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Represión

Recuerdos de una catástrofe

A propósito de la Primavera Negra: ¿Existe en Cuba la tortura?

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TEMA: Represión en presente

Eran las seis y tanto de la tarde del día 20 de marzo de 2003, cuando se aparecieron en mi casa decenas de oficiales de la Seguridad del Estado. Venían acompañados de fiscales, jueces, "testigos de los Comités de Defensa de la Revolución", y un grupo paramilitar llamado "Factores". Esos que se brindan por miedo y prebendas, para hacer el juego sucio y ayudar a llevar a inocentes pensadores a las terribles cárceles de mi ensombrecido país.

En unas horas, se llevaron en grandes sacos de nylon casi todo lo que había en la casa. Lo más doloroso, más de 1.500 libros de la biblioteca independiente que preside mi esposa Gisela. Entre esos peligrosos volúmenes, estaban las obras de José Martí, la Constitución de la República y una variada colección de literatura prohibida por el gobierno totalitario de La Habana. ¡Un crimen intelectual inexplicable ante un mundo cada vez más civilizado!

Ya en la noche, incomunicado, me encontraba entre las temibles celdas del cuartel general de la Seguridad del Estado. A mi lado, tres acusados de tráfico de drogas, todos muy violentos, en un pedacito de oscuridad donde apenas si podíamos caminar. Así transcurrieron unos pocos días, con interrogatorios día y noche en los que me anunciaron hasta el paredón de fusilamiento, la cadena perpetua, lo que le pasaría a la familia… para quebrantar mi voluntad.

De pronto, sin abogados, ni recurso alguno, fuimos sometidos a un juicio sumarísimo, sin estar en tiempos de guerra. La petición de cadena perpetua podía ser, mas sabrá usted. El juicio fue una farsa. Todo estaba coordinado: el tribunal, los jueces, la fiscal, los instructores y parte del público, así como aquellos miserables testigos que decían llamarse agentes infiltrados de la Seguridad del Estado.

Aquella masacre política

Horas después, nos llevaron a las prisiones de mayor rigor: unos fueron para el oriente de la Isla, otros, como fue mi caso, para cárceles de occidente. Eso sí, lo más alejado posible de la familia, que con esta situación han sido sancionadas también indirectamente; más en un país donde no existe transporte público, ni hoteles para los cubanos, ni seguridad para los que nos oponemos a la dictadura.

Allí fui instalado en una celda tapiada, llena de insectos, ratas, etcétera, sin asistencia médica e incomunicado con el exterior. La temperatura a veces superaba los 45 grados. Toda era delirante. Al pasar los meses, sin sol, sin movilidad, se me fue quebrantando la salud. Ahí comenzó la otra parte del problema. Fui ingresado en varios hospitales, donde poco a poco me diagnosticaron más de doce enfermedades irreversibles, muchas muy graves.

Casi cuatro años después, el gobierno me otorgó una licencia extrapenal por mi deteriorado estado de salud. Ahora estoy en mi casa, apenas puedo caminar, no encuentro la solución médica para mis padecimientos; no existe en este país. Además, me han negado la historia clínica de los dos años y ocho meses que permanecí ingresado, muchas veces entre asesinos, tuberculosos, locos…

Lo más doloroso es que, aun siendo inocentes, quedan en las cárceles crueles e inhumanas 59 hermanos de aquella masacre política, una vergüenza para los gobernantes cubanos. Treinta y uno de estos opositores pacíficos están en muy mal estado de salud. Los integrantes de la Causa de los 75 tienen además su primer mártir, Miguel Valdés Tamayo, muerto de un infarto después de haber sufrido el primero en las mazmorras de la Isla.

He brindado muchos testimonios a la prensa y medios de comunicación internacionales, y también a la prensa independiente cubana, contando estas terribles vivencias. Lo que más me asombra es la pregunta que siempre hacen los periodistas al final: Palacios, ¿existe en Cuba la tortura?