Actualizado: 29/04/2024 20:56
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Guerra, Israel, Irán

Un polvorín en llamas

La confrontación entre Israel e Irán es particularmente preocupante, pues constituye un gravísimo salto cualitativo que puede conducir a un escenario de guerra regional

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El mundo asiste al mismo tiempo a una guerra desbocada en Ucrania y al peligro de escalada de tensiones graves en el este asiático. La represalia de Irán por el bombardeo israelí del consulado iraní en Damasco, en el que murieron tres destacados jefes militares, ha sido el lanzamiento desde su suelo de más de 350 proyectiles contra objetivos en Israel. De acuerdo al Ejército israelí, se dividían en al menos 170 drones, 120 misiles balísticos y unos 30 misiles de crucero. Ese ataque es, además, el mayor con drones de la historia. Este episodio constituye un nuevo, grave paso en una peligrosa escalada bélica en Oriente Próximo.

En el derribo de los misiles y drones iraníes participaron las aviaciones de Estados Unidos y el Reino Unido, la defensa antiaérea de Jordania y efectivos militares de Francia. Es decir, que aparte de Israel, otros cuatro países han intervenido activamente en el enfrentamiento. Más allá de que lo hicieron como defensa directa de Israel o bien para evitar un punto de no retorno en el enfrentamiento con Irán, constituye una prueba de que la internacionalización del conflicto ya ha traspasado peligrosamente el terreno de las declaraciones y de la mayor o menor ayuda logística. Eso hace que estemos ante una confrontación particularmente preocupante, pues es un gravísimo salto cualitativo que puede conducir a un escenario de guerra regional.

Las reacciones del día después de todos los implicados permiten interpretar momentáneamente que, al menos, son conscientes de lo que está en juego. Estados Unidos ya ha avisado a Netanyahu que no cuente con él para atacar a Irán. Los líderes del G-7 hicieron un llamamiento a la desescalada. El alto representante para política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, advirtió que “a veces nadie quiere la guerra, pero entre todos la organizan”. Por su parte, Moscú pidió “a todas las partes un ejercicio de contención”. El gobierno iraní aseguró que no pensaba efectuar más acciones de este tipo, aunque mantuvo el tono amenazante en caso de respuesta por parte de Israel. En cuanto a este país, Benny Gantz, ministro de Defensa, Benny declaró que vendrá “en el momento adecuado”. Eso da a entender que no considera una respuesta a corto plazo, pero también lleva implícita una amenaza.

Por otro lado, el gabinete de guerra de Israel ha analizado durante dos días cómo responder al ataque iraní del sábado con más de 300 drones y misiles. Aunque no ha comunicado una decisión, prepara ya una respuesta que pueda contar con el apoyo de Estados Unidos, según la información que ha trascendido de la reunión y que recogen medios israelíes. El pasado domingo, el presidente Joe Biden pidió al primer ministro Benjamín Netanyahu que se conformara con el éxito que supuso la intercepción del 99 por ciento de los proyectiles, porque una respuesta militar podría incendiar aún más la región. Sin embargo, una fuente citada por el diario israelí Haaretz ha señalado que “la fuerte presión internacional ejercida sobre Israel influye mucho en la toma de decisiones” sobre qué respuesta adoptar. Mientras sigue valorando la parte militar de la respuesta, el gobierno israelí se centra en exigir que Teherán pague un precio diplomático, en forma de nuevas sanciones contra su programa de misiles balístico. Y, sobre todo, que la Unión Europea declare organización terrorista a la Guardia Revolucionaria, el ejército paralelo que comandó el primer ataque de Irán contra suelo israelí.

En un artículo publicado en el diario español El País, Sami Nair en el que afirma que “se inicia una nueva etapa llena de incertidumbre para la paz mundial”. De acuerdo a él, “el mayor peligro lo constituye el carácter cada vez más incontrolable del poder israelí en manos de la extrema derecha, que está buscando una guerra desde que llegó al Gobierno, mucho antes del atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023. Netanyahu sirve de vehículo de esas fuerzas y a la vez es su rehén”. Y concluye así su trabajo:

“¿Cómo evitar que todo esto derive en un enfrentamiento más general? De momento, Estados Unidos, aparte del griterío diplomático, no va a contribuir de ninguna forma a radicalizar el conflicto. En segundo lugar, hay que hacer todo lo posible para neutralizar la distracción que busca Netanyahu con el fin de ocultar el genocidio que está llevando a cabo en Gaza y conseguir que acepte un alto el fuego; por último, hay que volver a movilizarse cuanto antes para conseguir la proclamación de un Estado palestino. Es la mejor manera de que los partidarios de la paz puedan obligar a Israel a negociar, tarde o temprano, y también sirve para apaciguar a los iraníes. El conflicto no se ha convertido todavía en una guerra global, pero ¿cuánto tiempo va a aguantar?”.

