Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Queloides: la cicatriz renovada del racismo en Cuba

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El día 16 de abril se inaugura en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, de la Habana, la exposición Queloides: Raza y Racismo en el Arte Cubano Contemporáneo (www.queloides-exhibit.com). La exposición reúne a doce artistas que, durante años, han proyectado, desde su obra, una preocupación sostenida acerca de la persistencia del racismo en la sociedad cubana y que han intentado discutir públicamente los efectos culturales y sociales de esa llaga, infamante e incómoda, de la cubanidad. Los artistas que participan en Queloides no están interesados en reciclar la imagen tradicional, edulcorada y placentera, de la nación fraterna, sino en examinar y destacar las grietas que, particularmente desde la crisis de los años noventa, han asolado a ese modelo de nación. Son grietas económicas, sociales y culturales que han terminado por escindir a los cubanos en grupos con oportunidades y futuros diferentes, que han producido y producen cada día cubanos de "firmas" y de cemento, cubanos de carrito y de camello, cubanos ricos y cubanos pobres, cubanos de dólar y cubanos de peso, cubanos blancos y cubanos negros. Una vez producidos (y a pesar de serlo), esos grupos son exhibidos con desfachatez positivista para afirmar que las diferencias son obra de la naturaleza, cuestión de células y de misteriosas secuencias proteicas. Contra el acido desoxirribonucleico (el ADN), no se puede. De hecho, y esto es algo que se escucha con frecuencia en las tertulias habaneras, la revolución cubana es la prueba mejor de que las diferencias raciales son inquebrantables y fijas. Los que así piensan argumentan que si después de varias décadas de planes sociales igualitarios y de oportunidades educacionales los negros siguen apostando por la cabilla, el bisneo o el invento, tendrá que ser porque están biológicamente predestinados para eso. Tendrá que ser porque ese es el lugar que les corresponde en el orden natural de las cosas. Porque hay una tara insuperable. Para ellos, mandarria y tambor. Para los otros, el ordenador y el arpa.

Es para contrarrestar esa narrativa redundante, circular y degradante, que el proyecto Queloides ha sido concebido. Los queloides son cicatrices patológicas que aparecen en el lugar de una lesión producida por incisiones o heridas traumáticas. Estas cicatrices pueden ocurrir en la epidermis de cualquier ser humano, pero muchos en Cuba creen que las mismas aparecen solo en la piel “negra.” Es decir, los queloides son invocados en el saber popular como evidencia "científica" de que las diferencias raciales son reales, evidencia de que los individuos "negros" y "blancos" pertenecen a grupos raciales con constituciones genéticas delimitadas y diferentes. De esta forma el título de la exposición se refiere, por una parte, a la persistencia de los estereotipos raciales y, por otra, a los traumáticos efectos sociales y culturales del racismo. A fin de cuentas, estamos hablando de cicatrices y heridas, de incisiones y pieles desgarradas, de tejidos sociales que intentan reconstituirse ante el efecto demoledor y frustrante del racismo y la discriminación racial. Cada persona que es rechazada para un empleo atractivo por no tener una "apariencia agradable," o porque el encargado de contratar asume que ciertos trabajos no son apropiados para "negros," es un queloide en el tejido social cubano. Una afrenta. Una vergüenza. Cada afrodescendiente detenido arbitrariamente por la policía y obligado a mostrar papeles de identidad, por precaución lombrosiana, es una bofetada a la nación. Cada chiste racista, cada alusión a palestinos y negrones, cada aforismo denigrante, es un zarpazo al sueño de una cubanidad integrada y mejor. Este ha sido el sueño de los hijos más ilustres de Cuba, el sueño de Juan Gualberto Gómez, Rafael Serra y Martín Morúa Delgado; el sueño de Lino D'Ou, Gustavo Urrutia y Ángel Pinto; el sueño de José Martí, Antonio Maceo y Nicolás Guillen; el sueño de Evaristo Estenoz y Pedro Ivonet. Nuestro sueño. Mi sueño.

