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Literatura, Literatura cubana

Un imaginario cotidiano y novedoso

Después de trabajar en el teatro, la radio y la televisión cubana en programas dirigidos a los niños, Yamil Cuéllar debuta como escritor con una novela dirigida a ese público lector

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De acuerdo a los datos que aparecen en su blog, Yamil Cuéllar (Cruces) estudió en la Escuela Nacional de Teatro de la Habana y después se vinculó al movimiento teatral. Ha laborado en la radio y la televisión cubana conduciendo programas con fines educativos y dirigidos a los niños. Una audiencia con la cual, confiesa, le gusta trabajar. Actualmente reside en San Francisco y hace unos meses publicó su primer libro, La caja de fósforos (Night Sun Ediciones, 2014, 141 páginas), dirigido también al público infantil y con ilustraciones de Thays Valdivia.

“Esta es la historia de los tres últimos fósforos de la caja de cerillas. Habían sobrevivido al peor desastre que puede enfrentar un fósforo: ser encendido. Digamos que ese es el final de todo fósforo, que le enciendan la cabeza. Así como el final de un jabón es el agua y los garbanzos la cocina. Por supuesto, suponía un deber y una obligación para un fósforo que le rayaran la cabeza, pero no para ellos”.

Así se inicia la novela de Yamil Cuéllar, que como se deduce tiene como protagonistas a un trío de fósforos. Se llaman Tito, Cuco y Yuyo, son primos y además de ser los últimos fósforos del mundo, poseen un talento especial: pueden cantar y bailar. Se visten elegantemente como los tríos de música profesional. Tito toca las maracas, Cuco la guitarra de tres y Yuyo la tumbadora. Tienen un repertorio de canciones compuestas por ellos, que interpretan para todas las cosas amigables de la casa en donde viven (hay otros que no lo son, como las lámparas de aceite, el papel moneda, las cortinas de las ventanas). Algunos de esos objetos incluso se ponían a bailar cuando ellos tocan su música. Los tres fósforos cantaban “sambas, tangos, boleros, sones y rancheras. Luego regresaban y volvían a meterse dentro de su caja para dormir, como hacen los buenos fósforos”.

La historia que desarrolla La caja de fósforos tiene como tema la búsqueda de la felicidad y de nuestro lugar en el mundo. Narra las aventuras que vivieron sus tres protagonistas cuando tomaron la decisión de irse a otro país. Aquel en donde vivían empezó a quedarse sin electricidad. Los apagones eran frecuentes y duraban un día completo. Las personas necesitaban encender la chimenea para calentarse durante el invierno y prender las lámparas de aceite para alumbrarse en la oscuridad. Los tres fósforos se dieron cuenta de que si fin próximo e inminente, y no se resignaban a que su talento musical desapareciera cuando les rallaran la cabeza.

En ese esfuerzo por no morir como es su destino como fósforos, Cuco, Tito y Yuyo se enfrentan a numerosas aventuras, pruebas y peligros. En unos casos, cuentan con la ayuda de algunos objetos de la casa. En otros, por el contrario, las dificultades a superar vienen dadas por las cosas que tratan de ponerles obstáculos e impedir que alcancen la felicidad que buscan. Uno de los mayores escollos que encuentran es la condición geográfica del país en el cual viven: se trata de una isla. Y para un fósforo, vivir en una isla representa un grave problema. “No importa lo ancha o larga que fuese la isla, porque, cualquier dirección que tomasen, encontrarían el océano”.

No sé si esta es la primera obra narrativa escrita por Yamil Cuéllar. En todo caso, es la primera que da a conocer, y tiene el mérito de no parecer una obra primeriza. El argumento está narrado con fluidez y amenidad, y las aventuras de los protagonistas se siguen con interés. Los 16 capítulos no son una mera sucesión de episodios, sino que están bien engarzados a un eje unitario. El libro posee además un imaginario novedoso, creado a partir de elementos de la vida cotidiana. Su autor desarrolla la trama sin nunca echar mano a dragones, brujas o niños magos, esa fauna que tanto abunda hoy en la literatura para niños.

Los personajes que desfilan por las páginas de La caja de fósforos no pueden ser más comunes y corrientes: monedas, libros, relojes, buzones de cartas, globos, zapatos, curitas de primeros auxilios, baúles… Y los incidentes y episodios que viven Cuco, Yuyo y Tito no tienen nada de inverosímiles, salvo el hecho de que quienes los viven son tres fósforos. El libro está escrito con una prosa directa y funcional, y solo es de desear que en los próximos proyectos de su autor gane un poco más en elaboración. Por lo pronto, al final del título que aquí se ha reseñado se anuncia ya el que será el siguiente: El Secreto de los Fósforos y la Llama de la Verdad.