Actualizado: 18/04/2024 23:36
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¿El que calla otorga?: Lecciones del pospavonato

A raíz de los ataques publicados en La Jiribilla contra Jorge Luis Arcos, miembro del Consejo de Redacción de Encuentro.

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Entonces, ¿se trata de una toma de posición o de un pase de cuenta? ¿Por qué señalar con tamaño énfasis la connivencia de Arcos con personalidades de la cultura cubana y figuras de jerarquía política? ¿Acaso no basta con saber que el poeta Arcos se ha vendido al enemigo histórico del socialismo cubano? La táctica goebelsiana está desplegada en toda plenitud: la palabra, el discurso, denuncia y expone a Arcos; la imagen calla más de lo que dice. Lo mismo el texto, cuando invita a pinchar en links externos que exponen las paradojas evidentes en las posiciones de Arcos. Nunca se dice que, en tanto poeta, su presencia en tales celebraciones y eventos no se debió a un oportunismo del que acaso haga gala ahora en España, sino a una obra destacada como poeta, editor y ensayista cubano. De esa obra apenas queda en las palabras de Castillo la faceta de funcionario político.

¿Para qué semejante despliegue, si con coquetear con el enemigo basta para perder la dignidad y el crédito? ¿Para qué zaherir, subrayar el delito con insinuaciones, destacando sin recato los cargos y pertenencias profesionales de los convidados del festín? ¿Hay mérito en ello? Si, como indica Castillo, este tipo ha traicionado todo lo que es justo, ¿a qué ese empeño en triturarlo?

A este paso, qué viene después. ¿Fotos de intelectuales revendiendo dólares, comprando carne de res en la bolsa negra, saliendo con platicos repletos de las soirees del Laguito adonde no van los albañiles de mi barrio? Sólo un oscuro oportunismo es capaz de tales métodos, un odio sordo y el ansia de destruir. Castillo no advierte que él mismo podría ser víctima de las tácticas que ahora usa, pues la peor calaña de informantes y soplones es aquella que condena por delitos que solo lo son en el futuro de las elecciones de cada cual. El único, el mayor delito de Arcos, es por cierto haber estado en una fiesta donde se hacían fotos que, más que acoger las cálidas armonías de una comunidad intelectual, la confianza entre colegas, servían como documentos de un futuro expediente policial.

La Jiribilla, El Caimán Barbudo, han cedido su razón de ser para prestarse a operaciones policiales, cuando se han prestado como tribunas no para las ideas en conflicto, sino para comisarios, represores y torturadores de almas, para oscuras conspiraciones que persiguen enlodar antes que hacer emerger la verdad compleja que surge de la confrontación. Supongamos que la necesidad de deslindar las asunciones políticas de algunos, de decretar su extirpación del campo intelectual nacional (léase, del oficialmente constituido, no del campo de la cultura, que opera por mecanismos diversos y de larga duración), justificase tales represalias públicas. Mas, ¿prestigia eso al campo intelectual que toma venganza? Y cuando se aplica a gente que vive en Cuba, que hace su trabajo dentro de los marcos (acaso no los oficiales, pero sí oficiosos) de la cultura cubana, ¿se gana algo? La propia Jiribilla ha sido escenario de tales abusos de poder en las Rouge; (para el que no hubo respuestas más que deslizar las supuestas disculpas de su autor) o en el reciente trapicheo en torno a Lina de Feria (¡verguenza!: coger para tales cosas a una mujer enferma) y su estancia en Estados Unidos. Ello es moneda corriente en espacios que se precian de acusar al "fascismo corriente". Que tienen el valor para hacer semejantes purgas pero no son capaces de publicar una línea sobre el tema intelectual del mes. Por cosas todavía menores se ha acusado a intelectuales cuya opinión se permite discrepar o salir en defensa de alguna postura no conveniada con esa microfacción. El propio Castillo pudo acusarme de varias cosas años atrás, en las páginas de la revista villaclareña Umbral, partiendo de dos errores que cometí en el citado de El hombre nuevo, de Ernesto Guevara (lo cual hacía en un texto a propósito de la influencia de aquella propuesta en la gestión del imaginario de mi generación, y del cual la revista publicó un fragmento). También entonces usaba como estrategia los links a palabras mías, en las que él suponía me contradecía, o mostraba la pata de "inquisidor". Para ello, invitaba a leer en un texto encontrable en la web cubana, titulado Arte es militancia, un sospechoso credo. El referido texto, publicado por Juventud Rebelde, era el resumen informativo de una sesión con Fidel del Consejo Ampliado de la UNEAC; su título, una síntesis del espíritu de las discusiones. Es decir, no se trataba de un artículo de opinión. Pero no le tembló la mano para manipular entonces. Igual recibió su respuesta, respuesta que los colegas de Umbral no publicaron.