Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Filmes de acción y aventuras, comedias, películas de samuráis y musicales, son los géneros que dominan en las películas más taquilleras estrenadas en Cuba en las décadas de los 60 y los 70

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Desde hace un buen tiempo vengo rumiando la idea de escribir este trabajo. Lo suyo hubiese sido poder contar con una lista proporcionada por el organismo que ha llevado esos datos. Gestiones para obtenerlos no han faltado por mi parte. Pero confieso que por experiencias anteriores que tuve, opté por no hacerlas personalmente. Pedí a una persona de toda confianza que trabaja en el ICAIC que tratara de conseguir las cifras en cuestión. Desde entonces, ha transcurrido año y pico y aún, es un decir, sigo esperando. La señora que se encargaba de recopilar esa información se jubiló y nadie tiene la más remota noción de a dónde fueron a dar esos papeles. Supongo que para averiguarlo habría que recabar los esfuerzos unidos de Auguste Dupin, Sherlock Holmes, Hercules Poirot, Sam Spade, Miss Marple, el padre Brown, Philip Marlowe, el inspector Maigret, Eras Fandorin y Kurt Wallander. De modo que al final acabé por rendirme a la evidencia de que únicamente podía contar con mi buena memoria para hacer un repaso de las películas más taquilleras exhibidas en Cuba en las décadas de los 60 y los 70. Es lo que he hecho, y el resultado se plasma en las líneas que siguen.

Estoy seguro de que unos cuantos lectores han de recordar una película que tuvo una enorme aceptación en Cuba en 1962. No puedo decir con exactitud cuántas, pero como mínimo fueron treinta las semanas que se mantuvo en cartelera en el habanero Cine Duplex, eso tras haber cumplido la programación en el circuito de estrenos. Hablo del filme checo Vals para un millón (1960). Es una comedia sin grandes pretensiones que tiene como protagonistas a dos jóvenes de provincia que van a Praga durante las Espartaquiadas. El chico es trompetista y ella trabajadora en una vaquería. Se enamoran a primera vista y para impresionarla él finge ser de la capital. Ella descubre el engaño y a partir de ahí se distancia de él, aunque por supuesto, al final como es de rigor se reconcilian. Es una historia de amor grata y refrescante, que además tiene el aliciente de no incluir mensajes ideológicos explícitos. Entre sus atractivos están también los escenarios naturales y sobre todo su banda sonora. En Cuba se hizo muy popular el tema instrumental que se escucha a lo largo del filme.

Aunque en esos años el cine soviético que se exhibía en Cuba se centraba en temas como el de la Guerra Patria, ocasionalmente nos llegaron algunas películas de corte más comercial que disfrutaron de buena acogida. Las primeras en conectar con el público popular fueron El hombre anfibio y Tigres en alta mar, ambas realizadas en 1961. La primera es un filme de ciencia ficción que en la antigua Unión Soviética fue visto por 67 millones de espectadores. Cuenta una historia de amor entre la hermosa hija de un pescador y un hombre que vive bajo el mar. Se ubica en las costas de Argentina, donde un monstruo al que llaman “el diablo del mar” tiene aterrorizados a los pescadores. En realidad, es un joven a quien su padre, un experto en trasplantes de órganos, adaptó las agallas de un pez para que pudiera sobrevivir. Es él quien salva a la joven cuando es atacada por un tiburón. La protagonista es interpretada por Anastasia Vertinskaia, quien después se hizo internacionalmente famosa por sus trabajos en Hamlet, La guerra y la paz y Ana Karenina, que le ganaron el apelativo de “la Vivian Leigh rusa”.

En un escenario similar se desarrolla Tigres en alta mar. Un barco soviético zarpa de un puerto de África con una carga tan costosa como extraña: tigres, leones y un travieso chimpancé. Responsabilizado de esos animales va un domador que en realidad es un cocinero que aceptó hacerse pasar como tal para volver a su país. Al poco tiempo de estar navegando, empiezan a ocurrir misteriosos incidentes. El primer oficial los atribuye a Marishka, una problemática mujer que trabaja en la cocina y es sobrina del capitán. Pero el verdadero caos se desencadena cuando el chimpancé abre las jaulas de los animales, que pasan a desatar el terror en toda la tripulación. Quien resuelve el embolado es Marishka, que logra amansar a leones y tigres y devolverlos a sus jaulas. Ese papel lo interpreta Margarita Nazarova, una famosa artista de circo que se especializaba en los números con animales salvajes.

