Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Testimonio

Memorias de un disidente de izquierda

Condenado por ser marxista, Ariel Hidalgo recorrió un largo camino hasta la oposición.

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Falta de confianza

En 1973 comencé a impartir, en centros de educación media superior para adultos, conocidos como Facultades Obreras, la asignatura Estudios Socioeconómicos, que consistía básicamente en una perspectiva marxista de la Historia de Cuba. Poco tiempo después fui escogido para dirigir los seminarios de preparación teórica de los profesores de esta asignatura en Marianao.

En 1977, con el trabajo José Martí y las pretensiones de predominio yanqui sobre el Istmo de Panamá, gané el premio de ensayo en el concurso literario que para todos los estudiantes universitarios latinoamericanos convocaba la Universidad de Panamá cada año. Varias publicaciones de la Isla llamaron para concertar entrevistas y en una de ellas me tomaron varias fotos.

De pronto, se hizo mutis. Cesaron las llamadas. Ninguna de las publicaciones inicialmente interesadas volvió a contactarme. Y ninguna foto mía se publicó. No hubo un solo cintillo, ni en el más recóndito rincón de los periódicos oficiales, que mencionara el hecho. Tampoco hubo respuesta por parte de las autoridades para facilitarme el viaje a Panamá y recibir el premio.

En vísperas de la fecha, enviaron a un chofer para que me llevara ante un funcionario a quien conocía de cerca, quien me informó que no se me permitía viajar por falta de confiabilidad, pero que más adelante sabrían reconocerme. El reconocimiento consistió en la entrega de un diploma durante un acto en el Teatro Mella, en el que se galardonó también a las figuras más destacadas en las secciones de pintura y música de la Brigada Hermanos Saíz, organización de artistas y escritores jóvenes.

Pero en realidad todas las publicaciones del país —excepto una— dejaron de publicarme. La excepción fue Casa de las Américas, que aún dirigía Haydée Santamaría, la heroína del asalto al Cuartel Moncada, que poco después, durante los turbulentos hechos de la Embajada de Perú, se suicidó, en la fecha del asalto.

Los monjes y el telescopio

Tanto durante mi experiencia como profesor o como estudiante de la carrera de Historia, y luego en un intensivo y prolongado curso especial de postgrado en Marxismo para impartir esta nueva asignatura en los preuniversitarios, encontraba muchos interrogantes y contradicciones teóricas que iba apuntando en un cuaderno y que la mayoría de mis profesores, catedráticos cubanos y soviéticos, nunca pudieron explicar satisfactoriamente.

Al principio eran notas sólo para mí mismo, tratando de encontrar respuestas. A veces iba directamente a las obras de "los clásicos" —Marx y Engels—, a los cuales se citaba siempre como autoridad inapelable, como los monjes medievales acudían a Aristóteles. Y entonces encontraba afirmaciones divergentes con lo enseñado por estos profesores.

Cuando hablaba de esto a algún profesor o dirigente político, se me repetía que estaba equivocado. Yo mostraba el libro con el fragmento en cuestión subrayado y ellos se negaban a leerlo, lo cual me recordó al Galileo de Bertolt Brecht: los monjes inquisidores apartando la vista cuando se les instaba a mirar por el telescopio al firmamento. Cuando finalmente alguno, acorralado, lo leía, la respuesta era invariable: "No se puede leer eso sacado de su contexto".