Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Sociedad

Vade retro antena

Si la mayoría rechaza la banalidad de las televisiones extranjeras, ¿cómo las señales ilegales se han convertido en un jugoso negocio?

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Delito aparte, el autor del artículo vincula arbitrariamente este contrabando con el capítulo uno del Informe de la Comisión para la Asistencia a una Cuba libre, "plan anexionista del imperio que pretende destruir a la nación cubana", en el cual se "concibe una suficiente distribución de computadoras, radios de onda corta, platos de satélite, decodificadores, fax y fotocopiadoras a sus empleados aquí".

Es así que el individuo, cubano residente en Estados Unidos, y sus dos asociados en la Isla, se encuentran ahora sujetos a proceso judicial por los delitos de contrabando (que establece entre seis meses y tres años de privación de libertad y multas entre 200 y 1.000 cuotas, o ambas, según los artículos 233 y 234 del Código Penal) y cohecho (contemplado en el artículo 152, con penas de entre 2 y 20 años de privación de libertad y multas de entre 500 y 1.000 cuotas, o ambas).

A la vez, indirectamente, se sugiere que son "empleados del imperio" para sus "planes anexionistas". Se desconoce qué destino se haya dado a los equipos incautados por la Aduana.

¿Cultos pero banales?

Después de la obligada y sempiterna diatriba contra las artimañas "del enemigo imperial" —que probablemente no tenga ni idea de los trasiegos del contrabandista en cuestión—, se ataca la difusión de ciertos canales de Miami que se basan en "supuestas distracciones y la cacareada e hipócrita libre información", en las que se tergiversa la realidad cubana y abundan "la banalidad, el consumismo y otros arquetipos de la sociedad capitalista".

Continúa el articulista su catarsis: "La programación enajenante de esos medios es una afrenta al afán de conocimiento y de superación general que procuran los cubanos hoy día mediante múltiples programas verdaderamente educativos". Pero, casi inmediatamente después, cae sorpresivamente en una flagrante contradicción cuando asegura que "la distribución ilegal de señales televisivas se ha convertido en un jugoso negocio para un grupo de personas".

¿En qué quedamos? Si los cubanos de hoy son tan selectivos y exigentes a la hora de escoger los programas televisivos de su preferencia; si son tan cultos e instruidos; si su propia televisión cumple, al menos en alguna medida, sus elevadas expectativas, y si las televisoras extranjeras ofrecen productos tan deleznables del decadente mundo capitalista… ¿cómo es posible que la distribución ilegal de señales televisivas sea "un jugoso negocio" para alguien?

En otras palabras, ¿tan numeroso es el público que adquiere esas señales que su contrabando resulta lucrativo? Indudablemente, sí.