Actualizado: 28/03/2024 20:07
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La chica que besó a Putin

El retrato de una joven rusa de la primera generación postsoviética, convierte un interesante documental en una imagen del complejo clima político de un país entre el despotismo y la democracia

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Pues señor, érase una vez una adolescente que vivía en una ciudad de provincia del centro de Rusia. Supo de la existencia de una organización juvenil que le pareció “la más impresionante subcultura”. Se unió a ella y como era guapa e inteligente, pronto se convirtió en su cara más representativa y visible. Por su entrega y fidelidad, la recompensaron con un auto, un apartamento, una plaza en una de las universidades más prestigiosas y un programa de televisión. Pero la chica conoció a unas personas que pensaban de otra manera, y poco a poco se fue dando cuenta de que la organización de la que tan orgullosa se sentía tenía su lado oscuro. Finalmente, se salió y emprendió una vida independiente.

Contada así, en términos de cuento infantil, la historia de Masha Drokova no parece despertar demasiado interés. Pero lo tiene, y mucho, pues aparte de representar el caso individual de una joven rusa de nuestros días, aporta una imagen del clima político que vive su país, donde existe una lucha entre el despotismo y la democracia. Eso es lo que ha logrado captar la realizadora danesa Lise Birk Perderson en su documental Putin´s Kiss (Dinamarca, 2011, 85 minutos). El filme tuvo su estreno mundial en el Festival de Sundance del año pasado, donde recibió el premio a la mejor fotografía. Desde entonces, se ha proyectado en algunos países. En Estados Unidos, por ejemplo, se pudo ver en Nueva York a mediados de febrero.

Este trabajo estará dedicado a comentar el documental. Pero antes de pasar a hacerlo, me parece conveniente proporcionar algunos elementos informativos que, en buena medida, no se dan en el filme. A partir del 2000, Vasili Yakemenko (1971), un joven más o menos guapo que estudió economía, empezó a hacerse notorio al frente de Caminar Juntos, un grupo juvenil declaradamente partidario de Vladimir Putin. Entre otras actividades, fue notorio por sus ataques contra el escritor Vladimir Sorokin y la banda punk Leningrad. Caminar Juntos además tenía como patrocinadores a dos compañías con vínculos con el Kremlim y Ayuntamiento de Moscú. En los medios de prensa, adquirió el sobrenombre de Putinjugend, en alusión a las Hitlerjugend o Juventudes Hitlerianas.

En el año 2004, Caminar Juntos se vio envuelta en un escándalo, cuando varios de sus miembros estuvieron involucrados en la distribución ilegal de películas pornográficas. A eso se sumaron las disputas financieras de las secciones de Moscú y San Petersburgo. Esa crisis llevó a Yakemenko a crear otra organización, a la que dio el nombre de Nashi (Nuestros). Eso data del año 2005, y ocurrió en un momento muy oportuno para el gobierno de Putin. Tan oportuno, que dista mucho de ser casual.

Entonces, en el Kremlim había un verdadero ataque de nervios a causa de los incidentes ocurridos en algunos de los antiguos países socialistas. Concretamente, se trataba de Serbia (2000), Georgia (2003-2004) y, sobre todo, Ucrania (2004). En este último, había tenido lugar la llamada Revolución Naranja. Durante quince días, medio millón de personas se lanzaron a las calles para protestar por unas elecciones que consideraban fraudulentas. Las manifestaciones populares lograron revertir el resultado de los comicios, ganados por Víctor Yanukovich, el candidato favorito de Putin. Tras una nueva votación, salió encumbrado el opositor Víctor Yuschenko.

Nashi fue creada desde arriba para cumplir una misión específica. Al iniciar el último año de su segundo mandato, Putin encargó al controversial Yakemenko la tarea de formar una organización para comprometer a los jóvenes en actividades de apoyo al gobierno. Nashi, que se define como democrática y antifascista, tiene una agenda que incluye entre sus tareas el trabajo voluntario en orfanatos, ayudar a restaurar iglesias y monumentos en memoria de la Guerra Patria, programas educacionales, campamentos de verano. Sus miembros piensan que Rusia debe ser líder del mundo en el siglo XXI, y para lograrlo es necesario apoyar al gobierno. Quienes no apoyan a este y además lo critican, son etiquetados como enemigos de Rusia.

Esta última labor pasó a ser la prioridad número 1. Putin concibió Nashi como un medio para evitar un movimiento popular como el de Ucrania. Tenía temor de que, siguiendo ese ejemplo, la juventud rusa tomara las calles. En 1905, el zar Nicolás II ordenó que sus tropas dispararan contra unos ochocientos trabajadores, que se congregaron frente al Palacio de Invierno para exigir mejores condiciones de trabajo. El ataque escandalizó a los círculos que rodeaban al zar y este se vio obligado a aceptar las reformas reclamadas por los manifestantes. Los primeros ministros y secretarios generales soviéticos después de 1917, sacaron una enseñanza de aquel hecho: la mejor manera de responder a las manifestaciones populares es evitar a toda costa que tengan lugar.

