Lunes, 22 octubre 2001 Año II. Edición 218 IMAGENES PORTADA
Economía
Período especial en tiempos de guerra

La desaceleración de la economía norteamericana, con su efecto sobre las remesas familiares, y el descenso previsto de un 25% en el turismo, abren en Cuba un nuevo Período Especial.
por LUIS MANUEL GARCíA Parte 3 / 3

Cien mil cubanos trabajan directamente en el turismo, obteniendo entre 5 y 10 dólares diarios por concepto de propinas. Otros 50 000 dependen (legal o ilegalmente) del turista. Si consideramos a sus familiares cercanos, serían entre 500 000 y 700 000 los cubanos cuya supervivencia depende directamente del sector. De ser enviados a casa una parte de esos trabajadores, devengando el 60% de su salario en pesos, ello significaría (para un trabajador que gane 300 pesos y reciba 7,50 dólares de propina al día) una reducción efectiva del 95% de sus ingresos.

Un segundo factor a considerar en este Período Especial en Tiempos de Guerra son las remesas familiares, procedentes, en primer lugar, de Estados Unidos. Al parón en su crecimiento que ya venía sufriendo la economía norteamericana, se suman ahora las consecuencias directas de las acciones terroristas y la guerra. Ello puede afectar, y de hecho ya está afectando, la economía de los cubanoamericanos, reduciendo su capacidad objetiva de mantener al mismo nivel las remesas familiares. A lo que se suma la afectación subjetiva: ante anuncios de crisis o barruntos de depresión, aumenta la tendencia ahorradora y disminuye el gasto. Uno de los renglones que puede sufrir recortes, son las remesas presuntamente vitalicias sobre las que descansa la supervivencia de muchas familias cubanas, incapacitadas para invertir (legalmente) ese dinero en actividades empresariales que les emancipen económicamente.

Si son correctos los estimados, más de 1 000 000 de familias se benefician directamente de esas remesas, bien sea en dinero o en especias. A lo que se añade un efecto multiplicador: tanto ellos como los que dependen del turismo, constituyen, a su vez, la más importante fuente de ingresos para la economía sumergida. Un drástico descenso de estos dos modus vivendi, bien podría afectar a casi toda la población de la Isla. Máxime en zonas fuera de la capital, donde algunos hoteles y el exilio son las dos únicas aportaciones de divisas a la circulación local.

Un país drásticamente endeudado, ajeno a los organismos crediticios internacionales y sin fuentes de ayuda o financiación externa, debería aprovechar esta amenaza de quiebra para replantearse los términos de su política económica. Puede que la reacción de las autoridades cubanas sean nuevas exhortaciones al sacrificio, mesas redondas, acusaciones a la Mafia tacaña de Miami o a los turimperialistas que no vienen. En cualquier caso, bien les valdría formular, aunque sólo fuera como hipótesis, si el monopolio del poder resistiría sin resquebrajarse, al mejor estilo de sus amigos asiáticos, la concesión de una dosis de libertad económica a sus ciudadanos. Abrirse al mundo sin antes abrirse a sus propios ciudadanos es, si no una apertura de inspiración china, al menos un cuento chino.

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