Actualizado: 10/05/2024 11:46
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Sociedad

Una competencia irrisoria

En la costa norte de la Isla han sido instaladas estaciones de televisión con el propósito de interferir señales extranjeras.

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Y tal suerte de fiebre televisiva podría entenderse como una extensión de lo que hoy ocurre con los cuatro canales nacionales, que sustentan una programación basada en materiales copiados de las televisoras History Chanel, A&E, Discovery, y con los que han alcanzado fama periodistas de ocasión como Reinaldo Taladrid, Magda Resik y otros.

Desde el punto de vista informativo, la realidad de las nuevas estaciones locales es peor. Las dos cámaras de televisión asignadas para cada una de las corresponsalías, los modernos equipamientos de edición y los restantes dispositivos, son orientados hacia una cobertura informativa sesgada, que sólo muestra los "triunfos" de la Revolución.

Lo que se había hecho costumbre desde los centros provinciales de televisión ahora se ha duplicado, con la diferencia de que estos últimos, al perder la prioridad, han agudizado una decadencia conceptual, técnica y de postproducción. Estos también han tenido que extender sus trabajos hasta el horario nocturno para contribuir a lo que es considerado "batalla nacional".

Poco espacio hay para la novedad, la creación artística y otros modos de reflejar un suceso. En verdad, poco importan. Desde las nuevas televisoras, desde las viejas, la alternativa es trasmitir, transmitir lo estipulado, en el horario fijado y con la prioridad marcada.

Más televisión, menos alimentos

Conociendo lo costosa que es la tecnología actual para televisión, es increíble asistir a tanto derroche en pos de frenar cuanto mensaje o imagen pueda romper la urna informativa en la que vive la Isla.

Los trabajos de perfeccionamiento de la infraestructura técnica para el acceso de la población a las señales de televisión, protagonizados por la empresa estatal RadioCuba, fueron calculados el pasado año en 12 millones de dólares. Para 2007, según fuentes de la Asamblea Nacional, el Estado ha incrementado el presupuesto del ICRT en un 15%, imaginando los sólidos desembolsos que tendrá que hacer el organismo para solventar los nuevos salarios.

Claro está que la programación en sí no cuesta nada: son productos realizados por televisoras extranjeras y por los cuales, supuestamente, el gobierno ha pagado derechos de retransmisión. En medio de tanto desembolso, la producción nacional de series dramáticas como aventuras, telenovelas y cortometrajes de ficción ha sido radicalmente disminuida.

Unido a esto, La Habana sigue resolviendo la crisis de maestros para las enseñanzas primaria y secundaria con una programación educativa por televisión, que se hace ver como una novedosa manera de enseñar. Por esa producción de materiales didácticos, carentes de calidad audiovisual, devengan salarios maestros, asesores del Ministerio de Educación y el personal técnico involucrado.

A todas las luces, las viejas imágenes desde los modernos aparatos de teletrasmisión no son más que intentos exacerbados del gobierno para el afianzamiento de una política informativa que se vigila y fiscaliza con sumo control.

La invasión de las nuevas señales televisivas ya ha propiciado denuncias del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos que testimonian un resultado esperado. De hecho, constituyen una respuesta —con contenido de imagen— a las señales radiotelevisivas que llegan desde Estados Unidos con el fin de romper el cerco informativo de La Habana.

Ahora se les responde con la misma moneda, pero de forma mediocre, como siempre. ¿Acaso pretenden poner a competir a Randy Alonso con Montaner, o a Aladina con Cristina?


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