A aquellas dos cintas se sumó después Los vengadores incapturables (1966), en la que la guerra civil que siguió a la revolución de octubre de 1917 es recreada mediante el formato del cine de aventuras. Sus protagonistas son cuatro jóvenes que logran infiltrarse en la banda de un atamán, para vengar la muerte del padre de uno de ellos. Aquel filme tuvo después dos secuelas, Nuevas aventuras de los incapturables (1968) y La corona del imperio ruso (1971). En ellas los intrépidos jóvenes son ahora miembros regulares del Ejército Rojo. En la extinta Unión Soviética aquellos filmes alcanzaron una gran popularidad. El primero fue visto por 54 millones de espectadores, mientras que el segundo acumuló 66. La tercera parte de la trilogía tuvo menos aceptación, pues su director no quería rodarla y la hizo por las presiones de Mosfilm.

Un melodrama oscarizado

En la década de los 70, el cine soviético sumó otros dos éxitos de taquilla, aunque pertenecientes a géneros muy distintos. Uno fue la epopeya bélica en cinco partes Liberación (1969-1971), del director Yuri Ozerov, hecha en coproducción con Polonia, Yugoslavia, Italia y la RDA. Cubre desde la primavera de 1943, cuando se produjo el bombardeo nazi de Kursk, hasta la toma de Berlín en mayo de 1945. Según se dice, fue un encargo expreso del Comité Central, a manera de respuesta al filme norteamericano El día más largo. Es, por tanto, una obra propagandística, aunque hay que reconocer que se hace un uso moderado de este recurso. Fue rodada con grandes medios, lo cual se nota en las escenas panorámicas con despliegue de tropas y blindados.

El otro título de esos años al cual me refiero es Moscú no cree en lágrimas (1979), que tenía el importante aval de haber recibido el Oscar a la mejor película extranjera. Aparte de sus méritos artísticos, a eso contribuyó el hecho de que está realizada en clave de melodrama, un género muy hollywoodense. Narra la historia, desde la juventud hasta la madurez, de tres amigas que llegan a Moscú a estudiar y, de paso, a buscar la felicidad. La trama ocurre desde 1958, durante el apogeo de la etapa de Nikita Jrushov, hasta fines de los años 70. Sin embargo, no hay referencias históricas y políticas directas, aunque de refilón se satiriza la realidad. Hasta entonces, ninguna película soviética había tratado tantos problemas sociales y sicológicos de la vida de las mujeres, entre ellos el de las madres solteras. Eso explica el gran éxito que tuvo allí (84 millones de espectadores), pese a que inicialmente se estrenó en muy pocas copias: en Moscú, por ejemplo, comenzó solo con dos. Como detalle curioso, antes de reunirse con Mijaíl Gorbachov el presidente Ronald Reagan vio varias veces Moscú no cree en lágrimas, para tener una mejor comprensión del “alma rusa”.

A esos títulos procedentes de las cinematografías de lo que entonces se llamaba el campo socialista, se suma el filme búlgaro Los ángeles negros (1970). Sus protagonistas son seis jóvenes, tres muchachas y tres muchachos, que integran un grupo clandestino que realiza acciones contra oficiales que colaboraban con los nazis (durante la Segunda Guerra Mundial, Bulgaria se alió con Alemania). La clave del éxito que tuvo aquella película no radica en su temática, sino en la manera como es tratada. En primer lugar, para dar vida a los personajes se escogieron actores y actrices de físico atractivo. Otro detalle significativo es que el vestuario que estos usan no corresponde al de los años 40, sino que sugiere el de ese momento. Asimismo se advierte un intento de presentar un retrato veraz de unos seres humanos que ríen, hacen bromas, se enamoran entre ellos y también cometen errores. Incluso en los ajusticiamientos que llevan a cabo, hay mucho de inmadurez, pues son verdaderos actos suicidas. Los miembros del grupo empiezan así a morir durante los atentados, lo cual lleva a sus compañeros a salir a vengarlos y a caer ellos, a su vez, bajo las balas enemigas. Sin ser una película significativa, Los ángeles negros tiene un nivel de realización que está muy por encima del de, por ejemplo, la trilogía de los vengadores incapturables.

Una cinematografía que tuvo una fuerte presencia en las salas de Cuba en las dos décadas que aquí se repasan, fue la japonesa. Tomo del libro de María Eugenia Douglas La tienda negra un dato que lo ilustra. En 1960 se estrenaron 8 películas de ese país, cifra que contrasta con las 23 proyectadas en 1970. En lo que se refiere a aceptación popular, los espectadores demostraron una clara preferencia por los filmes de artes marciales (La leyenda del judo, Karate campeón) y sobre todo de samuráis (o chambara, como se llaman en japonés). Entre los títulos más populares de este último género que se exhibieron en Cuba, están Venganza de sangre, El audaz y el castillo, Samurái rebelde, Kiba el lobo, La espada maldita, 17 invisibles, Samurái invisible, Duelo sin fin, Tange Sasen y la espada.

