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Economía

¿Revolución es construir?

Aunque el gobierno es incapaz de cumplir los planes de vivienda, prohíbe a la iniciativa privada tomar las riendas del asunto.

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Un reportaje periodístico de la televisión cubana trajo nuevas evidencias y ejemplos de los retrasos y carencias del actual programa de construcción de viviendas impulsado por el Estado. Dichos incumplimientos ocasionan no pocas molestias y dolores de cabeza a las muchas familias que, con gran esfuerzo, tratan de resolver un problema que constituye una verdadera tragedia para la sociedad.

En este caso, una localidad reproduce los problemas e insuficiencias cotidianas y permanentes a lo largo y ancho de la Isla: retraso e inconsistencia en la entrega de los materiales, lo cual paraliza o demora indefinidamente las construcciones; alto costo de la mano de obra especializada, frente al bajo poder adquisitivo de las familias aspirantes; pobre respuesta del Estado, los poderes locales y las entidades responsables de satisfacer las necesidades constructivas que requieren los ciudadanos. Estos son sólo algunos de los obstáculos que determinan el fracaso rampante del último proyecto gubernamental destinado a resolver la escasez de viviendas.

Hace poco más de dos años, las autoridades aseguraron que se disponían a construir alrededor de 100.000 viviendas por año, principalmente a partir de los esfuerzos de los propios necesitados. El reportaje de marras da cuenta de que en la provincia de Granma sólo se han concluido 25 viviendas de un plan de 900, según el programa impulsado por la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) para sus "miembros vanguardias".

'El Estado no puede'

En su discurso del 1 de mayo de 2006, el entonces gobernante Fidel Castro aseguró que los ciudadanos debían aprender a construir sus viviendas, porque el Estado no podía satisfacer las enormes necesidades en ese ámbito.

Sólo pocos meses después de anunciado el ambicioso programa —que por cierto ningún cubano de a pie creyó realizable—, el mismísimo secretario del Consejo de Ministros, Carlos Lage Dávila, reconoció su incumplimiento y muchas de las dificultades y distorsiones que este había sufrido.

Al anunciarse el nuevo programa constructivo, muchos ciudadanos adelantaron el análisis, que discernía sobre la imposibilidad del Estado de acercarse siquiera a esa cifra en la época en que la extinta Unión Soviética subsidiaba, con amplia generosidad, la economía nacional. Y se preguntaban: ¿A partir de qué presupuestos imaginan las autoridades poder cumplir la ambiciosa meta?

¿Cómo es posible que después de medio siglo controlando totalmente la construcción y distribución de viviendas, sin detenerse a reconocer el resonante fracaso que está a la vista en forma de crisis extrema, el gobierno pase a los ciudadanos la responsabilidad de un problema creado por el afán de monopolio y la permanente desidia administrativa que caracteriza el sistema?

Es sumamente difícil para los ciudadanos, en medio de las dificultades vivenciales que los agobian, enfrentar tal empresa, lidiando además con las carencias y corruptelas que genera el sistema.

'El Estado no quiere'

Mientras esto sucede, gran cantidad de profesionales, técnicos y trabajadores calificados de la construcción son privados de la posibilidad de hacer un aporte capital a la solución de tan complejo problema, mediante la creación legal de pequeñas y medianas empresas. Construir o reparar una vivienda dejaría de ser entonces un lujo de los económicamente acomodados y una tragedia para las grandes mayorías.

Podríamos ver cada semana un reportaje sobre los esfuerzos y traumas que enfrentan los ciudadanos para construir viviendas en el país, y todos estarían colmados de promesas y metas incumplidas, necesidades insatisfechas y esperanzas frustradas.

En lo alto del edificio que alberga el Ministerio de la Construcción en la capital, se lee desde hace una treintena de años una inscripción que asegura: "Revolución es construir". Esta parece ser la peor de las bromas, cuando se sabe, por ejemplo, que las mejores instalaciones deportivas del país —el Estadio Latinoamericano y el Coliseo de la Ciudad Deportiva— cuentan con más de 60 y 50 años, respectivamente.

También se ve cómo la institución insignia de la pediatría nacional, el hospital Pedro Borrás, está en reparación desde hace veinte años; sin dejar de compadecerse por las familias que han visto pasar varios lustros de su existencia en los llamados "albergues de tránsito", en espera de recibir del proveedor exclusivo y omnipotente una vivienda humilde, pero propia.

En su alegato de defensa durante el juicio por el asalto al cuartel Moncada, Fidel Castro aseguró que en Cuba sobraban piedra y brazos para que cada familia tuviera una vivienda decorosa. Cincuenta años después, hay muchos más brazos y, al menos, la misma cantidad de piedra, pero continuamos aguardando por la voluntad de los hoy poderosos.


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