Trump Jr., EEUU, Trump
«Smoking Gun & Smoking Pot»
A la postre no hay nada comprometedor en todos y cada uno de los contactos ocasionales con rusos y rusas que tuvieron Flynn, Sessions, Trump Jr. y demás miembros del equipo de campaña de Trump, afirma el autor
Vamos a imaginarnos que el productor musical Antonio Marquis Reid —quien organizó la recaudación de fondos en que Hilaria Clinton se retrató con Beyoncé Knowles— avisó por correo electrónico a Chelsea Clinton que la abogada rusa Larisa Brycheva (asistente de Putin y miembro del Consejo Directivo Administración de la agencia gubernamental Rosatom, que en octubre de 2010 adquirió el paquete de control de las acciones de la compañía canadiense Uranium One, con inversores que donaron $8.65 millones a la Fundación Clinton, para disponer así de la quinta parte de la minería de uranio en Estados Unidos con el consentimiento de la Secretaria de Estado Hilaria Clinton) quería dar “información confidencial de alto nivel” contra Trump como “parte del respaldo de Rusia y su Gobierno” a Hilaria.
Chelsea, o incluso la propia Hilaria con su mayimbe de campaña John Podesta, hubieran ido que se mataban a ver a Brycheva. Nada hay de malo en buscar info que se ofrece, pero como no es Reid con Chelsea, sino Rob Goldstone con Trump Jr., hay que Trumpetear, aunque no sea Brycheva, sino Natalia Veselnitskaya, abogada fuera del organigrama del Kremlin sin nada que ofrecer realmente para enfangar a Hilaria e interesada tan solo en abrogar la Ley Magnitsky (2012).
Veselnitskaya viene haciendo campaña legal y mediática contra esta ley, que prohíbe entrar en USA y usar su sistema bancario a ciudadanos rusos bajo sospecha por la muerte en prisión (2009) del abogado y auditor Sergei Magnitsky, quien investigaba casos de fraude entre funcionarios del Kremlin. Un cliente de Veselnitskaya, Denis Katsyv, es dueño de Prevezon Holdings, que en mayo de 2017 llegó a un arreglo con las autoridades estadounidenses y pagó una multa de $5.8 millones por haber servido de lavandería del dinero sacado de Rusia mediante el fraude descubierto por Magnitsky. Hasta aquí la historia, pero como hay que Trumpetear…
- The New York Times soltó en primera plana que la reunión con Veselnitskaya es “el primer indicio público de que al menos alguien del equipo de campaña de Trump estaba dispuesto a aceptar ayuda de Rusia”, como si en el bando contrario —o en cualquier otro bando— no hubiera habido igual disposición en caso de recibir igual ofrecimiento.
- The Times siguió la rima en primera plana con que la solicitud de reunión y la agenda llegaron a Trump Jr. por correo electrónico, como si se tratara de Robert Hansen dejando intel debajo de un puente en Foxstone Park.
- CNN tiró ráfagas de reportajes en la línea editorial de que ahora sí vamos a construir el patíbulo de Trump, Politico se apeó con que la acción de Trump Jr. pudiera ser criminal y Huffington Post remachó con que la reunión con Veselnitskaya era la prueba concluyente (smoking gun).
La cosa empezó porque Trump conspiró con Putin para desbancar a Hilaria. Como ni Putin alteró la cuenta de los votos ni Trump conspiró jamás con nadie, la cosa pasó a que Putin trató de influir en las elecciones y Trump tuvo que haber conspirado en tal intento, porque… No hay que dar muchas vueltas: porque ganó las elecciones.
Fumata Cannabis
El frenesí mediático trae su causa de fumar marihuana(smoking pot) de la marca recreativa Never Trump. Nada tiene de criminal que un ciudadano estadounidense, sin cargo en el Gobierno y trabajando en equipo de campaña electoral, vaya a reunirse con la amiga rusa de otro amigo que le dijo que ella tenía info sobre un rival político. A no ser que la borrachera llegue al extremo de tornar la información como algo tangible para meterla a la fuerza en que al ejercer la política no se puede aceptar nada de valor de agente extranjero.
