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Sociedad

«El discurso de la diversidad es una cortina de humo»

Al habla con Abel Sierra, autor del libro 'Del otro lado del espejo. La sexualidad en la construcción de la nación cubana', Premio Casa de las Américas 2006.

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Es graduado de historia y ha dicho que le interesa romper el esquema de la historia como pasado.

Siempre me ha interesado distanciarme de la tradición historiográfica de tener que esperar 50 años para ser supuestamente más objetivos. Es un acto de cobardía y profunda hipocresía. Hay gente con temas del XIX porque les interesan, pero he oído a historiadores connotados diciendo que llegan hasta el 59, para no estar en contradicción con el período revolucionario. Me gusta llevar la propia disciplina a otros terrenos y ponerla a dialogar con la sociología, la antropología. Por ejemplo, cuando Pedro Juan Gutiérrez o Padura, reconocidos escritores, músicos, teatristas hablan con mayor o menor seriedad, el criterio es que la literatura, con su velo artístico, los exime de reprimendas o censuras. Pero un texto académico es más incómodo. Por eso me gusta llevar mis textos hasta la incomodidad y no escribirlos para un solo lector, sino para un lector disímil y diverso, común y corriente, no sólo académico.

¿Qué ha hecho después de este libro del 2006?

Me he adentrado más en cuestiones antropológicas. Hace un año publiqué un texto sobre el graffiti sexual en los baños públicos, el texto dialoga con el realismo sucio. Estoy trabajando el graffiti como discurso libre, porque la editorial canoniza los discursos y el baño es un confesionario incontrolable. Acabo de publicar un texto sobre los camioneros y la música popular, esos carteles en los camiones del machango cubano; y ahora trabajo en uno sobre los llamados pingueros en La Habana, la marginalidad de esta gente que viene de provincias con mercado laboral deprimido a insertarse en redes sexuales, marginales y de servicios para el mercado nacional y foráneo.

En varios países se han pasado legislaciones extremadamente revolucionarias sobre temas de libertad sexual que han enfrentado reacciones muy intolerantes de varios sectores de la sociedad. ¿Cuál cree que sería la reacción del cubano ante ese tipo de leyes?

Esa una de las cosas más interesantes de las que está haciendo el CENECEX, más allá de acciones populistas como la famosa conga; las acciones jurídicas son mucho más serias e importantes. Ahora bien: puede decidirse algo de derecho pero no de hecho, puede decirse que está prohibido discriminar a los homosexuales, pero a nivel individual la gente va a seguir reproduciendo una serie de prácticas que le son intrínsecas como sujetos, se puede decir que todos los ciudadanos son jurídicamente iguales ante la ley y no está siendo así. En Cuba no se discrimina oficialmente por raza o género, pero todos sabemos que otra cosa pasa en realidad.

¿Qué pasaría si se legisla a favor de las uniones civiles de parejas del mismo sexo?

Depende de cómo se implemente. Creo que con la fuerza y el consenso de esa institución, muy ligada a los sectores de poder, a las altas esferas, va a tener un primer impacto positivo. No pienso que nadie se resista como abogado o juez. Hay experiencia de este tipo en Cuba. Cuando el Estado ha demandado de los jueces el consenso, ellos han respondido muy rápidamente para ejecutar determinadas leyes o acciones, ya sean justas o injustas.

Entonces podría decirse que la relación cercana del CENESEX con el poder podría ser una ventaja…

Es decisivo. Tiene muchas ventajas de antemano, como los medios, los recursos, el apoyo gubernamental. Lo que no me cansaré de decir es que su agenda no tiene que ser la única ni la más viable, y que necesita de un diálogo real con otras voces. No me gustan los binarismos y el contexto cubano se debate en esos binarismos que son peligrosos y dejan fuera otras opciones, incluso para el destino de la nación.

¿En qué momento están las ciencias sociales en Cuba actualmente?

Estamos posiblemente en el peor momento del campo cultural. El año pasado, en un programa de TV, un ejecutivo de las más altas esferas dijo que es el mejor momento de la cultura cubana, y no hay nada más risible. Lo mismo sucede con las ciencias sociales. La crisis social repercute en la agenda de las ciencias sociales, primero porque no hay recursos para la investigación, porque las publicaciones están sesgadas por la política, porque la política de educación superior no privilegia resultados, sino el rendimiento político ideológico. Los investigadores no tienen acceso a journals, llegan a los debates con diez años de atraso, el debate de la postmodernidad ya se había acabado en Europa y no había empezado en Cuba. Nosotros discutimos cosas que en otros lugares fueron resueltas hace veinte años.

¿Es resultado del sistema político, de la condición de país subdesarrollado…?

Es un entramado. Repercuten el atraso tecnológico, de recursos humanos, bibliográfico, teórico. En Cuba hay un concepto como el de "masificación de la cultura" que no es ni tan diverso ni tan masivo como pretenden hacernos ver nuestros funcionarios. Está encaminado al consumo de determinado tipo de cultura, de acuerdo a la agenda política e ideológica. Hay muchos libros, música, cine, que no circula en Cuba y no necesariamente por problemas de copyright, como se encargan de decir muchas veces. Actualmente se imprimen millones de ejemplares de libros, pero hay que ver qué tipos de libros se publican y circulan.

Cualquiera otra cosa que quieras agregar…

El libro está dedicado a mi hijo, para que crezca pensando en otro tipo de sujeto con el que va a convivir y a quien no tiene que discriminar, que crezca pensando géneros diversos y dispersos; a mi generación escindida entre el cruce de orillas y la apatía, amordazada por el propio sistema con medidas absurdas.

La academia, los medios, los sujetos… siguen siendo muy obedientes y disciplinados. En el silencio está la marca de la mordaza y la censura. Existen disposiciones aberrantes, una de ellas es el permiso de salida. Mucha gente no habla por miedo a perder el privilegio de salir, o porque su derecho a entrar puede ser coartado por esa ley. Como dice el proverbio: lo que se sabe, no se pregunta. Todas esas disposiciones no escritas condenan, disciplinan y amordazan al sujeto. Mi libro va en contra de eso. Eso me ha animado a tratar de cambiar desde el pedacito de mi espacio como sujeto y académico, a llevar un tema hasta las últimas consecuencias, sin censura ni autocensura.

Si el libro no hubiera tenido un premio Casa, no se hubiera publicado en Cuba. Puedo hablar desde el retraso de una morosa imprenta hispánica, hasta tener poca divulgación y repercusión en círculos intelectuales cubanos. El mismo proyecto del CENESEX que se pretende ecuménico e inclusivo, y que ofrece participación y espacios a otras voces, nunca me ha llamado para compartir ideas o dialogar sobre determinado fenómeno. No es que me interese, pero es excluyente y está ocupado por un gueto médico-psicológico y político que monopoliza el tema, dentro y fuera de Cuba.

Por otra parte, uno enfrenta una estrategia de invisibilización cuando dice cosas que se salen de lo permisible, cuando se sale de la frontera de la llamada crítica desde adentro. Me pregunto quién se erige como garante para establecer esas fronteras. El libro ha tenido realmente poca difusión, pero sé que no trabajaba para el presente sino para el futuro, y está ahí, no lo pueden negar. Ya irá sorteando esas barreras y mordazas que le intentan poner dentro de Cuba.


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