Pero pese a que consiguieron una buena recaudación en taquilla, ninguno de esos títulos logró acercarse al éxito que alcanzó la serie de Ichi, el esgrimista ciego. Ese furor comenzó en noviembre de 1967, cuando llegó a nuestras pantallas El esgrimista ciego y el experto en ajedrez (la última película que se vio fue Canción de Ichi, estrenada en octubre de 1977). Su personaje central lo interpretaba Shintaru Katsu, quien en total realizó 26 películas, más una serie de televisión de 111 capítulos. La saga fue dirigida por Kenji Misumi, un cineasta que aunque es considerado uno de los principales exponentes del chambara, también se destacó en los dramas de épocas. En Japón, las películas de Zatoichi fueron sumamente populares y su eco llegó incluso a occidente: en 1990 el actor holandés Rutger Hauer protagonizó Furia ciega, un remake del noveno filme de Zatoichi. Asimismo en 2003 Takeshi Kitano ganó el premio al mejor director en el Festival de Venecia con Zatoichi. Cinco años después, otro famoso director japonés, Takashi Miike, llevó a escena una de las aventuras del personaje.

Un esgrimista ciego y bastante atípico

Quienes tuvieron la oportunidad de ver películas como Destello de la espada de Ichi, Masajista Ichi y el cofre de oro y La venganza del esgrimista ciego, han de recordar que su protagonista es un héroe bastante atípico. Está lleno de humanidad y humor, y en él la heroicidad se mezcla con la picardía. No vacila en enfrentarse a las bandas locales para defender a los pobres, pero igualmente es putañero, le gusta beber y es amigo de los juegos ilegales. A pesar de sus limitaciones físicas, es muy rápido y diestro con la espada. Entre sus habilidades están el poder cortar en tiras un pañuelo de seda y el convertir en minúsculos trocitos una mosca que pasa volando. Zatoichi tuvo una versión femenina, la ciega Oichi, cuyas películas también se exhibieron en Cuba. Pero su popularidad fue menor y su vida mucho más efímera.

En diciembre del año pasado, el esgrimista invidente regresó a las pantallas habaneras, para regocijo de sus nostálgicos seguidores. El Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, con la colaboración de la Fundación Japón y la embajada de ese país, programó en el multicine Infanta el ciclo Espadachines, doncellas y fantasmas: el cine de Kenji Misumi. Dentro de los siete títulos que se exhibieron, fueron incluidas algunas cintas de Zatoichi, entre ellas Historia de Ichi (1962), que nunca se estrenó en Cuba y que fue la que dio inicio a la exitosa serie.

No creo que quienes entonces acudían a las salas a ver los filmes del esgrimista ciego fueran atraídos por el actor que lo encarnaba. Iban sencillamente a ver una película de Ichi. En cambio, quienes acudían a ver Las tribulaciones de un chino en China o El tulipán negro iban atraídos por el nombre de sus respectivos protagonistas, los actores franceses Jean Paul Belmondo y Alain Delon. Ambos se convirtieron en marcas registradas que los espectadores identificaban. A eso además se sumaba que parte de su filmografía de esos años se ubica en géneros de tanta aceptación en el público como el cine de acción y aventuras y el de gánsteres. En Cuba Belmondo cimentó su popularidad a través de títulos como El hombre de Río y Cartouche, mientras que Delon hizo lo propio con A pleno sol, Diabólicamente tuya, Tratamiento de choque, La jaula del amor, El samurái, El círculo rojo, Tony Arzenta.

Aunque era mucho mayor que Belmondo y Delon, otro actor francés disfrutó de la aceptación de los espectadores cubanos. Me refiero a Jean Marais, quien después de ser el alter ego de Jean Cocteau y trabajar en proyectos de ambición cultural a las órdenes de directores como Luchino Visconti, Jean Renoir, René Clément y Jean Delannoy, en la década de los 60 se especializó en personajes de aventurero, personificando sucesivamente a héroes de leyenda como el capitán Fracasse, el Hombre de la Máscara de Hierro, el Conde de Montecristo (en sus películas de capa y espada nadie le doblaba). Pero los cubanos de esa época lo recuerdan como el periodista Jerome Fandor, que provocó la ira de Fantomas al publicar una entrevista ficticia con él. Sobre Fantomas, uno de los grandes villanos de la cultura pop europea, se rodaron tres cintas: Fantomas, Fantomas se desencadena y Fantomas contra Sotland Yard. Tras la primera de esas cintas, Marais rodó El caballero de Cocody, sobre las aventuras que vive un diplomático, luego que se ve envuelto en una trama de tráfico de diamantes y debe enfrentarse a los miembros de una secta secreta.

