Las ideas comunistas permanecerán”, dijo en su último y breve discurso ante el Partido— y a sus “reflexiones” sobre la situación internacional, mientras que Raúl ha asistido —entre el temor y la frustración— a su incapacidad de lograr hacer avanzar al país en lo económico, aunque no en lo político, porque esto último nunca ha sido su objetivo.

Sin el apresuramiento por enfatizar el hecho de la prórroga por apenas dos meses, para lanzarse a la especulación y el “suspense”, los reporteros hubieran hecho mejor en detenerse y esperar a leer, o mejor ver, el discurso del gobernante —algo que, repito, se ha convertido casi en una tarea imposible en la situación existente en la prensa cotidiana actual. Porque más allá de consignas y de los párrafos de ocasión habituales, el texto tiene un marcado carácter reformista.

Castro retomó el tema de la unificación monetaria, que parecía olvidado, y constituye la muestra más evidente del fracaso hasta ahora de su política reformista en el campo económico.

“Nadie puede calcular, ni el más sabio de los sabios que tengamos nosotros, el elevado costo que ha significado para el sector estatal la persistencia de la dualidad monetaria y cambiaria, la cual favorece la injusta pirámide invertida, donde a mayor responsabilidad se recibe una menor retribución y no todos los ciudadanos aptos se sienten motivados a trabajar legalmente, al tiempo que se desestimula la promoción a cargos superiores de los mejores y más capacitados trabajadores y cuadros, algunos de los cuales emigran al sector no estatal.

Debo reconocer que este asunto nos ha tomado demasiado tiempo y no puede dilatarse más su solución”, afirmó Castro.

De igual forma, se refirió al sector productivo no estatal: “No resulta ocioso en este sentido, ratificar que no renunciamos al despliegue y desarrollo de las formas de gestión no estatales en nuestra economía”. Al mismo tiempo, enfatizó: “Ni retrocederemos ni nos paralizaremos”, en ese aspecto. Consideró que “debemos consolidar la todavía incipiente participación de la inversión extranjera en nuestra economía, dirección que en el transcurso del año 2017 mostró resultados superiores, pero ciertamente es todavía insuficiente”.

El mandatario se refirió brevemente a lo que considera “la transformación paulatina y el perfeccionamiento del sistema empresarial estatal”, donde se han establecido nuevas normas jurídicas que representan “un paso más en el objetivo de separar las funciones estatales de las empresariales e incrementar la eficiencia y organización, otorgándole mayor autonomía en su gestión”.

De dichas normas, publicadas en la Gaceta Oficial de Cuba, se ha comentado poco, no en la prensa extranjera sino en la oficial cubana —que se caracteriza por tratar dichos asuntos limitándose a repetir consignas y a decir nada o casi nada de valor—, pero significan una mayor independencia de las empresas del poder central, lo que debe traducirse en más eficiencia. Por supuesto que siguen siendo empresas estatales —con las limitaciones que en algunos casos ello ocasiona—, pero si resultan más productivas en última instancia significarán una mejora en la situación económica del país.

Por supuesto que Castro es mucho mejor describiendo males que en las soluciones que propone, y ausente de su discurso estuvieron los grandes problemas que afectan la vida del ciudadano de a pie. Ello para no hablar de la falta de libertad y la carencia de democracia. Pero no se trata de decir que es un buen gobernante, sabemos desde hace tiempo que no lo es. Lo que se señala aquí es la continuación, para el próximo año, de un proceso paulatino —demasiado lento y por momentos odioso para quien escribe este texto— de modificación del país. Y ese proceso está ocurriendo incluso más allá de los objetivos e intereses de quienes lo gobiernan.

A los efectos de ese cambio, quizá uno de los aspectos más admirables —no la acción de admirar sino el signo de exclamación— es la persistencia en el exilio de falso ídolos, que van de Trump a Soler y Rodiles, y que no cuentan para nada. Y es seguro que lo escrito aquí no se repetirá entre los que toman café en el Versailles, quienes siguen convencidos de que no hay que creer ni una sola palabra de lo que dice Castro. Pero ayer asistimos a la confirmación de la voluntad de Raúl de Castro de morir como un turista, o tal vez en el estribo del Partido.


[1] “No voy a llegar a tatarabuelo (…) porque se van a aburrir los cubanos de mí”, dijo Raúl Castro durante una visita a México en noviembre de 2015. “El 24 de febrero de 2018 concluyo y me retiraré”, agregó durante una comida en una famosa quinta de Mérida, la primera ciudad mexicana que conoció en su juventud.

El 24 de febrero de 2013, al reelegirse para un segundo mandato de cinco años, Castro dijo que abandonaría el cargo y no optaría a una tercera reelección tan pronto terminara su mandato.

“Este será mi último mandato”, dijo Castro entonces, sin precisar la fecha de su retiro.

Vea la noticia completa en: Univisión.

© cubaencuentro

En esta sección

Los tontos y el gobierno

Julio Aleaga Pesant , Manzanillo | 15/04/2022

Comentarios


El Mal no viene solo de los Urales

Ariel Hidalgo , Miami | 11/04/2022

Comentarios


Respuesta a Esteban Morales

José Gabriel Barrenechea , Santa Clara | 07/04/2022

Comentarios




Putin está ganando la guerra

Alejandro Armengol , Miami | 11/03/2022

Comentarios


La guerra contra las ideas en Cuba

Alejandro Armengol , Miami | 23/02/2022

Comentarios


El embargo, 60 años y sigue

Alejandro Armengol , Miami | 07/02/2022

Comentarios


Sin los Castro

Alejandro Armengol , Miami | 18/01/2022

Comentarios


La crisis de la «baja» cultura en Cuba

Francisco Almagro Domínguez , Miami | 14/01/2022

Comentarios


Cuba, fin de una estirpe

Justo J. Sánchez , Nueva York | 10/01/2022

Comentarios


Subir