Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Educación

Escuelas politécnicas, la última opción

Los egresados son 'trabajadores de segunda' cuando inician su vida laboral.

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Escuelas sin condiciones mínimas para ser habitables, miles de estudiantes alejados de sus hogares durante largos períodos y una política de ubicación laboral que frustra las aspiraciones de los jóvenes, es el panorama que la educación técnica ha venido presentando en los últimos diez años.

Con el diploma de graduado de enseñanza politécnica en la mano, a manera de telescopio, Daniel mira hacia el futuro y comprende que no aprendió mucho de Mecanización Agrícola.

A las malas noticias de suspender la merienda escolar, cerrar varios preuniversitarios y cobrar útiles gastables como cuadernos, lápices y avituallamiento, se suma el hecho de que los graduados de los politécnicos no llevarán consigo un título de bachiller. Profesores, padres y recién egresados hablaron con CUBAENCUENTRO.com.

La resignación como alternativa

Le asignaron una plaza de ayudante de mecánico en una fábrica de pastas alimenticias, pero Daniel dice que de eso no sabe nada.

"Claro que tuve prácticas pre-profesionales, pero yo no sé ni apretar una tuerca, y eso me pasa a mí y a miles de graduados más", declaró.

Las opiniones más comunes apuntan a que las autoridades usan un doble rasero: "Potencian carreras como la de técnico en Gastronomía y Turismo, Enfermería e Informática, y dejan las relacionadas con la producción industrial a la zaga", dijo Marlene, quien trabajó por 30 años en ese importante sector educacional.

Entre los jóvenes es difícil hallar interesados en carreras vinculadas con la agricultura, la ganadería o la construcción. Las opciones más codiciadas son las relacionadas con el turismo y la producción de alimentos.

"En los últimos años se redujo muchísimo la matrícula de los pre-universitarios en la ciudad o las cabeceras municipales, y tanto padres como alumnos le huyen a los pre en el campo. Entonces, muchos prefirieron elegir un técnico medio… aunque no les gustara ni un poquito", lamentó Marlene.

Con la economía cubana a la deriva, la cifra de egresados se fue de las manos. Si no hay una considerable producción nacional, ¿para qué formar técnicos?

"Yo preferí quedarme en la ciudad, dormir en casa, estar todos los fines de semanas 'conectado con la vida' y no irme a un pre en el campo", dijo Yordanis. "Luego, hice como que iba a la universidad, para que no me tragara el Servicio Militar", agregó.

El gobierno decidió hace casi un lustro reanimar la educación técnica, remozando centros e intentando atraer la atención con propaganda, que no funcionó. Spots televisivos, mensajes públicos, acciones de orientación vocacional y otras iniciativas cayeron en saco roto. Al politécnico se le siguió viendo como la última opción.

"Sólo optan por estos centros los alumnos de menos nivel académico", dijo Yordanis.

Un punto muerto en el sistema

Las estadísticas educacionales oficiales exhiben altísimos índices de retención y promoción; pero lo cierto es que una de las vía es pasar alumnos desaventajados de los pre-universitarios a los politécnicos, con tal de que no desciendan los niveles que exige la burocracia educacional.

Muchos comprenden la importancia de enseñanza técnica para la sociedad, pero "la falta de incentivos y el poco apoyo estatal hacen trizas el orgullo de cualquiera", criticó Aleida.

"Todo el mundo sabe que los alumnos de politécnico son los menos aventajados; tienen problemas de aprendizaje, son de extracción social más humilde e, igualmente, cuando concluyen sus estudios sólo los persistentes, o aquellos a los que sus padres continúan llevando de la mano, llegan a la universidad. Lo digo por mis hijos, eso es un secreto a voces", señaló.

A diferencia de los pre-universitarios vocacionales, que han contado con apoyo especial y programas tutelados por la alta nomenclatura, los politécnicos han dado instrucción básica a futuros trabajadores ligados a la producción. En la práctica, esos centros han terminado graduando gastrónomos y comerciantes para ser dependientes de bodegas o vendedores ambulantes.

La minería sólo ha contado con ellos como mano de obra medianamente instruida, al igual que la construcción o la contabilidad, entre otras especialidades que los han tratado como trabajadores de segunda. Para ascender en la escala laboral tendrían que ingresar, irremediablemente, en la universidad.


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