Luchar contra cualquier forma de oposición

Vladimir Putin, quien llegó al poder después de las masivas protestas ocurridas durante la etapa de la perestroika, adoptó un enfoque similar al cortar las manifestaciones de raíz, aunque la mayoría de las veces trató de evitar la violencia. Durante las elecciones de 2008, a los miembros de Nashi se les asignó la tarea de ocupar las plazas de las grandes ciudades como Moscú y San Petersburgo. Lo hicieron durante todo el día, y con eso impidieron que otros ocuparan ese espacio público para expresar cualquier protesta u oposición. La organización garantizó así que Dimitri Medvedev tuviera una transición tranquila y sin problemas.

Una vez que la “tandemocracia” Putin-Medvedev se estableció en el gobierno, Nashi pasó a encargarse de mantener su relevancia en el panorama de la Rusia postelectoral. Conviene anotar que la relación que sus miembros mantienen con Putin es literalmente la de una religión. Para ellos el mandatario es un dios. Un buen ejemplo es algo que sobre él expresa Masha Drokova en el documental. En su opinión, Putin es de esa clase de hombre que ella escogería como compañero para toda la vida. ¿Las razones? Es carismático, inteligente y, lo más importante, responsable. Va más allá en sus elogios, y declara que Putin “fue enviado a Rusia por Dios”.

Las líneas directrices por las cuales se rige Nashi tienen una gran influencia de los trabajos de Vladislav Surkov (1964), el ideólogo del Kremlim y arquitecto del actual sistema político. En mayo de 2012 fue nombrado viceprimer ministro de la Federación Rusa por un decreto presidencial. Es defensor de la “democracia soberana”, que refuta la idea de que solo puede haber un tipo de democracia. Surkov sostiene que, por el contrario, cada país debe tener la libertad de desarrollar su propia forma. Quienes echen una ojeada a la página web de Nashi, comprobarán que la única fuente que se cita son los textos de Surkov. Aunque rechaza la política de Occidente, le gusta el estilo de vida occidental. La edición rusa de la revista masculina GQ señala que le gustan los trajes a la medida del famoso diseñador italiano Ermenegildo Zegna. Asimismo en su tiempo libre Surkov compone canciones para el grupo de música Agata Kristi.

Oficialmente, el objetivo de Nashi es apoyar el gobierno, creando una futura elite entre los jóvenes más brillantes y leales. Sin embargo, en la práctica su trabajo se centra más en la lucha contra cualquier forma de oposición a Putin. Nashi proclama ser una organización democrática y antifascista, pero sus acciones demuestran algo bien distinto. Si bien es cierto que por un lado denuncian a las tiendas que venden productos caducados y alcohol a los menores (de ello se ven imágenes en el documental), por otro sus miembros tienen ideas conservadoras respecto a cuestiones como el aborto y el uso del condón. Además promueven la hostilidad hacia Europa y Estados Unidos. “Hoy Estados unidos por un lado y el terrorismo internacional por “ se empeñan en controlar Eurasia y el mundo entero”, dice el manifiesto de Nashi. Y agrega: “Su mirada está puesta directamente en Rusia. La tarea de nuestra generación es defender la soberanía de nuestro país, al igual que nuestros abuelos hicieron hace sesenta años”.

La organización además permite e incluso promueve la violencia para intimidar y socavar a los opositores al gobierno. Sus tácticas van desde los desfiles con grandes pancartas en las que aparecen fotos de los “enemigos de Rusia”, hasta defecar encima de sus autores y golpearlos salvajemente. Resulta muy significativo que en una entrevista que le hizo hace varios años Oleg Kashin, hoy uno de los enemigos jurados de Nashi, Yakemenko no tuvo reparo alguno en reconocer que al crear el perfil de la organización tomó algunas de las mejores cualidades de las Hitlerjugend, los Guardias Rojos de la Revolución Cultural China y el Komsomol de la extinta Unión Soviética (los colores y símbolos de Nashi son similares a los de esta última organización).

La asimilación que se ha hecho de esos modelos se pone de manifiesto en algunas de las acciones más notorias de Nashi. En 2006, desarrolló una campaña contra Anthony Brenton, el embajador inglés. Las protestas se fundamentaron en que este había asistido a una conferencia organizada por la coalición opositora La Otra Rusia. Nashi exigía a Brenton que se disculpase por haber apoyado a los que ellos consideran es un grupo de extremistas. La campaña estuvo marcada por concentraciones frente a la residencia oficial del diplomático, así como por interrupciones en los actos públicos en los que estaba previsto que él hablara.

