Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Política

La frustración como deporte nacional

¿Supone el último discurso de Raúl Castro el fin del espejismo sobre las posibilidades de algunos cambios?

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Los resultados del gobierno de Raúl Castro son precarios. Nada nuevo para una Cuba adaptada a un inmovilismo mesiánico. El pobre inventario en lo interno —no así en el plano internacional— contiene un dato interesante: el nivel de expectativas que ha fomentado entre los ciudadanos.

Desde el inicio de la sucesión, la gente comenzó a escuchar con mayor frecuencia un mensaje que reconocía las difíciles condiciones de vida, hacía autocríticas y prometía soluciones. Fueron convocadas las famosas reuniones de "debates", donde los participantes se desahogaron en aparente libertad, hecho que fue reconocido en diversos círculos como positivo, e incluso esperanzador. En esa línea, los obispos cubanos en su Mensaje de Navidad de 2007, expresaron: "En Cuba surgen tantas expectativas acerca de cambios necesarios que puedan mejorar y transformar la vida nacional".

La eliminación de algunas trabas existentes no ha significado cambio sustancial alguno, sino operaciones para estimular el envío de remesas y oficializar, es decir, monopolizar, el mercado negro de celulares y computadoras, mientras se emite una imagen de apertura. Sin embargo, como en política las percepciones de la gente deben tenerse en cuenta, hay que reconocer que en un primer momento muchos dijeron sentir un aire nuevo.

Pocos pusieron en duda que la era de Fidel sucumbía ante la de su hermano. El mesianismo encontraba su ocaso ante el supuesto pragmatismo; las expectativas se dispararon a nivel nacional e internacional.

Dos cubos de agua fría

El discurso pronunciado por Raúl Castro el 11 de julio causó gran revuelo en los medios de prensa, principalmente por su nueva teoría de la igualdad —sin libertad—. El general no anunció nada positivo para la gente. Todo lo contrario: repitió las mismas críticas de hace dos años, mientras anunciaba la reducción de subsidios y gratuidades, el establecimiento de impuestos y el aumento de la edad de jubilación.

La reducción de los subsidios tendría sentido si se cumplieran dos premisas. La primera, si existiera una economía de mercado con libre iniciativa; en cuyo caso, teóricamente, los subsidios deberían servir para corregir algunas situaciones negativas provocadas por las deficiencias del mercado. La segunda, si los salarios que se pagan en Cuba fueran decentes, acordes con el valor real de la mano de obra o del servicio, y no con el que el gobierno establezca. Lo mismo con los impuestos, a no ser que pretenda gravar la precariedad.

El titular de este periódico, "Muchos cubanos reciben el discurso de Raúl Castro como un 'cubo de agua fría'", resumió entonces el sentimiento de la gente.

Parece que el "pragmatismo" del gobernante se agotó en época muy lejana. El hecho de tener como telón de fondo de su discurso del 26 de julio otro pronunciado por su hermano en 1973, en el cual hablaba de los mismos problemas y apretones de cinturón (que evidencian 35 años sin soluciones adecuadas), nos da una idea del rumbo que lleva el barco.

No importa a los ciudadanos si el discurso es más corto o si finaliza con un "Viva Cuba libre" y no con un "Socialismo o Muerte". A la gente lo que le interesa es salir de la situación insoportable en la que vive. Para ellos, el gobernante ha tenido un cínico mensaje: "hay que acostumbrarse a no sólo recibir buenas noticias".

Se acercan meses calientes

Todo indica que Raúl Castro no realizará las profundas reformas que la situación exige. Para el ciudadano común, poco interesado en la política y cuya principal preocupación es "resolver", ahora el panorama no es tan "esperanzador" como hace unos meses. La realidad va venciendo a las expectativas y las percepciones. No llega ni el plato de comida ni el vaso de leche, y mucho menos el salario acorde con la capacidad o trabajo.

Recientemente, dos destacados cubanos han reiterado tal idea.

El cantautor Pablo Milanés afirmó en una entrevista que "el gobierno ha dicho hace un año que muchas cosas iban a cambiar, pero seguimos igual y la gente está muy desesperada (…) Tener un teléfono y permitirte entrar en un hotel no es una reforma. En libertades vamos hacia atrás. Volvemos al pasado" ( El Mundo, España, 13 de julio). Por su parte, Dagoberto Valdés (ex director de Vitral) expresó a otro periódico español que "la situación en Cuba no ha cambiado como se esperaba ni económica, ni política ni socialmente. Lo que necesita el pueblo es libertad, democracia, iniciativa privada. Nada de eso se ve" ( ABC, 15 de julio).

Estamos en un momento importante para el país. Las expectativas de la gente se desinflan y aumenta la frustración, un sentimiento que aumentará si el gobierno continúa con sus posiciones reaccionarias. En este panorama adquiere mayor sentido lo expresado por la española Fundación FAES en un informe de 2007: "El futuro de Cuba depende en gran medida de la reacción de la sociedad ante el proceso que está viviendo y será clave el nivel de irritación y descontento social" ( Una Agenda de Libertad, p. 84).

En la actual situación causan suspicacia los acalorados debates en torno a ciertos vídeos firmados en tierras lejanas, otras polémicas y "bolas" que circulan constantemente por la Isla. Todo puede tratarse de maniobras para desviar la atención de los problemas cruciales y enfocarla en pugnas estériles, construidas o alimentadas por el propio régimen. El gobierno sabe que se acercan meses muy calientes, por algo hay más policías en las calles.


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