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Teatro, Teatro cubano

Resaltan la obra de tres pioneros del teatro cubano

Los investigadores Rosa Ileana Boudet y Manuel Villabella publican un libro sobre los comienzos del arte escénico en la Isla

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Este es el quinto libro que publica Rosa Ileana Boudet en los últimos cinco años; esta vez en colaboración con Manuel Villabella. Ambos autores son incansables investigadores del teatro cubano. En esta ocasión se remontan a los orígenes del quehacer teatral en la Isla, resaltando la labor de tres pioneros, cuyos apellidos se citan como subtítulo en la página inicial: Candamo, Covarrubias y Prieto.

Transcribiré a continuación extractos, tomados al azar, con el fin de motivar a los lectores de esta crónica a obtener el libro.

NUESTRO PRIMER ACTOR

Melchor de las Casas, de La Habana. Se ahogó en la barra de Huelva cuando navegaba con la compañía de Inés Gallo en 1678. Allí perdió a su mujer Melchora Rafaela y a una hija.

EL PRIMER TEATRO

El 20 de febrero de 1775 se inaugura el primer teatro, el Coliseo, erigido cerca de la bahía (en la confluencia de las calles Acosta, Oficios y Luz) y refrescado por las brisas entre los profusos árboles de la Alameda de Paula, bajo los auspicios del gobernador Felipe Fonsdeviela Marqués de la Torre. “Para aplaudir y admirar las producciones de Lope de Vega, Calderón y Moreto.”

PRIMERA OBRA TEATRAL ESCRITA EN CUBA

El príncipe jardinero y fingido cloridano, de Santiago Pita, (habanero de identidad desconocida). Publicada en Sevilla entre 1730 y 1733 y estrenada el 28 de abril de 1791 en el Coliseo de La Habana; y en Puerto Rico (por Santiago Candamo), el 24 de octubre de 1825.

PRINCIPAL

El Coliseo, renovado durante el gobierno del marqués de Someruelos, comienza a funcionar de nuevo en septiembre de 1801; y en 1803 se le cambia el nombre a Principal. A comienzos del siglo XIX se llevan a escena obras como El avaro, de Molière y El sí de las niñas, de Moratín.

SANTIAGO CANDAMO

En los primeros años del siglo XIX llega a la mayor de las Antillas un actor, de unos treinta y tres años de edad, que se hacía llamar “gracioso y figurón” llamado Santiago Candamo, nacido en La Coruña en 1775.

En 1810 Candamo y compañía actúan en Puerto Príncipe, ciudad donde no había colegios, el sistema de educación consistía en mucho rezo, poca escritura, ninguna ortografía, y aritmética por los suelos. La mujer tenía prohibido aprender a escribir porque podía servir de comunicación con algún hombre. No había librería ni libreros ni imprenta.

En 1827, después de regresar de Puerto Rico, Candamo se establece en Trinidad, donde levanta un rústico tablado de madera y tejas. Este teatro se mantuvo en pie hasta el 26 de octubre de 1837, año en que fue destruido por la llamada “tormenta de san Evaristo”, un tétrico ciclón.

En 1828 llega a esa ciudad Manuela Molina “primera actriz de la Corte y ciudad de La Habana”. Se escenifican obras como El desdén con el desdén, un clásico de Agustín Moreto.

El día dos de febrero de 1835, Candamo presenta en Puerto Príncipe un disparate escénico en el que los papeles protagónicos femeninos son interpretados por hombres. Santiago Candamo, como Doña Inés de Castro, Reina de Portugal.

En noviembre de 1835, Santiago Candamo enferma; el 16 de ese mes dicta testamento y al día siguiente es enterrado en el cementerio general de Trinidad. Deja los siguientes bienes: un negro de Guinea llamado Dionisio y la ropa que se encuentra en mis baúles para el uso del teatro con varias comedias…

TEATRO BRUNET DE TRINIDAD

En 1840 se edifica este teatro: lujosa y sólida construcción de cuatro pisos, con escenario y platea movibles, que posibilitaba ponerlos en el mismo plano para celebrar bailes.

TEATRO TACÓN DE LA HABANA

Obra del catalán Francisco Marty, se inaugura el 15 de abril de 1838, con la obra Don Juan de Austria o la vocación, de Casimir Delavigne. La condesa de Merlin escribió “sólo los primeros teatros de las grandes capitales de Europa pueden igualar al de La Habana en la belleza de las decoraciones, el lujo del alumbrado y la elegancia de los espectadores…”

ANDRÉS PRIETO

En 1810 llega a La Habana un actor “sobresaliente en los teatros de la corte”. A sólo seis días de su llegada debuta con Pelayo, de José Manuel Quintana, el 12 de septiembre de 1810.

En Memorias de la Sociedad Económica, un autor anónimo recuerda a quien “obtuvo por mucho tiempo y en diversas temporadas teatrales la mayor aceptación pública… Seamos francos, después de Prieto no hemos visto un actor que arrancara aplausos puros, espontáneos y un entusiasmo legítimo”.

En 1826 Prieto coincide en México con José María Heredia y ambos sostienen una ácida y desventurada polémica en las páginas de El Iris, motivada por una crítica del autor de la “Oda al Niágara”.

FRANCISCO COVARRUBIAS

¿Quién es el habanero que compite con Prieto en popularidad? Un actor natural, nacido en La Habana el 5 de octubre de 1775. Abandona sus estudios de cirugía y se dedica por entero al teatro, desde que debutó en 1800 hasta que se despidió del público el 22 de noviembre de 1848. Covarrubias muere de pulmonía en 1850.

EL CONDE ALARCOS

En 1838, la obra El conde Alarcos, de José Jacinto Milanés enloqueció a la gente. Se llenan cuartillas de alabanza: ¡Qué drama! ¡Incomparable!

LLEGAN LOS ROBREÑO

Una desgracia los trae a nuestras costas. Son tres hijos de José Robreño y Tort (1780-1838), reconocido actor y dramaturgo de expresión catalana. José pierde la vida en un trágico naufragio junto a su esposa Emilia Armenta y gran parte de la compañía Robreño-Iglesias, después de haber actuado en Puerto Rico, Venezuela y Jamaica desde 1836. Los sobrevivientes (José, Daniel y Francisco) se establecen en Cuba en 1839.

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Debemos felicitar y agradecer a Manuel Villabella y a Rosa Ileana Boudet por la ardua labor de investigación para la confección de este libro, y en especial a Rosa Ileana, que de su peculio sufragó la publicación de esta importante obra de consulta sobre los comienzos del arte escénico en nuestro país.


Nota: El libro está a la venta en Amazon.

Cuba entre cómicos
Manuel Villabella y Rosa Ileana Boudet, 2015
Crónicas del teatro cubano. Ediciones de La Flecha
Santa Mónica, California, 279 Págs.


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