Actualizado: 18/04/2024 23:36
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El gobierno de Raúl

Los doce apóstoles

La gente de a pie mira desde las vallas de la realidad las convulsiones del poder. Las preguntas no tienen respuesta.

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¿Por qué la purga política, que muchos ven cismática, comenzó 72 horas antes del inicio del Clásico Mundial de Béisbol?

Pocos creen en las casualidades. Captan en la sucesión de eventos una ecuación para desconmocionar el país y enterrar un episodio de alto costo político. Pero las cosas no son coser y cantar.

Un viejo militante del partido comunista como SD cree que la crisis interna no ha terminado, sino que recién empieza. "Caerán más", vaticina.

Él y muchos en su núcleo partidista intentan buscar la lógica de los acontecimientos. Terminan carraspeando y tan desorientados como al principio en la mar de las hipótesis.

"Nos deben una explicación, como militantes y como ciudadanos. Hemos votado por esos diputados. Incluso Lage fue el más votado en la Asamblea Nacional. ¿Cómo en un año se volvieron enemigos?", inquiere.

A la entrada de un gabinete comunitario, una doctora suelta un "¿y ahora qué?" a una vecina que obsequia su llegada con café.

Hace semanas, algunos rumores callejeros daban al ex secretario del Consejo de Ministros camino a la cartera de Salud Pública. Su eclipse mediático, luego de ser por más de quince años la cara más expuesta del programa económico, hilvanó el silencio que precede a toda destitución.

En la escuela de Derecho de la Universidad capitalina los comentarios suben de tono. "Es un golpe de Estado. Lo que pasa es que no ves los tanques", parlotea un joven semibarbado, blue jeans a la cadera y piercing en el maxilar. Hace énfasis en que se trata de más de quince movimientos de un tirón.

La sorna no falta. "¿Por qué crees que Abel se dejó la barba?", pregunta otro estudiante que se incorpora a la tertulia en la Plaza Cadenas, de la colina universitaria.

Alude al ministro de Cultura, Abel Prieto, quien luego de una larga ausencia reapareció barbado y con su pelambre de siempre. "Se la moja todos los días", dice el joven entre risotadas.

El también novelista fue designado en los noventa por Fidel Castro para capear al siempre díscolo mundo intelectual de la Isla y, dada su orientación liberal, podría caer en cualquier momento, según algunos cotilleos que circulan en los jardines de la UNEAC.

Otro estudiante, más reservado, con coleta y camiseta guevariana, recuerda que durante el mandato de Carlos Lage Codorniú en la FEU (Federación Estudiantil Universitaria), el "hijo de papi" defendió de cierto modo la autonomía de las universidades.

En septiembre de 2007, dos meses antes de que fuera "liberado" de su cargo, el actual economista Lage Codorniú había declarado a la prensa que la FEU es una organización "que está al lado de la revolución, pero que no deja de tener un carácter de crítica a lo mal hecho y de tener su autonomía, de no repetirse con el resto de las organizaciones".

Retrato de una certidumbre

Aunque el bombazo de las cesantías contó con el factor sorpresa, para algunos la nueva situación se prefiguró con fuerza en el rediseño del gobierno salido de la Asamblea Nacional el 24 de febrero de 2008.

Los rostros petrificados de Lage y Pérez Roque no sólo hablaban de la decepción generacional de los delfines de Fidel Castro al quedar excluidos de las promociones. Eran el retrato de una certidumbre: sus carreras políticas tenían los días contados.

Las remociones ocurrieron una semana después de una sorpresiva visita de trabajo del presidente venezolano, Hugo Chávez, que estuvo rodeada del mayor hermetismo. Radio Bemba habla de que los servicios secretos venezolanos habrían detectado conversaciones de los encartados para un futuro gobierno post-Castro.

Otros achacan que el desmontaje casi total del antiguo gabinete de Fidel Castro obedece a la necesidad de barrer la casa de gobierno ante el desparpajo generalizado, aunque sea al precio de levantar un campamento militar.

Los más fantasiosos aventuran que los sancionados están siendo sembrados como líderes de un futuro partido de renovación socialista en una Cuba aperturista y que ya se les prepara una apropiada leyenda política.

"Ahora son los doce apóstoles", endosa una conocida actriz de televisión a la salida de los estudios.

Pero la pregunta que taladra la cabeza de los cubanos es cuál será el programa del nuevo gobierno y los cambios potenciales que podría implementar, si quienes entonces diseñaron y ejecutaron las reformas de los noventa están escuchando las noticias en pijama.

Aunque las autoridades saben del fuerte estado de cuestionamiento, difícilmente explicarían las purgas. Supondría destapar secretos de Estado, en el caso de que los hubiera, para justificar debidamente las dramáticas remociones. De hecho, están más ocupadas en demostrar la conveniencia de los reemplazos y su eficacia en el corto plazo.

El siguiente paso es dotar al nuevo gabinete de legitimidad. Para ello habrá que desplegar una agenda de cambios y es ahí donde el presidente Raúl Castro tendrá que cumplir con las expectativas entregadas por él mismo en 2007.

"Al contar con el pleno respaldo de Fidel Castro para el rediseño del aparato administrativo y político", el actual mandatario "ya no podrá jugar la carta de las aparentes desavenencias que a nombre del líder histórico supuestamente congelaban las reformas y los anunciados "cambios estructurales", manifestó un académico.

Los escépticos no tardan en entrar a escena. "Da igual a quien quiten y a quien pongan. Esto no es un problema de figuras, sino de sistema", sentenció un taxista pirata en viaje hacia el Capitolio.

En la ventosa esquina de L y 25, frente al hotel Habana Libre, un tenedor de libros asegura que ha llegado el momento de la verdad.

"Los dos —Fidel y Raúl— están remando en la misma dirección. Ahora el bote debe moverse", dice sacudiendo la cabeza.


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