Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Humor

La leyenda del indomable

El Comandante reaparece: Levantar los hombros, como si hiciera ejercicios, bastó para confirmar que los rumores sobre su muerte eran infundados.

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Cuando la historia clínica falla hay que acudir a la leyenda, y en eso de crear leyendas nadie va por delante del famoso aeda venezolano Hugo Chávez. El mismo que recientemente en la ONU se graduó de exorcista llamando "diablo" al presidente norteamericano, quiere que veamos en el viejito deportivo una especie de semidios griego.

Ha dicho textualmente que el viejito "lanza rectas a 90 millas por hora" y que "sale de noche a recorrer campos y villas", convirtiéndolo en algo así como "el hombre del saco", con la diferencia de que en lugar de meter miedo a los niños para que coman, los aterroriza escondiendo la comida.

Chávez no ha sido del todo exitoso en sus intentos de realzar la figura de su ídolo. Ha llegado a decir que el Comandante es como Cassius Clay, lo cual parece una confirmación de que sus temblores no se deben a la emoción, sino al mal de Parkinson. O lo ha descrito como un "atacón" de mujeres, y a continuación cuenta de cómo les pide besitos a las aeromozas del avión presidencial venezolano, sin pensar que la imagen de un octogenario pidiendo besos a una aeromoza que puede ser su biznieta no se corresponde precisamente con la de un galán.

Supermán revolucionario

Lo que evidentemente impresiona es la confianza que todos ponen en la inminente recuperación del Comandante y en todo lo que podrá hacer a su regreso. El propio Comandante ha dicho que siente "la obligación de hacer un especial esfuerzo para evitarle a la humanidad una catástrofe fatal", dando a entender que cuando se recupere de su enfermedad va regresar reencarnado en Supermán. Un Supermán revolucionario que destrozará a sus enemigos con los superpoderes de su teléfono.

-Comandante: (descolgando el teléfono) ¿Oficial?

-Oficial de guardia: Sí, mi Comandante.

-Comandante: Oficial, póngame inmediatamente con el enemigo.

-Oficial de guardia: ¿Con el enemigo?

-Comandante: Sí, con el enemigo.

-Oficial de guardia: Ahí le paso al enemigo Comandante.

(El oficial de guardia, para evitarle al Comandante un enfrentamiento inútil con la máquina contestadora del enemigo —"Para escuchar instrucciones en español, marque el dos. Para insultar al presidente, marque el tres"…—, le pondrá al teléfono al jefe de la escolta, que se hará pasar por enemigo).

-Comandante: ¿Enemigo?

-"Enemigo": Sí mi Comandante.

-Comandante: Que me he enterado que aprovechando mi ausencia le querías causar una catástrofe terrible a la humanidad.

-"Enemigo": Bueno Comandante…

-Comandante: Pero eso no lo voy a permitir, porque para eso yo estoy aquí. ¿Entendido?

-"Enemigo": Sí mi Comandante.

-Comandante: ¡Patria o muerte!

-"Enemigo": ¡Venceremos!

Al colgar, el Comandante se dirá que el enemigo ahora ya no es lo que era en la época en que por cualquier cosa se estaba al borde de la guerra atómica, y se preguntará si esa voz no le recuerda demasiado a la del jefe de su escolta.

Será ese el instante en que nazca una nueva leyenda, la leyenda del Caballo sin Cabeza que recorre campos y ciudades con un teléfono en la mano, pidiéndoles besos a las aeromozas y lanzando pelotas de béisbol a noventa millas por hora. Justo la distancia a la que se encuentra ¡el enemigo!


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