¿Fidelidad o entierro?
Con Fidel en escena, Raúl y los generales no dejan de dar rodeos. ¿Será diferente tras la muerte del Comandante?
TEMA: Un 'debate' por decreto
Puede ser que el tiempo se esté acabando, o no, pero el régimen cubano trastabilla como si no se agotara el momento.
A principios de septiembre, el Partido Comunista convocó a los ciudadanos para que discutieran el discurso de Raúl Castro el 26 de julio. El País, en España, calificó las asambleas como "una catarsis nacional", mientras el diario Reforma, de México, observó un estado de ánimo de "agotamiento y escepticismo". Algunos hablaron con franqueza e hicieron énfasis en la interminable lista de quejas. "Después de una arrancada tímida, la gente se envalentonó y ahora no pueden dejar de hablar", dijo el columnista Rafael Alcides en ENCUENTRO EN LA RED. Por lo general, los cubanos menores de cuarenta años no se veían comprometidos o interesados.
Ira, resentimiento
El discurso de Raúl abordó asuntos económicos que hallaron eco en las necesidades de los ciudadanos comunes y anunció "cambios estructurales" sin especificar. En 1990, el Partido convocó a una ronda similar de asambleas. El tópico principal, entonces, era la caída del mundo comunista y lo que debía hacer Cuba para evitar la misma suerte. Los dirigentes no necesitaban estas asambleas para saber lo que pensaba el pueblo, ni entonces, ni ahora.
Por décadas, la dirigencia ha realizado encuestas periódicas —que han sido, como la salud del Comandante, un secreto de Estado— que les ha proporcionado la verdad desnuda. Pero el rito de "la consulta" sirvió hace diecisiete años, así que: ¿por qué no volver a hacerlo ahora?
Puede ser que, esta vez, la catarsis se vuelva contra el régimen. En 1990, todavía muchos ciudadanos creían que las cosas podrían mejorar. Hoy, la ira, el resentimiento y la incredulidad se han apoderado de aquellos que aún mantenían alguna esperanza después de la caída del Muro de Berlín. Los ciudadanos comunes están indignados ante la corrupción galopante y la hipocresía de un discurso torcido, que hace caso omiso de la realidad imperante y del infierno material de sus vidas cotidianas.
Entra Hugo Chávez
Raúl y los otros hablan de cambios lentos y cautelosos. Pero al parecer, la gente no quiere eso. La mayor parte de los cubanos no parece desconcertarse ante la posibilidad de dar al traste con las manidas ideas del Comandante y emprender ya políticas basadas en la realidad, que comiencen a solucionar el pozo, casi sin fondo, de los problemas económicos.
Con el mayor de los Castro todavía en escena, Raúl y los generales están dando rodeos. Aun cuando Castro se haya ido, sus pasos pudieran ser más vacilantes en relación con lo que la ciudadanía quiere. Y, miren ustedes, estoy hablando sólo de los cambios económicos.
Entra Hugo Chávez. En su viaje a Cuba, del 13 al 17 de octubre, se entrevistó con el achacoso Castro durante cuatro horas, transmitió desde Santa Clara su programa semanal Aló Presidente y anunció nuevos acuerdos para instigar el "proyecto unitario" entre Venezuela y Cuba. La visita de Chávez apoya al Comandante y a los de la línea dura, quienes se interesan más por las luchas ideológicas que por dar solución a las necesidades de los ciudadanos.
Según las informaciones, las reformas comenzarán (¿pronto?) en el sector agrícola. La máxima que profirió Raúl hace más de una década, "los frijoles son más importantes que los cañones", es hoy aún más significativa. Chávez mencionó la producción de alimentos como una de las áreas en la cooperación renovada; quizás sea una señal de que el tema salió a relucir en su larga conversación con el Comandante. El asunto crucial es lo que se derive después de los esfuerzos que se hagan para promover la productividad agrícola.
A mediados de la década de los noventa, el mayor de los Castro detuvo y dio marcha atrás en las modestas aperturas. Si hoy se realizaran, ya no habría retroceso, incluso después que Castro haya muerto; pero los vínculos con Venezuela podrían constituir un freno en el frente económico. Una reestructuración abarcadora es incompatible con el estilo político fidelista que Chávez admira tanto. Raúl y los generales saben que las vías a recorrer no pueden ser las mismas, lo que podría ser una razón para que no simpaticen con Chávez.
Se supone que el nacionalismo sea el punto fuerte del Comandante. Sin embargo, de nuevo está conduciendo a Cuba por la senda de la dependencia de un poder extranjero.
La política mesiánica
Los lazos con la extinta Unión Soviética se forjaron en un momento en el que muchos consideraban al socialismo como una alternativa viable al capitalismo. El "socialismo del siglo XXI" de Chávez es un refrito de ideas ya probadas y erradas, con su eje en el centralismo económico estatal y la política mesiánica. La historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa.
Ya pasamos por eso, dirán los sucesores de Castro. Sin embargo, ahora están entre la espada y la pared: o son fieles al legado de Fidel Castro —un legado que no prestó atención al bienestar económico de los cubanos—, o realmente entierran a Castro y adoptan una reestructuración económica que muy bien pudiera abrir la caja de Pandora.
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