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Opinión

Hieratismo

Sería ingenuo creer que los 'debates' orientados por Raúl Castro son la antesala de algún movimiento.

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TEMA: Un 'debate' por decreto

La solemnidad extrema es quietismo, como puede observarse en el arte egipcio de la época faraónica. Hierático quizás sea el adjetivo que mejor simboliza la mezcla de inmovilismo y ceremonial que caracteriza a los Castro y su estrecho circulito de Poder —con mayúscula absolutista—.

Los críticos de arte consideran —con razón al tope— que muchos espectadores de hoy juzgan mal el lenguaje artístico egipcio porque les parece rígido y estático. Sin embargo, la intención —que duró alrededor de tres milenios— "no fue la de crear una imagen real de las cosas tal como aparecían, sino captar para la eternidad la esencia de la persona, animal u objeto representado".

Los hermanos Castro coinciden —con modestia enternecedora— en que su obra es "para la eternidad". De ahí el hieratismo, sobre todo del desmejorado. De ahí el extrañamiento que experimenta el mundo occidental ante su desfasado arte estático. De ahí la pesquisa, un interés similar al que despertara el Parque Jurásico.

La rareza aviva la curiosidad por lo exótico, cierta caridad cristiana y hasta nostalgia, en aquellas víctimas-cómplices de la corte faraónica. Y aquí se abre una zona polémica: ¿Somos los cubanos víctimas y a la vez cómplices de un atasco —tan cercano a atraco— que va de 1959 a este octubre de 2007?

14 meses de expectativas

Historiadores y filósofos —por lo general con razón— de inmediato deslindan períodos, similares a los de las olas emigratorias y su composición social. Coinciden en que el penúltimo abarcó desde los balseros del 94 hasta el chavismo y el surgimiento de la alianza con Venezuela y su petróleo, con un lapso final tras la parcial salida del caudillo y la entrada del hermano, a partir de julio-agosto del pasado año.

Llevamos pues unos 14 meses dentro del último, antes de lo que parece será el punto final de las vergüenzas, de la curva de perigeo, del rizoma. 400 y tantos días de expectativas y esperanzas, de especulaciones y sueños, de ver qué cambia.

Junto a los cubanos, muchos gobiernos y desde luego que los medios, también participan de los lanzamientos de hipótesis —con adrenalina a discreción— que hurgan entre indicios, huellas, vestigios… Un ejemplo de estos días es el cambio verbal en la actitud del gobierno mexicano, como esperando mientras recupera su asiento en primera fila yucateca. Pero apenas hay consenso ante una evidencia: por lo menos estamos ante el fin de la generación de guerrilleros.

Llega de nuevo —por eso lo tomé de título— el hieratismo. Sostengo que le es consustancial al régimen. Lo mismo que desde que comenzaron la Glasnost y la Perestroika, fueron vistas por la dictadura como enemigas mortales —recordemos lo que pasó entonces—, ahora cualquier signo de movimiento, de duda, no es más que una ilusión nimia, vana, en muchos casos pueril.

Y algo peor: otra trampa del Poder, imprescindible tras los 14 meses de sesgada ausencia del faraón; tras el auge de las indisciplinas sociales que asolan al país y su tan endeble economía de sobrevivencia; tras el peligroso incremento del vandalismo delincuencial, que indica un resquebrajamiento de la policía, una mayor indefensión de los ciudadanos en la calle y en sus casas.

Sería ingenuo creer que la discusión del discurso del 26 de julio de Raúl Castro, ordenada a los núcleos del Partido y a las secciones sindicales, a la UJC y a los estudiantes, es la antesala de algún movimiento. No: es el mismo truco, ya gastado. La desmemoria histórica y los pensamientos desiderativos, bovaristas, no deben confundirnos.

Ni Raúl Castro ni su dócil amanuense Carlos Lage, ni ningún otro miembro del Buró Político o de la única esfera del Poder, quieren que cambie nada esencial a su programa. Para colmo el convaleciente faraón —cuya salud es su secreto ante el mismo circulito del Poder— parece vigilar a los tibios, a los sospechosamente dialogantes.

Los que a lo mejor dudan tienen tanto miedo como el que siente el profesional o el obrero o el campesino ante la Seguridad del Estado. El llamado —leamos lo que dice, no lo que soñamos que diga— es a la exigencia, es más del mismo aceite ricino. Y no puede ser de otro modo, viniendo de donde viene.

'Debate' sin prensa

Si leemos Granma y Juventud Rebelde sin prejuicios, observaremos que las pocas noticias y crónicas sobre las discusiones del discurso de Raúl —descarga anímica controlada, aparte—, nunca apuntan como causas del malestar al sistema sino a los métodos, a los líderes "históricos" sino a la poca conciencia de la gente, a la revolución sino al enemigo imperialista por persistir y al soviético por desaparecer.

Raúl pide públicamente un análisis crítico de la realidad, ser "sinceros y valientes en los planteamientos". Lage, después de afirmar sin hemiplejia que "el ahorro es hoy nuestra mayor fuente de recursos" (sic), llama a ponerle "nombre y apellido" a los evidentes problemas. La prensa oficial apenas publica nada de las asambleas…

Pero la representación teatral sí genera dudas: ¿Será teatro de la crueldad o del absurdo? Me inclino por los dos, con algo de comedia griega, de croar de ranas. Porque supongo que salvo ingenuos o fanáticos, nadie sería capaz de morder el anzuelo envenenado, el expláyense con sinceridad que lanza nada menos que Raúl Castro Ruz, de bajo perfil como estadista, pero de muy alto como represor.

No seamos desmemoriados, el dossier del general está repleto, desde el Segundo Frente Oriental, de brutales escarmientos contra el menor asomo de disidencia. Una larga lista impide rebasar el escepticismo. Basta con que recordemos que sus ayudantes —por lo menos mientras lo fueron o los promovieron— no han sido nunca palomas.

"Con esos bueyes hay que arar" —me comenta un disidente desde La Habana. Le contesto que no hay nada que arar en el desierto, aunque la política —siempre oportunista— negocie, ceda, cabildee; aunque el juego de los hermanísimos implique una parábola entre ganar tiempo y esperarlo, entre el chantaje —de muchas formas, nacionales e internacionales— y el deterioro de los trucos "aperturistas".

El más reciente libro de George Steiner se titula Diez posibles razones para la tristeza del pensamiento. Quizás el eminente ensayista y profesor debió incluir el hieratismo, por lo menos el cubano.


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