Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Sociedad

Los aplausos de nuestro patriotismo-bistec

¿Por qué ahora a ciertos intelectuales les parece bien que los pobres no beban alcohol?

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Nueva sequía

Podrán existir problemas con la industria, que es lo argumentado, como quien no quiere la cosa, por el reporte oficial. Más orgánica parece ser la tesis (de Radiobemba) que relaciona esta nueva sequía con el descalabro de la industria azucarera. Pero la concreta es que en las shopping nunca falta el ron, el más caro, el mejor. Lo ven los ojos de los pobres. Así que su cabeza tiene al fin luz para pensar, no lo que le indican que piense, sino lo que piensa a partir de lo que ve, no obstante y a pesar de aquello que le indican.

Y es ahora, ni más ni menos, cuando a ciertos integrantes de nuestra élite del patriotismo-bistec se les ocurre declarar que no era saludable la tendencia al alcoholismo demostrada en los últimos tiempos por el pueblo, en especial por los más jóvenes. Así que esta nueva sequía es algo que les favorece, aun cuando de momento, dicen, los pobres no sean capaces de reconocerlo.

Evidentemente, Pascal se equivocó al considerar que sólo existen dos tipos de seres humanos: los justos que se creen pecadores y los pecadores que se creen justos. También existen los de nuestro patriotismo-bistec, que se creen por encima de justos y pecadores. Por lo que no hacen ascos a la hora de aplastar a los primeros y de burlarse de los segundos, aunque en este último caso deban fingir sumisión, convertidos incluso en cómplices del pecado.

Ayer aprobaron con sus firmas y/o con su silencio el fusilamiento de tres pobres negros sin padrino, escogidos, digamos, al azar como aplicación de correctivo. Hoy aplauden la alevosa sequía. Y sólo el diablo sabe qué harán más adelante.

Es de suponer que nada más sería necesario para asegurar su condena, en el futuro. Pero no hay que hacerse ilusiones. De hecho, nuestra élite del patriotismo-bistec, élite al fin y al cabo, aprendió a nadar guardando bien la ropa.

Ahora mismo viaja por el mundo, con pasaporte expedito y visto bueno de la tiranía. Y hasta le es dado confraternizar cariñosamente con la comunidad de exiliados en el exterior, al parecer bajo la tácita coartada de que somos hermanos y soñamos con un mañana de armonía para todos, aunque desde distintos lados de la almohada.

En tanto, para hoy, y ojalá que no también para mañana, a los pobres del patio no les queda sino la alternativa de François Villon: morir de sed junto a la fuente.


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