Un conflicto que dura ya seis meses

Mientras tanto, los bombardeos en Gaza no cesan. Según la agencia oficial palestina Wafa, entre el lunes y el martes de la semana pasada, los ataques aéreos en varias zonas del enclave palestino dejaron un balance de 153 personas muertas. Esos fallecidos elevaron el recuento de víctimas registradas —otras se encuentran bajo los escombros— de esta guerra a más de 33.300, según los datos del Ministerio de Sanidad del territorio gobernado por Hamás. Los bombardeos aéreos golpearon barrios de Ciudad de Gaza, Deir al Balah (centro) y Rafah.

Una serie fotografías tomadas por el satélite Sentinel-2, de la Agencia Espacial Europea, revela la dimensión de la tragedia que ha causado la invasión israelí. La destrucción alcanza todos los rincones de la franja de Gaza. Las imágenes del enclave palestino captadas los satélites muestran infraestructuras críticas derruidas, ciudades arrasadas, así como las precarias condiciones en las cuales viven los desplazados.

Según un análisis de la Universidad de Oregón, hasta el 57 por ciento de los edificios de la Franja han sido destruidos o dañados, pero en Ciudad de Gaza la cifra asciende hasta el 75 por ciento. La capital del enclave palestino fue el primer objetivo de los ataques de Israel, en represalia al mortífero atentado sufrido por Israel por miembros de Hamas. Una comparación de las imágenes satelitales anteriores a la contienda y otras actuales permite apreciar la ciudad arrasada, especialmente en los barrios más cercanos al mar.

Otro detalle que revela la dimensión de la tragedia en de fotografías tomadas por el satélite Sentinel-2, es la imagen del hospital Al Shifa. Se trata del mayor complejo hospitalario de la Franja, que durante dos semanas sufrió el asedio de las tropas israelíes. Tras esos ataques, ha quedado como un “cascarón vacío” de edificios carbonizados, cascotes y cadáveres, como denunció el pasado sábado una misión de la Organización Mundial de la Salud que tuvo acceso a lo que aún permanece en pie de sus instalaciones.

En cuanto a bajas civiles, según datos del Ministerio de Sanidad gazatí, controlado por Hamás, más de 33 mil palestinos han muerto desde el inicio de la contienda. De ellos, al menos 13 mil eran niños, de acuerdo a los datos de la Unicef. La destrucción de infraestructuras sanitarias impide a la población civil acceder a los cuidados médicos más básicos, medicamentos o tratamientos vitales.

Catastrófica es, por otro lado, la situación de más de la mitad de los gazatíes que han sobrevivido. En Rafah, la última población palestina antes de la frontera con Egipto, se hacinan más de 1,4 millones de desplazados de una población total de 2,2 millones de gazatíes. Un informe de la ONU y el Banco Mundial estima que toda la población de la Franja sufre malnutrición, un millón de personas han perdido su vivienda y dos de cada tres han sido desplazados. Una gran parte vive en tiendas de campaña a las afueras de las ciudades. Los territorios que hasta hace unos meses estaban descampados, se han convertido en hileras de tiendas de campaña. La extensión de los nuevos campamentos levantados por los desplazados es tal, que se puede caminar por ellos a lo largo de kilómetros.

Wael Dahdouh, el periodista palestino jefe de la cadena de televisión catarí Al Jazeera en Gaza, perdió a su esposa, sus dos hijos, un nieto y otros familiares en un bombardeo israelí en el pasado mes de octubre. El veterano reportero decidió aparcar el dolor de la pérdida y “seguir cumpliendo con la obligación de informar”. Dos meses después, él mismo resultó herido en un ataque israelí en el que murió su camarógrafo, Samer Abu Daqqa, y, en enero, su hijo mayor, Hamza, pereció cuando su coche fue blanco de un bombardeo. Trinidad Deiros, enviada especial del diario español El País, publicó esta semana una entrevista donde expresa:

“Israel está asesinando deliberadamente periodistas en Gaza. En otras guerras no se cebaron con los informadores así. Yo no encuentro ninguna explicación para el bombardeo de la casa en la que se refugiaba mi familia, en Nuseirat (centro de Gaza), para el ataque que mató a mi hijo Hamza o para el que yo sufrí y en el que casi muero. La mayoría de estos bombardeos se hacen con drones, que son muy precisos y saben quién está en ese lugar en ese momento. Nosotros nos movemos en coches marcados con la mención ‘Prensa’ o ‘TV’. Llevamos cascos y chalecos de periodistas. Israel no quiere que sigamos documentando lo que está pasando, pero los periodistas palestinos han decidido seguir contando, conviviendo con el miedo y sabiendo que a lo mejor nos convertimos en noticia”.

Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), más de 100 periodistas han muerto violentamente en Gaza desde octubre. El Comité para la Protección de Periodistas afirma que este conflicto, en el que han muerto al menos 33 mil palestinos, es el más sangriento para los informadores desde que la organización comenzó a hacer sus recuentos, en 1992.


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