Asimismo en mayo y abril de 2007, Nashi organizó protestas diarias ante la embajada de Estonia en Moscú, con la consiguiente obstrucción del tráfico. El motivo fue el traslado a otro sitio de la estatua al soldado del Ejército Rojo que se hallaba en el centro de Tallin. De acuerdo a la página web de Nashi, eso constituye una evidencia del establecimiento de un régimen fascista en ese país báltico. Las demostraciones estuvieron acompañadas del apedreamiento de la embajada, destrucción de banderas de Estonia y hostigamiento a los diplomáticos. Y aunque no hay pruebas que apunten a Nashi como responsable, por ese mismo tiempo se produjo un sostenido y bien planeado ciberataque a sitios oficiales de Estonia.

Otro incidente fue el acaecido en 2006 con Oleg A. Chirkunov, gobernador de la región de Perm designado por Putin. Permitió a un miembro de un partido de la oposición asistir a una conferencia de la juventud. Eso provocó la ira de los miembros de Nashi, que organizaron piquetes de protesta frente a su oficina, pese a las bajas temperaturas. Sus demandas eran que Chirkunov se disculpara por el error cometido. Por supuesto, este se vio forzado a hacerlo.

La oportunidad de convertirse en alguien importante

Paso ahora a ocuparme de Putin´s Kiss. Las primeras imágenes muestran a los miembros de Nashi cuando participan en un campamento de verano. Los jóvenes se muestran alegres y sonrientes, tras escuchar a Yakemenko expresar que después de los ocho días que durará el “vigoroso programa educativo”, saldrán convertidos en personas diferentes. De ahí, el filme pasa a unas imágenes de mala calidad en las que se ve a dos hombres golpear con unas barras a un tercero cuando iba a entrar en su edificio. Más adelante, nos enteraremos de que se trata del ataque que sufrió el 5 de noviembre de 2010 el periodista del diario Kommersant Oleg Kashin, y que lo dejó en estado crítico. El montaje que se hace en el filme es intencionado e ilustra las dos caras de Nashi, la amable y la siniestra.

Aparece luego Masha Drokova, a quien después vemos con sus padres y abuelos, cuando fue a visitarlos. Nacida en 1989 en Tambov, una ciudad de la zona central de Rusia, a los quince años se unió a Nashi y a partir de ese momento su vida cambió radicalmente. Como a muchos jóvenes ambiciosos, la organización le dio la oportunidad de “convertirse en alguien importante”. Eso ayuda a comprender por qué Nashi es tan popular, sobre todo entre la juventud de las provincias. Para ellos, es la vía más idónea de poder tener potencialmente una carrera en el futuro. Constituye una oportunidad que ganan a cambio de lealtad a Nashi, o lo que es lo mismo, al partido de Putin.

Masha demostró lealtad y dedicación, y pronto ascendió a lo más alto de Nashi. Fue premiada con un auto, un apartamento y una plaza en una de las universidades más prestigiosas. Eso le proporcionó unas condiciones de vida con las cuales muchos jóvenes de Rusia no pueden ni soñar. Además de convertirse en una conocida bloguera, pasó a ser la anfitriona de un programa de televisión. Devino la portavoz de Nashi, lo cual se comprende a través del documental. Para Nashi era el ejemplo vivo de la imagen que quería presentar: una chica provinciana que fue “elevada” por el movimiento juvenil para alcanzar grandes cosas. En Rusia se le conoció además porque produjo una pequeña conmoción cuando espontáneamente le estampó un beso en la mejilla al presidente ruso, cuando este le entregaba una medalla. A partir de entonces, pasó a ser “la chica que besó a Putin”.

Hay una escena de un programa de televisión en el cual Masha participa, que ilustra la manera en que se forma a los jóvenes en Nashi. Interrogada tras abogar por la quema de los libros de Eduard Limonov, no puede defenderse cuando es emplazada por los otros invitados, por sostener una idea tan reaccionaria y peligrosa. Como se ve a lo largo del filme, los miembros de Nashi no están preparados para dialogar y debatir sus convicciones y principios. Su táctica se reduce a insultar con la retórica más incendiaria y a satanizar a los adversarios políticos de Putin. Así, Limonov es gay, Boris Nemtsov es un traidor, Garry Kasparov tiene doble nacionalidad. A propósito de este último, en el documental se aprecia cómo una conferencia de prensa suya es interrumpida por unos jóvenes que hacen volar unos helicópteros de juguete con forma de dildo.

El encuentro y, posteriormente, la amistad que establece Masha con varios periodistas, algunos de ellos críticos del gobierno, hizo que la joven empezara a cambiar. Esas relaciones no fueron bien vistas por la dirigencia de Nashi. Le advirtieron que no debía mezclarse con esa gente; que no podía creer en Putin por el día y por la noche ser amiga de quienes lo critican. Eso la sumió en un conflicto interno y en un dilema moral: ¿le brindaba Nashi suficiente libertad para tener opiniones propias, o la forzaba a someterse por completo a la voluntad de la organización?

