Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Leyendo la prensa

Del mal que nos acogota

El país necesita un cambio, pero no con un puntapié a granel, como recomiendan los medios oficialistas.

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Debo felicitar al autor del artículo La Revolución se puede salvar, publicado por el diario Juventud Rebelde, aunque discrepe de sus criterios, pues se atreve a opinar acerca de unos pronunciamientos que son órdenes para todo profesional de la prensa oficialista.

Espero que el empleo del asombroso condicional "se puede" en el título del artículo no se le haya ido sin querer a todos en la redacción del diario. Hubiese preferido que el sujeto de esa oración fuesen el país, o la nación, realidades ambas más perdurables y también requeridas de apremiante salvamento.

Hecha esa precisión, coincido con la esperanza del articulista, pero difiero tanto de las causales de la patología como del tratamiento que él recomienda. El mal que hoy nos acogota se debe "a nuestros propios desatinos y ligerezas". Está claro que ni el periodista ni los regañados economistas se hubiesen atrevido a calumniar con tan malignas críticas al perfecto, aunque perfectible, proceso ni un minuto antes de hacerlo el único cubano exento de sospechas de servir al enemigo imperialista.

Me parece que esos males empezaron mucho tiempo atrás y que han llegado muy lejos, entre otras cosas, por el optimismo obligatorio y el rechazo sistemático a escuchar criterios adversos, que funciona como norma en todos los niveles de la sociedad. Entre las restantes causales, estimo que la política de mínimos salarios y consumo restringido ha generado como respuesta una avidez de consumo, como salida a la necesidad psicológica de individualizarse como persona, desatendida siempre a favor de las instituciones que detentan el poder social.

En todo caso, ese plural de responsabilidad es aplicable exclusivamente a esa "gran mayoría de los cubanos que ni siquiera estamos preparados para sospechar nuestras vidas, la de nuestras familias, y la del país todo en un escenario como ese". Ese grupo social que durante innumerables años ha cortado y repartido el bacalao a su manera, sin darle voz ni voto ni participación alguna a la no menos grande minoría silenciada, la cual, a fuerza de marginada, tampoco está preparada para hacerse cargo de la catástrofe recién anunciada.

Socialismo de cuartel

Citando textualmente el original, el periodista confirma que el socialismo permanece virgen de toda exploración cognoscitiva, al menos en nuestra isla. Francamente, no me atrevo a intentar ni la más mínima interpretación y renuncio, no sin cierta nostalgia, a las muchas horas nocturnas pasadas leyendo a quienes hasta ayer consideraba clásicos, desde el argentino Aníbal Ponce hasta el francés Mandel, el italiano Gramsci o la hermosa Rosa Luxemburgo.

No obstante, hubiera preferido que el autor del artículo hubiese identificado por sus nombres o diminutivos de cariño, quiénes son esos que "se habían almidonado, refrigerado y distanciado demasiado como para entenderlo". No puedo compartir, acaso por practicar demasiado la monta de camellos, ese fervor por las masas, contra las que alertó en su momento el maestro Antonio Machado. Cuando el articulista arguye que "nadie es más radical y más limpio que las masas", me suena, a falta de otro ejemplo, a turba y a linchamientos. Me gustaría saber cómo distinguir a simple vista a un pistero de un legítimo hombre-masa.

Se refiere a continuación a "algo que los politólogos llaman la nueva aristocracia revolucionaria" como fuerzas destructoras de los procesos socialistas, y esto es un homenaje implícito al yugoslavo Milovan Djilas, quien ya en los años cincuenta del pasado siglo reveló la aparición de una "nueva clase" al convertirse los comunistas en dictadores del proletariado.

Aunque la referencia sea velada, hay que otorgarle el punto al autor, pues no recuerdo en la prensa oficial cubana semejante alusión a uno de los pioneros de la disidencia comunista. Sin embargo, no entiendo que la masividad del delito económico esté relacionada con el aburguesamiento de la élite, sino con una absolutamente imprevista subversión de la plebe. Ésta, impaciente con la marcha de la edificación del comunismo, decide abrir brecha y fabricarse desde ya su capitalismo portátil, sólo posible bajo las condiciones de un sistema totalitario subdesarrollado, cuyas características no pudieron ni siquiera imaginar los teóricos marxistas.

Para comprender la solución que propone resulta imprescindible referirnos a la caricatura que, bajo el título "La Opinión Gráfica", ilustra este artículo: en ella vemos no la delicada zapatilla de Giselle, ni un spike de pelotero, ni siquiera un taco de Maradona, sino una conocida y enérgica bota militar aplastando de un pisotón a un extraño bicho que, milagrosamente, esta vez no es un gusano, sino "un Alien, ese monstruo de mil cabezas que nos sale de dentro y que nos han convocado a aniquilarlo".

Involuntariamente, el joven caricaturista Laz ha plasmado una imagen apropiada para el socialismo de cuartel.

Estoy muy de acuerdo: el país necesita un auténtico cambio, pero no creo que esta vez baste con la mano dura y el marcial puntapié repartido a granel. Es preciso llamar a un diálogo nacional sin cortapisas ni prejuicios, abarcador y generoso, donde todos los cubanos honrados, que, por cierto, somos muchos más de 28 mil, nos sentemos a escucharnos, en fraternal convivio, para forjar entre todos los cimientos de un nuevo país vitalmente renovado y ajeno a la muerte.