Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Desde Alemania

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Pienso personalmente que la película nuestra desde un punto de vista meramente artesanal, en cuánto a fotografía, edición y el montaje de una banda sonora que trata de dar una imagen acústica del "surround natural" de una ciudad de ruidos tan variados como la Habana, no merece tal menosprecio. Además no se producen tantas películas largometrajes de 35mm en Cuba cada año como para ser tan severamente selectivo. Pero no se trata de eso. Hay un error profundo de lógica en esta única reacción oficial cubana. Porque nadie de nosotros inscribió la película para que un comité de selección pudiera juzgar su calidad. Fue la misma embajada alemana que quiso programarla en una sección independiente, financiada y curada por la misma Alemania. Lo que sin embargo los sutiles críticos de arte cinematográfico del periódica Granma revelaron de esta forma es que los mismos viejos mecanismos de "censura metafísica", como las llamó el escritor Enrico Mario Santí, siguen manteniéndose en Cuba.

Este hecho lo comprueba también el caso de otra película cubana más que también quisiera añadir a la lista de Enrique Colina: Cercanía, de Rolando Díaz, que, ella sí, fue inscrita oficialmente al festival sin que el director haya jamás recibido una respuesta, aunque sea negativa. La semana pasada tuve la ocasión de ver Cercanía en presencia de su director en una proyección en la cinemateca Arsenal de Berlín, organizada por Fernando Pérez que de momento enseña como profesor invitado de la Universidad Libre de Berlín. Me pareció una obra bien decentemente hecha (para hablar en categorías "artesanales" otra vez), pero sobre todo bastante descomunal en cuanto a su temática, dado que da un retrato de la vida de la comunidad cubana de Miami que seguramente le interesaría a muchos cubanos en la Isla. Tampoco encontré ningún tipo de radicalismo o agresividad en contra de Cuba en ese trabajo fílmico de Rolando Díaz que justificara tal exclusión.

Yo reconozco que la película mía puede considerarse, desde varios puntos de vista, como "problemática" en este momento bastante especial de la historia de Cuba. También, habiendo trabajado alrededor de diez años en Cuba ahora, he aprendido a tener mucha comprensión por la situación de un país que no se puede comparar tan fácilmente con el mío. Por otro lado pienso que en cualquier país las obras incómodas también tienen el derecho de ser exhibidas y no clasificadas como apoyo a "maniobras del enemigo", como ha sucedido tantas veces. Creo que esta libertad de creación debe ser válida también en situaciones frágiles, de asedio e inseguridad pública. "Yo no pongo bombas, hago películas", dijo el cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder con respecto a sus películas en 1979, en un momento en el movimiento terrorista de izquierda en Alemania había recientemente asesinado al Fiscal General y al director del Sindicado de Empleadores de Alemania y el miedo al terrorismo era una obsesión y paranoia de todo un pueblo. Tal frase "explosiva" se podía considerar como una declaración de guerra a aquella "seguridad interior" tan amenazada (que dio título a otra película reciente en Alemania sobre el movimiento terrorista de los 70). Sin embargo las obras de aquel crítico tan ácido de la Alemania de posguerra que era Fassbinder se pudieron exhibir en el propio país, sin causar graves daños: el resultado con certeza no fue un aumento de asaltos de bomba. Las obras de arte se prestan mal para ser usado como proyectiles.

Sin poderme comparar con un maestro tan grande como Fassbinder, pienso que nuestra película, aunque ha abierto una polémica política, tampoco es un Bin Laden cinematográfico. Debería tener el derecho de ser vista, y a lo mejor severamente criticada por un público cubano. Pero lo que es humillante es ser callado por completo. Todo esto lo escribo sin necesidad de quejarme y sin rencor contra ninguno de los involucrados en el caso. Lo escribo porque me impresionó su frase, Belkis, en la que dice que "la polémica debe salir de nuestros correos electrónicos". Les deseo de todo corazón que este salto del espacio virtual al real sea exitoso y que las obras de tantos artistas que trabajan bajo las censuras o autocensuras que mencionan en sus correos puedan publicarse libremente como resultado de este debate. Sería admirable y una noticia de mucha esperanza también para tantas personas en el extranjero que tienen un amor grande por las artes y letras en Cuba.

Por mi parte, fuera de ese correo electrónico que a lo mejor es un primer paso en esa dirección, voy a hacer todo lo posible para que las obras suyas se conozcan en Alemania (de hecho trabajo con varios festivales de cine en mi país que programan cine de América Latina). Al mismo tiempo voy a seguir insistiendo que mi documental se pueda exhibir públicamente a los cubanos.