Actualizado: 18/04/2024 23:36
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En peligro los artesanos: ¿Quién tiene el monopolio de las mulatas, el Che y los carros viejos?

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La imagen de Cuba

Los "periodistas" que escribieron el referido artículo dicen haber hecho un recorrido por las ferias artesanales de la capital. Pero, con toda seguridad, no han paseado la ciudad como parte (o siguiendo) de uno de esos grupos de turistas que andan en busca de algún guía en las empresas turísticas oficiales.

De haber sido así, habrían comprobado cómo es común que muchos de estos guías —entrenados en escuelas de turismo y que han pasado numerosos cursos de "actualización" y de "cultura cubana"— afirmen a sus clientes que Cuba es el país del ron, el tabaco y la mulata y, de paso, los lleve a las tiendas de ron y a los estancos de tabaco, para estimularlos a una compra de la cual obtienen una jugosa comisión.

Dicho guía también recibe comisión cuando vende excursiones a los turistas, entre ellas una noche en Tropicana, el cabaret más famoso de la Isla, cuya carta de presentación en afiches y revistas del Estado son las muy promocionadas "mulatas de fuego", que en el cuerpo de baile de ese centro nocturno exhiben generosamente sus carnes, casi desnudas, al compás de la contagiosa rumba.

El espectáculo es toda una invitación a disfrutar de la muy extendida propaganda de la sensualidad y el erotismo del trópico refrendados en la mulata como producto nacional. Tal arquetipo no fue creado precisamente por los artesanos. ¿Esa es la imagen de Cuba que consideran apropiada estos reporteros? Los emplazo a que se presenten en el lugar y comprueban honestamente cuántos cubanos hay en el público… y dónde trabajan los cubanos que pueden ir allí.

Antonio Fernández, director de la galería Villa Manuela, de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), citado en el mismo artículo, deplora también la profusa elaboración de reproducciones de automóviles en las ferias y anota que los carros antiguos que ruedan por la ciudad deben disfrutarse en su versión real, que es, en su opinión, "una prueba de la ingeniosidad criolla, algo que lleva a preguntarse cómo es que todavía andan y corren".

Las palabras de Fernández resultan tan ingenuas, que no se sabe si darle un aplauso o una nalgada. Los automóviles antiguos de Cuba —sean de los años cincuenta o incluso de años anteriores— ruedan y corren todavía "porque son propiedad privada".

Si se tratara de propiedad estatal, hace mucho tiempo habrían pasado a ser chatarra oxidada y muerta, como ha quedado demostrado después de un sinnúmero de generaciones de parque automotriz del Estado, fenecido sin remedio. Mientras los carros de antes de 1959 se mantienen, aun con diversos grados de conservación o de cuidados, circulando por las calles y prestando un servicio de transporte que las autoridades no han sido capaces de satisfacer, aunque hoy amenacen con acabar con éste.

El patriarca y sus comparsas

Si aplicamos el ya entrenado oficio de los cubanos de la Isla de leer entre líneas lo que se publica en los medios oficiales, los artesanos deberían poner las barbas en remojo. Aquí nada de lo que se dice desde un periódico es casualidad, y esta verborrea del artículo dominical pudiera ser la avanzada que pretende ir sembrando la opinión en la sociedad y en el cubano común, de que los artesanos son un foco de capitalistas empeñados en dar una imagen de Cuba aferrada a su pasado, una especie de gremio de corruptos con el que es necesario acabar.

No es la primera vez que en este país se sataniza algo para después destruirlo. Al margen de la calidad, dudosa o no, de algunos productos de las ferias artesanales —de una variedad que las tiendas estatales no son capaces de ofrecer— y de sus precios (siempre inferiores a los de aquellas), lo que se oculta tras esta campaña es la intención de terminar con todo vestigio de iniciativa económica privada.

Todo apunta a un retorno al centralismo extremo, donde se anula la voluntad económica del individuo en aras de un colectivismo digno de una comuna china, algo que ya apuntaba la cúpula dirigente en los discursos de finales del año 2005. Hoy están en peligro los artesanos, mañana serán las paladares o los choferes de alquiler: nadie estará a salvo mientras todos sigamos a merced de los caprichos del patriarca y sus comparsas.


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