Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Sociedad

La Isla de la senectud

Si el éxodo masivo ha sido una forma de 'votar con los pies', la crisis de la natalidad equivale a una 'huelga de vientres vacíos'.

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Hace unos días, la prensa oficialista empezó a analizar por primera vez el envejecimiento de la población de la Isla.

Durante largo tiempo el asunto había sido un tabú de máximo orden, en un país cuyo gobierno ha tratado siempre de proyectar una imagen nacional de dinamismo, entusiasmo y pueril unanimidad. Pero en mayo pasado, el periódico Juventud Rebelde le dedicó al tema un artículo publicado en dos partes, bajo un título que parece sacado de un culebrón venezolano de los años ochenta: "Vientre sin semilla".

En síntesis, el escrito de 17 folios viene a decir que las cubanas en edad fértil no paren lo bastante para que se mantenga el nivel de población actual (han pasado de 4 hijos por mujer en 1965 a 1,5 en la actualidad) y, en consecuencia, hay cada vez menos niños y más viejos.

En el periodo 1990-2000, cada nuevo día la Isla amaneció con 85 ancianos más y 227 jóvenes menos. De continuar esta tendencia, a la vuelta de una década Cuba tendría más jubilados que personas en edad laboral y hacia el año 2035 contaría con más de un millón de octogenarios.

El trabajo, firmado por cinco periodistas, tiene el mérito de enunciar el problema, aunque luego lo enreda en una espesa casuística de anécdotas, "testimonios" y comentarios que impiden al lector ir al meollo del asunto. Ni las causas reales ni las consecuencias mediatas figuran con claridad en el texto, que da vueltas y más vueltas en torno al asunto, con evidente preocupación de no caer en la incorrección ideológica.

Y es que la crisis demográfica cubana tiene una carga política demasiado peligrosa para cualquiera que se gane los chícharos escribiendo en las 'papelas' gubernamentales.

La versión oficial

A lo largo de casi medio siglo, la versión oficial de esta tendencia demográfica fue a la vez primaria y triunfalista: el descenso de la natalidad era prueba irrefutable de la modernización de la sociedad cubana y del desarrollo que el castrismo había aportado al país.

Si crecía la proporción de viejos y la pirámide demográfica se ensanchaba por arriba hasta adquirir el perfil de un trompo, era por dos razones: a) la expectativa de vida había aumentado gracias a los avances de la medicina socialista y b) nacían menos niños porque las mujeres, dueñas de su sexualidad y liberadas de la esclavitud doméstica, tenían actividades más interesantes a las que consagrar su tiempo y esfuerzo. Más o menos —afirmaban— lo mismo que había ocurrido en Francia o en Suecia, durante ese período.

Nadie pone en duda que los avances de la ciencia han contribuido a alargar la duración media de la vida humana —tanto en India como en Malawi o Guatemala—, ni que la función social de las mujeres ha cambiado —sobre todo en Occidente— y que esa mutación ha repercutido en las tasas de fecundidad.


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