Ocurrió entonces un incidente que la obligó a tomar partido. Su amigo Oleg Kashin fue brutalmente golpeado a la entrada de su edificio. Como consecuencia de aquel ataque, le tuvieron que amputar varios dedos. Tenía fracturas en las dos mandíbulas. Recibió severos golpes en la cabeza, y ahora lleva una placa de titanio. Asimismo perdió algunos dientes y hasta hoy el ojo derecho le lagrimea. Dimitri Medvedev comentó en la televisión que en el país existen fuerzas que consideran que, con tales métodos es posible poner una mordaza a quien sea, a un periodista o a un político. Y aunque prometió que los atacantes serían llevados ante la justicia, hasta la fecha no hay ni un solo detenido. Kashin no alberga la menor duda de que fue un acto planeado por Nashi.

Un producto de ingeniería política

Durante el tiempo en que Kashin estuvo en el hospital, periodistas y blogueros realizaron demostraciones silenciosas para reclamar que las autoridades encontraran a los responsables. El tercer día, Masha se presentó y durante algunas horas sostuvo uno de los carteles. Como reconoce Kashin, hacer eso fue un acto de valentía moral. Mucho más lo fue su decisión posterior de abandonar Nashi. En el filme, Masha trasluce cierta melancolía al comentar su desencanto de la organización que la convirtió en su estrella ascendente. Después de su salida, se ha abstenido de participar en la política, aunque conserva su admiración por Putin. Sigue viviendo en Moscú, y de acuerdo a su cuenta en Twitter trabaja como relaciones públicas de una firma de alta tecnología.

Vasili Yakemenko dejó de estar al frente de Nashi. A partir del año 2008, pasó a dirigir el recién creado Comité Estatal para la Juventud. No obstante, sigue considerando la organización como su pequeña brigada. En Putin´s Kiss aparece sonriente, atento a todos los detalles y dando instrucciones, durante la marcha por el Día de la Unidad Nacional. Es indudable que siente mucha satisfacción cuando ve desfilar a aquellos miles de jóvenes traídos en autobuses del interior del país (les dan 500 rublos o bien comida gratis en McDonalds). Portan carteles con las fotos de quienes para ellos son “la vergüenza de la nación”. Entre ellos figura la octogenaria Liudmila Alexeeva, historiadora, disidente y activista por los derechos humanos. Mientras desfilan, se escuchan por los altavoces consignas: “¡No seas un Judas como el líder opositor Nemtsov! ¡Recuerda que vives en Rusia! ¡Este es el mejor país, y gilipollas como ese no se toleran aquí!”. Una vez que llegan al final, los jóvenes arrojan al suelo, con visible encono, las pancartas. Algunos incluso las patean.

Dado que Putin es ahora presidente por otros seis años y que ha prometido presentarse de nuevo a los comicios de 2018, todo augura que Nashi tiene asegurado un largo y brillante porvenir. Sin embargo, la organización que se encarga de hacerle los trabajos sucios al Kremlim no se ha librado de escándalos. No hace mucho, la sección rusa de Anonymous sacó a la luz el pago de 600 mil rublos hecho por los dirigentes de Nashi a blogueros y periodistas. El propósito era que escribiesen artículos para favorecer la imagen de Putin y desacreditar a sus oponentes en las pasadas elecciones. Antes de eso, en 2010 se produjo el embarazoso caso del calendario erótico editado para el cumpleaños del mandatario. En el mismo aparecían, jóvenes estudiantes de periodismo de la Universidad Estatal de Moscú aparecen fotografiadas en provocativas poses. Las imágenes iban acompañadas de frases de doble sentido como “¿Qué tal una tercera vez?”. Según los organizadores, la idea era demostrar que las chicas inteligentes también pueden ser hermosas. La universidad se desmarcó y calificó la iniciativa de inapropiada.

De todos modos, resulta muy poco probable que algo pueda afectar seriamente a Nashi, un producto de ingeniería política que tan eficazmente ha servido al gobierno. De hecho, el año pasado Yakemenko confirmó que la organización había recibido 12 millones de rublos de los fondos estatales. Como muchos han señalado, Nashi constituye la línea de ataque de la política institucional del Kremlim. En la Rusia de hoy, es un elemento clave para que Putin pueda consolidar su particular versión de la democracia. Una “democracia soberana” en la que a los opositores les puede suceder cualquier cosa, desde ser golpeados salvajemente, como Mijáil Béketov (el ataque lo dejó inválido y prácticamente privado del habla), hasta ir a la cárcel, como Mijaíl Jodorkovski, o ser asesinados, como Anna Politovskaia.