Así cunden los humos sin fuego de “collusion”, “obstructionof justice”, “misleading conduct”… Y son tan densos que ocultan a los criminales en serie involucrados en unos 125 reportajes con filtración de información desde que Trump asumió la presidencia, según la compilación de Kimberley Strassel (The Wall Street Journal). Esta mafia criminal está formada por las fuentes de tales reportajes, que se identifican al descaro como “U.S. officials,” “former U.S. officials,” “senior U.S. officials,” “intelligence officials,” “national security officials,” “Justice Department officials,” “defense officials”, “law-enforcement officials”…
En los primeros 100 días de la primera administración Obama salieron de los archivos gubernamentales casi exclusivamente los memos sobre tortura de la administración Bush, que el propio Obama reveló. Hoy en día salen al ruedo mediático informaciones obtenidas por escuchas telefónicas y otros medios de vigilancia electrónica, que incluyen los nombres de las personas bajo control y sus ubicaciones, así como informes del FBI, resúmenes de discusiones internas, emplazamientos y citaciones ante gran jurado, conversaciones del Presidente con líderes extranjeros… Este crimen organizado no tiene defensa ni siquiera como whistleblower a lo Snowden, porque sus mafiosos no han revelado ningún crimen de Trump, sino que se enfilan a desacreditar al presidente electo con la vana ilusión de que otros usen la información filtrada para tumbarlo por impeachment o incapacidad.
Irónicamente, medios sin interés alguno en los 30 mil correos electrónicos que Hilaria Clinton, como Secretaria de Estado, guardaba con pueril imprudencia en servidor privado y aun borró después de haberles sido requeridos por el Congreso, tienen ahora especial interés en averiguar qué había detrás de la bufonada de Trump al respecto: “Russia, if you’re listening, I hope you’re able to find the 30,000 emails that are missing”. Pero esta bufonada nada tiene que ver con la seriedad con que, por ejemplo, el NYTimesino Nicholas Kristof tuiteó esta instigación a delinquir el 6 de marzo pasado: “If you’re in IRS and have a certain president’s tax return that you’d like to leak, my address is: NYT, 620 Eighth Ave, NY NY 10018”. Ningún empleado del IRS puede dar info de impuestos a nadie ajeno al declarante. Hacerlo está conminado hasta con cinco años de cárcel.
¿Qué hace el FBI cuando un ladrón roba de una casa documentos que incriminan al propietario? Muy sencillo: proveen esos documentos a la fiscalía para sostener la acusación contra la víctima del robo. Sin embargo, esto no puede hacerse si el ladrón es agente del FBI mismo u otra oficina del Gobierno. Así queda marcada la diferencia entre Trump Jr., encantado por la información ofrecida por la abogada rusa, y los empleados o exempleados del Gobierno, inclusive oficiales de la comunidad de inteligencia, quienes desencantados con que Trump ganó las elecciones filtran info que, por razón de sus cargos, tienen la obligación legal de no divulgar.
A la postre no hay nada comprometedor en todos y cada uno de los contactos ocasionales con rusos y rusas que tuvieron Flynn, Sessions, Trump Jr. y demás miembros del equipo de campaña de Trump. Ninguno de ellos dio importancia a tales encuentros políticamente irrelevantes, tal y como Hilaria no dio importancia a sus correos electrónicos borrados porque no eran relevantes.
Sólo que la batería mediática anti-Trump no tiene más remedio que imprimir giro sensacionalista a todo dato de conexión rusa que aun siendo nothing burger encubre la falta de sentido común implícita en sostenerse que Trump se robó la elección con ayuda coordinada de antemano con Putin.
Coda
© cubaencuentro
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