Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Economía

Potaje de estadísticas

¿Cómo compaginar un cuadro teórico tan halagüeño con una realidad tan desoladora?

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Cuenta una leyenda que poco después de estallar la Revolución Francesa, la reina María Antonieta, sorprendida por la violencia de la insurrección, preguntó a un noble de la corte por qué se amotinaban los pobres delante del Palacio de Versalles. "Es que no tienen pan para comer", le respondió el cortesano. "Pues si no tienen pan, que coman bizcocho", replicó la soberana.

La anécdota ha pasado a la historia como muestra del cinismo de la esposa de Luis XVI. Lo más probable es que fuera una invención de los detractores de la monarquía o, de haber existido en realidad, fuese un comentario inocente, producto de la ingenua cosmovisión que compartían muchísimas aristócratas de la época.

No se sabe si la visión de la realidad nacional que tiene el ministro de Economía y Planificación de Cuba, José Luis Rodríguez, es cínica o ingenua (o ambas). Pero en su último discurso, pronunciado la semana pasada en La Habana con motivo del VI Congreso de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores, parecía decir a los cubanos de a pie que si a partir de ahora ya no encuentran yuca o boniato en el mercado campesino, siempre pueden intentar comerse un buen potaje de estadísticas.

Con abundancia de cifras y datos, el camarada señor ministro explicó que la economía de la Isla ha venido creciendo desde 1995 a una tasa media anual equivalente a casi el 4 por ciento del PIB. Aseguró además que las previsiones para este año 2005 son aún más optimistas: un aumento cercano al 9 por ciento.

Este extraordinario desempeño se debe, afirmó, a la eficiencia de sectores como el turismo, la salud pública, la informática, y a los créditos de China y Venezuela. Sin duda, algo influyeron también, aunque el ministro no insistió en eso, los dólares y los bienes de consumo que los cubanos exiliados remiten cada año a sus familiares de la Isla.

El problema de esas estadísticas color de rosa es que al confrontarlas con la terca realidad se destiñen hasta adquirir una mustia tonalidad gris-ratón. Resulta difícil creer en la exactitud de las cifras que expone el ministro Rodríguez, cuando se sabe que los últimos años han estado marcados por la sequía, los ciclones, el hundimiento de la industria azucarera, la crisis del transporte, los apagones, el desempleo —sobre todo entre los jóvenes y los ex obreros industriales— y la emigración creciente.

Demasiado optimismo

¿Cómo compaginar un cuadro teórico tan halagüeño con una realidad cotidiana tan desoladora? Por ejemplo, el propio gobierno afirmaba en los años noventa que para lograr los índices de desarrollo previstos era preciso que el turismo creciera hasta alcanzar los dos millones de visitantes en el año 2000. Pues bien, esa cifra tan sólo se logró en 2004, o sea, con cuatro años de retraso sobre el plan.

Otro tanto podría decirse de sectores fundamentales como la generación de energía o el transporte, que han incumplido sistemáticamente los planes establecidos.


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