Es desde ese sueño compartido que, junto al artista Elio Rodríguez Valdés (El Macho), concebimos una nueva edición de Queloides. Nueva porque esta exposición forma parte de un proyecto curatorial desarrollado por Alexis Esquivel y Omar Pascual Castillo en un primer Queloides (Casa de África, 1997) y retomado por el desaparecido crítico y escritor Ariel Ribeaux Diago, que fue el curador del segundo Queloides, expuesto en el Centro de Desarrollo de Artes Visuales de la Habana en 1999. Ribeaux fue también el organizador de una exposición intermedia, Ni Músicos ni Deportistas, que fue acogida por el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño de la Habana en diciembre de 1997. Lo que estoy diciendo es que Queloides es un proyecto colectivo de larga duración, en el que han colaborado numerosos artistas plásticos, intelectuales, críticos, escritores e instituciones culturales cubanas. El propósito siempre ha sido, como expresó Esquivel en alguna ocasión, ofrecer una visión en la que los afrodescendientes y sus culturas no fueran simplemente raíces ("pretérito investigable") de lo cubano, sino actores sociales con retos, metas e historias atendibles y específicas. Gente que labora, estudia, hace el amor y sueña, como cualquier otra, pero cuya existencia está marcada por la huella maldita y lacerante del racismo. Estos son los afrodescendientes que, bajo el impacto demoledor del llamado Período Especial, encontraron obstáculos, nuevos en algunos casos, reciclados en otros, que limitaron significativamente su ascenso social. La "raza oscura y discriminada" del grupo de rap Hermanos de Causa, la que no ha podido acceder a instalaciones y a espacios sociales privilegiados, dolarizados y blanqueados. La de los albañiles y los presos.

Algunos de los artistas participantes en esta edición de Queloides han estado en todas y cada una de estas exposiciones: Elio, Esquivel, René Peña, Douglas Pérez y Manuel Arenas. Otros, como Juan Roberto Diago, Pedro Álvarez y José A. Toirac, lo han hecho en alguna de las muestras anteriores. Armando Mariño, Belkis Ayón, Marta María Pérez Bravo y Magdalena Campos Pons se unen al proyecto Queloides por primera vez. Ya era hora de que lo hicieran, dada la calidad e importancia de sus propuestas artísticas. Las obras de Álvarez y de Ayón se incluyen por dos razones obvias. Primero, porque ambos artistas hicieron una contribución fundamental a esta conversación sobre raza, racismo y cubanidad, una contribución cuya vigencia es necesario renovar. Segundo, porque al presentarla, al hacer su obra presente, decimos que no a su ausencia inaceptable.

A diferencia de las ediciones anteriores, Queloides III va a ser presentado después fuera de la isla, en el Mattress Factory Museum de Pittsburgh, en Estados Unidos. El Mattress Factory es una institución cultural de vanguardia que ha estado siguiendo los derroteros del arte cubano durante años y que ya organizó, en el 2004, una exposición muy importante titulada Cuba: Artists in Residence (Cuba: Artistas en Residencia). Dicha exposición, realizada en tiempos en que la administración del Presidente George W. Bush criminalizó las relaciones culturales y familiares con Cuba, incluía figuras muy destacadas del arte cubano contemporáneo, como Iván y Yoán Capote, Ángel Delgado, José Emilio Fuentes Fonseca, René Francisco, Erik García Gómez, Luis Gómez, Glenda León, Sandra Ramos, Lázaro Saavedra y José A. Toirac. En colaboración con el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh, una institución que ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de los estudios cubanos en los Estados Unidos, el Mattress Factory acoge ahora a Queloides, no solo por la calidad de los artistas participantes, sino porque los temas de raza, discriminación y racismo constituyen una preocupación global, que trasciende a la isla. El racismo, eso que el gran sociólogo y activista afronorteamericano W.E.B. Du Bois calificó como "el problema" del siglo XX, continúa produciendo cicatrices patológicas, continúa generando queloides, en pleno siglo XXI. Y no sólo en Cuba.


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