La trilogía de Fantomas sirvió además para dar a conocer en Cuba al actor cómico francés Louis de Funes. Allí interpretaba al inspector Juve, el único que, tras numerosos atentados y asesinatos, sostiene la teoría de la existencia de Fantomas, pero a quien la mayoría de la opinión pública ridiculiza. A partir de entonces, contó con el respaldo incondicional de nuestro público, que disfrutaba con el personaje gruñón, colérico y gesticulante que repartía bofetadas, al que Louis de Funes dio vida. De su amplia filmografía (rodó más de un centenar de películas) tuvieron notable éxito en la Isla cintas como Hibernatus, El hombre orquesta, La fuga fantástica, Manía de grandeza. Treinta años después de su muerte, en Francia sigue siendo uno de los cómicos más populares. Una de sus comedias, La gran juerga (1966), ocupa el tercer puesto de los filmes más taquilleros, solo superado por Titanic y Los intocables.

Musicales españoles y spaghetti westerns

Un fenómeno muy curioso es la enorme popularidad que tuvieron varias películas musicales españolas. Digo que es curioso porque ni siquiera en su propio país alcanzaron un éxito similar. En el caso de La vida sigue igual (1969), incluso se puede hablar de auténtico furor. Muchos recordarán que para ver aquella película que contaba los inicios como cantante de Julio Iglesias, había que hacer unas colas kilométricas por varias horas. Aunque no consiguieron igualar ese nivel de aceptación, también convocaron a un numeroso público Solos los dos (1968), con Marisol, Cantando a la vida (1968), con Massiel, Las leandras (1969), con Rocío Dúrcal, y La cera virgen (1972), con Carmen Sevilla. Esta última, sumaba a las canciones el erotismo ingenuo de la voluptuosa protagonista, en una época en que en Cuba era poco lo que se permitía mostrar en la pantalla en el plano sexual. Vistas hoy y con excepción tal vez de Las leandras, resulta difícil comprender por qué unas películas tan rematadamente malas gustaron tanto.

Un subgénero que tuvo su auge en esas décadas fue el spaghetti western. En Cuba no se vieron muchas de sus películas más famosas, por ejemplo, las dirigidas por Sergio Leone: Por un puñado de dólares, La muerte tiene un precio, El bueno, el feo y el malo. De Leone solo se proyectó, con seis años de retraso, Érase una vez en el oeste. Entre los filmes que sí se estrenaron y tuvieron buena acogida popular, están algunos de los que hizo Giuliano Gemma, uno de los actores más famosos. Lo pudimos ver en Vivos o preferentemente muertos, así como en las comedias de acción Kiss kiss, bang bang y También los ángeles comen judías, donde compartió protagonismo con Bud Spencer. Este formó una popular pareja con Terence Hill, de la cual los cubanos vimos Y si no, nos enfadamos y Le llamaban Trinity.

Para quien no conozca la realidad política del país en las dos décadas que aquí se repasan, ha de ser un hecho escandalosamente notorio la escasa presencia de una cinematografía como la norteamericana, la más grande productora de éxitos de taquilla. Acudo de nuevo a las páginas del libro de María Eugenia Douglas. En 1960 se estrenaron en Cuba 210 filmes de Estados Unidos, mientras que en 1970 la cifra se reduce a…1. No hace falta que explique las razones. Probablemente se me escape alguno de los años anteriores, pero no logro recordar ningún título norteamericano que fuera exitoso en la Isla antes de la década de los 70. Fue entonces cuando se estrenaron la primera parte de El padrino (1974), Los pájaros (1975), Psicosis (1979). Asimismo las larguísimas colas ante la taquilla de los cines se volvieron a repetir en 1977, cuando se proyectó Tiburón.

Queda hablar, en fin, del éxito que tuvieron filmes de otros países, pero voy a detenerme aquí. Dedicaré las últimas líneas a los títulos más taquilleros de la cinematografía cubana. Para esto sí dispongo, por suerte, de una lista con las cifras de recaudación en taquilla. La leí por primera vez en el libro Le Cinema Cubain, editado por el Centre Georges Pompidou, y también la rincluye María Eugenia Douglas en La tienda negra. La reproduzco a continuación, con la cantidad de millones de espectadores que acumuló cada película al lado del título.

  1. Aventuras de Juan Quinquín. 3,2
  2. Los pájaros tirándole a la escopeta. 2,8
  3. La Bella del Alhambra. 2,8
  4. Guardafronteras. 2,5
  5. Se permuta. 2,2
  6. Elpidio Valdés. 1.9
  7. El hombre de Maisinicú. 1.9
  8. El brigadista. 1,8
  9. De tal Pedro tal astilla. 1,8
  10. Las doce sillas. 1,7
  11. Retrato de Teresa. 1,5
  12. Una novia para David. 1,4
  13. La muerte de un burócrata. 1,4
  14. Cuba ´58. 1,3
  15. Cuba baila. 1,2
  16. Lucía. 1,2
  17. Patty Candela. 1,1
  18. Clandestinos. 1,1
  19. Polvo rojo. 1,1
  20. En tres y dos. 1,0