Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Crónicas

Del buen humor

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Hablándome el otro día del cumpleaños 70 del poeta Manuel Díaz Martínez, decía un conocido mío y del poeta: "Lo que son las cosas, cuando en 1936 nace Manolo, estaban los cubanos yendo por cientos para España, ahora van por miles, aunque por razones muy diferentes. Antes iban a España a pelear por la libertad, ahora van en busca de la libertad".

No era un disidente aquel conocido, aunque no dejaba de serlo. Es decir, no era un disidente organizado, puesto que no milita en ninguna organización de Derechos Humanos ni en ninguno de los partidos perseguidos por el gobierno. Era disidente en el sentido de que todo humor lo es. Uno de esos cubanos que siempre han hecho chistes, y más ahora que el humor en los medios masivos deja mucho que lamentar, no se sabe si por miedo del humorista al lápiz rojo de los jefes de redacción o por el miedo a que quien maneje el lápiz rojo pueda hacerse ideas equivocadas del humorista y reportarlo como sospechoso.

Como sea, el cubano podrá carecer de cosas, y carece, como sabemos, pero no ha perdido su buen humor. Y además, nadie sabe cómo, pero es el suyo un humor actualizado.

Nadie sabe cómo, digo, porque en Cuba la antenas parabólicas de televisión que permiten sintonizar los canales extranjeros están prohibidas, el servicio de Internet es para los organismos oficiales, y se accede a ellos, cuando se tenga necesidad de un dato y siempre que se esté autorizado, a través de la estricta operadora que lo maneja; teléfonos, bueno, yo mismo soy uno de los millones de cubanos que no tiene teléfono y, por tanto, ni soñar con correo electrónico; las emisoras que transmiten de Miami están bloqueadas, no se venden radios de onda corta y los que existían son capados, castrados, desprovistos de su peligrosa onda corta cuando llegan para ser arreglados al establecimiento oficial donde tienen piezas de repuesto.

Sin embargo, a las diez de la mañana de todos los días, el cubano medio, guaguero, panadero, maestro de escuela, soldado, lo que sea, sabe lo que dicen The New York Times de ese día, El Mundo en España y así. De este modo, su humor es siempre joven. Todo lo que la prensa cubana silencia, a él le llega a través de los medios extranjeros. Y como no tiene modo de protestar, lo convierte en chistes, en humor, esa delicada venganza de la inteligencia.

Prohibir y desprohibir

Uno de esos ingenios de la disidencia no organizada, pero que pareciera incluir a toda la población, me decía una vez que la revolución cubana se pasó la primera etapa de su existencia prohibiendo cosas, y la segunda, desprohibiéndolas mientras creaba nuevas prohibiciones a fin de poder, en una tercera etapa, pasar a desprohibirlas, y así de este modo, como el movimiento de los cielos al repetir sus ciclos, seguir existiendo por los siglos de los siglos.

No deja de ser una observación interesante cuando se piensa en el millón de prohibiciones habidas en el país a partir de la prohibición de la prostitución en 1959. Con razón, uno de esos disidentes, militante del Partido, por cierto, me decía una vez:

"Si de pronto empezáramos a desprohibir todo lo que ya no tiene razón de estar prohibido (o que nunca la tuvo), los americanos se asustarían creyendo que hemos empezado una nueva revolución contra la que ahora sí no sabrían qué hacer".

No es de creerlo. Observación bastante ingenua, detrás de la cual entreveo sin embargo una apasionada aspiración personal disfrazada de chiste. Esto me lleva a pensar que si los gobiernos totalitarios tomaran nota de los chistes que a diario pasan volando de casa en casa, tendrían siempre a mano el verdadero ideario del pueblo, el libro de su ideología secreta y no serían sorprendidos como les pasó a los rusos de los ochenta.